24 de junio de 2010

Del tamaño de su ineptitud

Las estupideces se pagan y hoy los guanajuatenses estamos a punto de presenciar cómo un Gobierno de ignorantes tira a la basura mil 600 millones de pesos con cargo a nuestros impuestos

Enrique Gómez Orozco

Crear un destino turístico de la nada lleva años, ya sea en la playa o en los más desarrollados centros urbanos. Crear en cuatro meses un destino turístico para enseñar historia es casi imposible.

Si además de ello se hace por capricho religioso, el fracaso está garantizado. A menos que se invente una aparición milagrosa de algún santo o virgen, el destino de la Expo Bicentenario de Silao fue pronosticado con mucho tiempo.

En la extrema ignorancia de los funcionarios públicos que gobiernan el estado, se imaginó posible crear una exposición que atrajera la friolera de 12 millones de visitantes en 2010. Así lo anunció pomposamente y con voz engolada el secretario de Gobierno, hace más de dos años. El tipo no sabía que Epcot Center de Disney, en Orlando, uno de los principales destinos turísticos de Estados Unidos, logra 11 millones con una infraestructura de miles de hectáreas y cientos de hoteles para darle servicio, carreteras de acceso y aeropuertos en Miami, Palm Beach y el propio Orlando, además de Tampa.

Las estupideces se pagan y hoy los guanajuatenses estamos a punto de presenciar cómo un gobierno de ignorantes tira a la basura mil 600 millones de pesos con cargo a nuestros impuestos.

Ignoraba Juan Manuel Oliva y su mandante en la Secretaría de Gobierno, Gerardo Mosqueda, que el asunto era una desproporción. Se los dijimos una y otra vez, se los dijeron los empresarios muchas veces, se los volvemos a repetir. El festejo al pie del Cubilete es una jalada.

¿Para qué enseñar la historia de los lugares sacros de la patria y de Guanajuato en bodegas con aire acondicionado cuando los originales están a 20 kilómetros en la Alhóndiga de Granaditas, o un poco más de camino, en Dolores Hidalgo y San Miguel de Allende?

¿Para qué tirar tanto dinero en cuatro meses cuando se pudo transformar esas entidades con esa suma escandalosa?

Con tal de atraer a visitantes que no vendrían por su propio pie, se contrató a una empresa de espectáculos. Tan metida estaba la susodicha empresa en los aspectos históricos que decidieron traer a Chayanne para la inauguración. Paradoja invitar a un boricua a la primera fiesta, alguien que viene de la última colonia latinoamericana. Después se supo que lo traerán por casualidad, porque tenía otros compromisos en México en las mismas fechas. Todo por atraer despistados fanáticos de la música pop y no ciudadanos interesados en asuntos patrios.

Fanfarronería de ignorantes fanáticos religiosos que incluso llegan a la estulticia de decir que "ahí todo comenzó" cuando la verdad es otra. La cuna es Dolores, ningún otro lugar.

La desfachatez con la que tiran nuestros recursos resulta vergonzosa. ¿Cómo gastarse 47 millones de pesos en una escultura por encargo, asignada entre cuates sin el menor pudor ni sentido de austeridad que debe guardar todo gobierno en medio de la crisis?

Su chabacanería política no tiene medida y aun si la obra pública y la prosperidad económica de la entidad fueran viento en popa, seguiría siendo un despropósito tirar mil 600 millones en cuatro meses en pura fiesta sin sentido.

Sin embargo, las carreteras están detenidas, los municipios no arrancan obras ni mejoran su operación; la competitividad de Guanajuato se desploma y la eficiencia gubernamental está en los últimos lugares del país.

Les vale gorro. Creyeron que el llegar al gobierno les daría la oportunidad de hacer cualquier cantidad de barbaridades sin que nos diéramos cuenta. Y a menos que inventen una aparición como la de Juan Diego, el atractivo de la feria estará en los espectáculos subsidiados de artistas pop, en los fuegos de artificio y, al final de cuentas, en el testimonio mismo de la ineptitud de Juan Manuel Oliva, Gerardo Mosqueda y todos los cortesanos que se llenaron las bolsas de millones con el despilfarro, aplaudiendo la obra y construyendo sin concurso.

El autor es director general del periódico a.m. de León, Guanajuato.

