19 de noviembre de 2006

Milton Friedman: Un verdadero economista

Santos Mercado

Con lágrimas en los ojos lamenté que me hubieran ocultado éste y todos los demás textos de Friedman. ¡Cuánto tiempo me habría ahorrado, cuánto daño habría dejado de hacer si lo hubiera leído antes!

Los hombres que amamos la libertad nos sentimos profundamente consternados porque el economista más importante del último siglo se ha despedido de este mundo. No creo que haya otro hombre que haya dado tanto a este mundo, aunque sólo pocos sabrán reconocerlo.

En decenas de cursos de economía que llevé en las universidades públicas jamás me hablaron bien del Premio Nobel de Economía 1976. Nunca me recomendaron alguno de sus libros, que fueron muchos. De lejos se veía que los intelectuales izquierdistas, mis profesores, lo odiaban a muerte.

Por circunstancias fortuitas empecé a conocer la obra de Milton Friedman en 1993. Regresaba yo de la Habana después de asistir a un congreso de educación (Pedagogía 93) donde hablé de la necesidad de cambiar la forma de financiar a las escuelas públicas.

Todo el que me oía quedaba sorprendido y sin argumentos para rebatir mi idea. Pero un profesor del IPADE me bajó de la nube para decirme que ya alguien se me había adelantado con esa idea. Me dio la referencia y... en efecto, Milton Friedman decía lo mismo que yo pero en el año 1955. Sorprendido porque “me habían robado la idea” empecé a buscar sus textos. Por primera vez en mi vida, después de haber estudiado dos doctorados en economía, tenía en mis manos su famoso libro “Libertad de Elegir”. Con lágrimas en los ojos lamenté que me hubieran ocultado éste y todos sus demás textos. ¡Cuánto tiempo me habría ahorrado, cuánto daño habría dejado de hacer si lo hubiera leído antes!

Difícilmente se puede olvidar su genial observación de “no existe un sandwich gratis”. Con ello nos enseñaba que lo que aparentemente es gratuito, alguien lo tiene que pagar. Las conclusiones de esta observación son cruciales para entender la perversidad de la “educación gratuita”, los “créditos blandos”, los cheques gratuitos a la tercera edad, los subsidios, etc. Comprendí la razón del odio de la izquierda mexicana y de todo el mundo ya que Friedman se oponía a los obesos aparatos burocráticos del Estado que pretenden controlar, regular y normar la economía. Consideraba a la burocracia como un verdadero estorbo para el florecimiento de la economía. Su idea de que el mercado supera en mucho a cualquier burócrata ilustrado para distribuir la riqueza de la sociedad fue un golpe directo a los keynesianos.

Decía Milton que el mejor sistema es la economía de mercado. Que se respeten las decisiones de cada individuo y se permita y aliente para que los hombres usen su propio talento, conocimientos y coraje para obtener lo que quieren y realizar sus sueños, siempre y cuando no dañen a otros. Un sistema así es mejor que cualquier sistema donde un dictador decide por todos.

Friedman nunca confió en los sindicatos pues lejos de salvar a los trabajadores se convertían en una pesada carga de funcionarios ricos a costa de las cuotas, prebendas y traiciones a sus asociados. Recomendaba que cada trabajador debiera aprender a defenderse y vender su trabajo al mejor precio.

Cosechó el odio de los gobiernos latinoamericanos pues les recomendaba que no usaran la maquinita de hacer billetes para pagar sus burocracias, hacer sus obras faraónicas o regalar a los pobres, pues eso genera más pobreza. También les explicaba la bondad de los impuestos bajos.

Los rectores de las universidades públicas se cuidaban mucho de no invitarlo a dar conferencias. Pero la primera vez que vino a México (invitado por Carolina Bolívar), dijo “estoy recomendando que el gobierno de los Estados Unidos privatice sus escuelas públicas, pero los mexicanos tienen más urgencia de privatizar porque aquí hay más pobres”. La segunda vez dijo: “PEMEX debería ser propiedad del pueblo, y eso sólo es posible cuando cada ciudadano tenga acciones en la mano”. Por supuesto, los izquierdistas, burócratas y petroleros se le lanzaron directamente a la yugular con la intención de que nunca más regresara a México.

La primera vez que visitó la República Popular China fue en 1982 y lo hizo por moto propio. Ya hacía 6 años que se había muerto Mao Tse Tung y los dirigentes ya estaban decididos a abandonar la vieja línea maoísta que tanto daño y atraso les causara y estaban atentos a las nuevas ideas. Pero poco sabían de Milton quien sólo se paseaba, observaba y platicaba informalmente con la gente que lo rodeaba. Los chinos lo veían como si viniera de un mundo extraño. Escribió algunos artículos sobre China y fue suficiente para que el gobierno de Deng Tsia Ping lo invitara a dar una serie de conferencias. Hoy no creo exagerar si digo que la China de Mao se está convirtiendo en la China de Friedman.

Finalmente, no quiero dejar de mencionar la proeza de los alumnos de Milton Friedman (que tuvo muchos) pero me refiero a los “Chicago boys” pues gracias a que se acercaron a Augusto Pinochet (quien de otra forma habría sido un simple dictador sin mayores luces) construyeron la economía más dinámica, moderna y avanzada de Latinoamérica. De hecho, el gran mérito de Pinochet fue dejar entrar a estos alumnos de Friedman.

La extensa obra de Milton Friedman sigue proscrita de las aulas universitarias. El precio de no abrir las puertas a Friedman se ha pagado con pobreza, atraso, estancamiento, inflación, depresión y violencia. Espero que algún día lo sepamos reconocer.

En fin, sirvan estas palabras para despedirme de mi querido maestro: Milton Friedman.

18 de noviembre de 2006

Milton Friedman, in memoriam, 1912 - 2006

por Roberto Salinas León

Roberto Salinas León es catedrático y consultor mexicano y Académico asociado del Cato Institute.

“Hay muy pocos seres en la historia del ser humano cuya contribución en el campo de las ideas ha generado un cambio material demostrable, para el resto de la humanidad. Uno de ellos, sin duda, ha sido Milton Friedman.”
—Alan Greenspan, Presidente de la Fed, 1987-2006

La libertad vive un momento de luto. Milton Friedman, principal voz de la escuela económica conocida como “monetarismo” y uno de los grandes campeones de la libertad en la historia del ser humano, murió el día de ayer, a la edad de 94 años. Friedman recibió el Premio Nobel de Economía en 1976—época donde sus ideas eran consideradas herejía en el mundo de la sabiduría convencional. A la postre, sin embargo, gracias a sus enormes aportaciones, tanto en el plano intelectual como en el plano de la política pública, el siglo que casi llegó a vivir, presenció eventos como la caída del Muro de Berlín, el colapso del comunismo, el cambio de paradigma en el pensamiento económico, las reformas en países alrededor del mundo, los milagros económicos modernos (desde Hong Kong hasta Irlanda hasta Estonia hasta Chile), la explosión de la apertura comercial, nuevos “rankings” como el Índice de Libertad Económica, y mucho más.

Todos estos representan tributos al poder de una idea: la libertad de elección. Esa fue la idea que caracterizó el pensamiento de Milton Friedman. En las palabras de Edward Crane, Presidente del Cato Institute y además fundador del Premio Milton Friedman para la Libertad (otorgado cada dos años a la persona que mayor avance ha logrado a favor de la libertad): “Aquí tenemos a un tipo que ganó en Premio Nobel de Economía, y que es reconocido por sus grandes investigaciones teóricas. Pero en el fondo, lo que lo movía era la libertad humana. Esta exige vigilancia eternal; yo considero que Milton fue el campeón más importante de la libertad humana en el siglo pasado… y lo que llevamos de éste.”

Libertad de elección. En todos los frentes: educación, política, sistema monetario, pensamiento, en los medios, en la sociedad civil. Sin duda, Friedman se caracterizó por su énfasis en la importancia de la moneda y las instituciones monetarias para lograr mayores niveles de prosperidad. Esta idea, hoy, es aceptada como parte del sentido común. Pero no hace poco, era considerada poco convencional, sino es que locura total. En las palabras de Alan Greenspan, quién siempre defendió patrones monetarios como el oro, la gran virtud de las aportaciones de Friedman en la ciencia económica es que nos enseñó que sí se puede lograr la estabilidad del poder adquisitivo en un mundo de moneda fiat, o sea en un mundo de papel.