10 de junio de 2010

Para tener una gran UNAM

Carlos Elizondo Mayer-Serra

El rector de la UNAM critica sin piedad, desde el modelo de desarrollo, producto de "las lacras de una modernidad mal entendida", hasta la estrategia de combate contra el crimen organizado. Sin embargo, a la UNAM no se le puede tocar ni con el pétalo de una rosa.

Hace una semana, en la reunión de rectores de América Latina, pidió más dinero. Hubo quienes no le aplaudieron. El senador Madero declaró: "Es muy importante siempre procurar el mayor número de recursos a la educación en general y a la educación superior en particular, pero también es importante reconocer que se requiere dar resultados, que se requiere rendir cuentas...".

Es una crítica blandita comparada con las del rector. Sin embargo, la respuesta de la UNAM no se hizo esperar: "Con el mayor respeto, se le pide al senador Gustavo Madero que modere sus comentarios o que aporte la información que los sustente. De otra forma, lastima a una comunidad y no contribuye a generar el ambiente de civilidad que se requiere...".

El presupuesto de la UNAM ha crecido de forma vertiginosa. En 2000 tenía 10.5 miles de millones de pesos, este año cuenta con 27 mil millones. En términos reales creció más del 90%. En ese periodo el personal académico creció 19.3% y la población escolar 23.2%. Tuvieron mucho más dinero, pero sólo hicieron un poco más.

La educación superior financiada con recursos públicos es crucial en el desarrollo de un país. Permite ampliar los horizontes de cientos de miles de jóvenes. Un país requiere investigación de largo aliento y espacios culturales públicos. La UNAM contribuye en este objetivo. La pregunta es cómo podemos lograrlo de la mejor forma. Gastar más en la UNAM es dejar de gastar en otra cosa.

No es lo mismo rendición de cuentas que ser auditado. En la página de la UNAM se encuentra el informe de la auditoría, pero éste nada informa. El reporte del auditor interno son dos páginas. El del auditor externo una. Estas auditorías sólo dicen que la UNAM cumplió con la norma. No dicen cómo se gastó el dinero.

¿Cómo puede saber un legislador si es mejor darles recursos adicionales a la UNAM, al IPN o la UANL? ¿Cuántos estudiantes se gradúan por año como proporción de los que entraron en su generación y con qué promedios? ¿Cómo se comparan en el mercado laboral los egresados de las distintas universidades? ¿Cuántas clases dan sus profesores y con qué calidad? ¿Hay que construir más edificios o usar mejor los existentes, incluido desalojar auditorios que, se dice, albergan delincuentes? El mismo tipo de preguntas se pueden hacer para los recursos destinados a investigación o difusión. Tampoco está claro si le sobra o no gente, ni existen rubros precisos como el costo de viajes de los funcionarios.

Sin rendición de cuentas la propia UNAM no puede explicarnos por qué, por ejemplo, no se amplió la oferta de estudiantes en ingeniería civil, donde el país tiene un déficit, y prefirió hacer un museo de arte contemporáneo o por qué en lugar de mejorar las instalaciones de sus preparatorias optó por pagar tanta publicidad.

Si la UNAM quiere realmente rendir cuentas, se requiere una mayor precisión de cómo se gastan los recursos. Su página de internet da información poco útil para ese propósito.

El gobierno en todos sus niveles suele gastar mal. La UNAM está lejos de ser la peor portada. Sin embargo, es una de esas instituciones que debiera ser modelo de una verdadera rendición de cuentas.

La UNAM siempre va a tener un gran peso, un amplio presupuesto y una gran influencia. Lo puede lograr por la calidad de sus estudiantes y la relevancia de su investigación o por su capacidad para operar como un grupo de poder, con aliados políticos, medios de comunicación amigos y un espíritu corporativo defensivo ante la crítica.

Yo prefiero una UNAM anclada, fundamentalmente, en sus resultados. Para ello, debería saber aprovechar la crítica como oportunidad para construir una mejor universidad, no vivirla como una supuesta ofensa política. Una UNAM que rinda cuentas no como un ejercicio burocrático formal, sino como muestra de la claridad del proyecto educativo y cultural que encarna, nos acercaría al objetivo de tener una gran UNAM, no sólo una UNAM grandota. Una gran UNAM basada en una mejora constante y medible puede llegar a ser una de las "nuevas hazañas nacionales" propuestas por el rector Narro en la presentación de la Iniciativa México.