Friedman también se caracterizó por sus controvertidas posiciones en temas como la reforma fiscal, el gasto público, el llamado “bono educativo,” la flotación del tipo de cambio, así como un sistema de pensiones individualizadas. Esta última propuesta tuvo su primera divulgación en Capitalismo y Libertad, y unas dos décadas después se adoptaría con éxito en Chile, y posteriormente varios otros países alrededor del mundo.

Pero estas posiciones, si bien objetos de críticas derivadas más del estomago que del cerebro, reflejaban un enorme respeto por el comportamiento natural del ser humano, y a la vez, por el poder del sentido común. Su crítica a la fuerte expansión del gasto público la logró traducir en forma muy sencilla, pero muy poderosa: “si uno se gasta su dinero en uno mismo, uno se preocupa mucho de cuanto se gasta, así como de cómo se lo gasta; si uno se gasta su dinero en otros, uno sigue estando muy preocupado de cuanto se gasta, más no tanto en cómo se gasta; si uno se gasta el dinero de otros en uno mismo, uno no está tan preocupado de cuanto se gasta, pero sí muy preocupado de cómo se gasta. Sin embargo, si uno se gasta el dinero de otros en otros terceros, uno casi nunca se preocupa en cuanto se gasta, ni en cómo se gasta.”

Estas joyas de sabiduría común lograron resistir la hostilidad de varios políticos e intelectuales que profesaban (que siguen profesando) el romance del ogro filantrópico, el falso e irresponsable himno seductor de que sí hay tal cosa como un almuerzo gratis. Gary Becker, otro gigante de la economía, lo expresa muy atinadamente: “…todos tenemos una inmensa deuda con este gran economista.”

Más allá de su formidable legado intelectual, Milton Friedman también nos deja otro legado lleno de riqueza: la Fundación Milton y Rose Friedman. Esta entidad se dedica a difundir los principios del bono educativo, el cual Friedman siempre consideró aplicable al caso de México y la región latinoamericana. Su posición aquí, como en otros países, es que la idea de subsidiar la demanda educativa es muy superior al sistema prevaleciente de de monopolio educativo—y por ende, que es mucho más efectivo el dejar que los padres tengan la libertad de elegir como debe gastarse ese dinero en lugar de tener a un burócrata tomados estas decisiones, tan personales para el porvenir familiar, “gastándose el dinero de otros, en otros que no son suyos.”

A Milton Friedman lo sobreviven su esposa y eterna acompañante Rose, otra gran economista, su hijo David, brillantísimo erudito tanto en las ciencias naturales como las sociales, y su hija Janet—junto con todo un universo de amistades y colaboradores en su batalla por mejorar el bienestar humano. Nosotros tuvimos una modesta oportunidad de colaborar con este gigante de las ideas, tanto con El Economista, como en otros foros. En estas páginas, publicamos tres entrevistas exclusivas con el Dr. Friedman—incluyendo la ocasión que visitó nuestro país en 1992, en un magno evento del Cato Institute Apertura en las Américas, dentro del cual el periódico participó como patrocinador. Por cierto, varios colaboradores de nuestro foro económico fueron estudiantes, directos e indirectos, de Friedman.

En marzo de este año, tuvimos oportunidad de dialogar con él, en un foro a puerta cerrada en honor de su legado, en las afueras de San Francisco. En ese diálogo, nos reiteró su posición sobre dos grandes revoluciones que se dieron en el fin de siglo—la revolución política, representada por la caída del muro de Berlín, y la revolución tecnológica, la cual consideraba un episodio liberalizador. Esta, decía Friedman, permitirá que personas sean más productivas, con mayor oportunidad tanto de crecer como de elegir. El efecto clave, sin embargo, es que hará cada vez más difícil la recaudación de impuestos—y con ello, obligará a los gobiernos a ser más eficientes en el ejercicio de su quehacer público.

México, en la visión de Friedman, se ha beneficiado enormemente del comercio exterior y de la inversión. Un gobierno que se limite a lo suyo (protección de los derechos de propiedad, seguridad y paz), es condición necesaria para el desarrollo. O, como solía decir, el futuro de los mexicanos depende de ellos, no de factores externos. Somos amos de nuestro propio destino.

Otra idea poderosa, otra idea de sentido común. Una de tantas más que cambiaron al mundo, que transformaron la forma de pensar de varios presidentes, ejecutivos, líderes, estudiantes, hombres y mujeres. Ideas que partían de una visión sencilla pero fundamental: una sociedad donde somos libres, libres para elegir nuestros destinos y decisiones.

En paz descanse, Milton Friedman…

14 de noviembre de 2006

Renovación en AN

Javier Corral Jurado

El Consejo Nacional del Par tido Acción Nacional es, en la definición estatutaria, el segundo órgano más importante dentro de la estructura organizacional y la toma de decisiones; pero en la práctica, quizá sea el de mayor relevancia, aunque no se reúna tan seguido. De hecho en varios años, sólo ha cumplido con el mínimo requisito estatutario de reunirse cuando menos una vez al año. Lo que pasa es que cuando sesiona con la mayoría de sus más de 350 miembros, resuelve asuntos de la mayor trascendencia para la vida del país y del partido, entre ellos, "elegir al presidente y a los miembros del Comité Ejecutivo Nacional y revocar las designaciones que hubiere hecho cuando considere que existe causa justificada para ello".

Ese órgano designa entre sus miembros las comisiones que tienen que ver con el funcionamiento permanente del partido, "así como designar las comisiones que estime necesarias para fines específicos, las cuales deberán rendir un informe anual de actividades". Junto con estas y otras facultades ejerce, desde hace seis años, la fundamental decisión de "aprobar la plataforma para las elecciones federales, previa consulta a la militancia a través de los órganos estatales y municipales", lo que antes estaba reservado a las convenciones nacionales.

El consejo es el ámbito estratégico desde el que se orienta en programas la doctrina y el pensamiento del partido, y escoge a los hombres y mujeres para que encarnen en la práctica política y en la cotidianidad del esfuerzo partidario esos valores. Está a la vista su importancia.

De ahí que la convocatoria para su renovación, publicada por el Comité Ejecutivo Nacional la semana pasada, tenga enorme significación. De su nueva integración dependerá en buena medida el futuro del PAN, y de México. Será el espacio en el que se dirima y concrete el papel del partido frente al gobierno de Felipe Calderón, y se resuelva una visión de conjunto sobre la necesidad de una nueva proyección social de los postulados fundacionales al campo de la realidad, en donde los resultados electorales nos obligan a reflexionar sobre impostergables cambios a algunas de nuestras instituciones, así como encarar con nuevos enfoques y medidas radicales la insultante desigualdad social. "Rebasar por la izquierda", la frase con la que Calderón ha definido su entendimiento de este reto, necesitará de hondas redefiniciones en la manera como Acción Nacional concibe la distribución de la riqueza, y la asignación del gasto público. No acertar en esa nueva proyección de carácter programático puede significar nuestra última oportunidad.

Además de este esencial reto, no está por demás advertir que -también el nuevo consejo-, constituirá la oportunidad para evaluar y ratificar el desempeño de nuestra actual dirigencia, o para buscar su relevo en el plazo sucesorio.

Sin embargo, una engorrosa convocatoria pone piedras en ese camino, porque contiene elementos muy delicados en su formulación y abre una gran discrecionalidad para seleccionar a quienes aspiren a ser consejero nacional.

Al aberrante filtro de aplicar un examen de conocimientos a los militantes que quieran ser consejeros -contenido en el artículo 45 de los estatutos y que ha resultado una de las medidas de mayor exclusión de la vieja guardia del partido-, el Comité Ejecutivo Nacional a través de la coordinación de la secretaría nacional de doctrina y formación ha desarrollado dos modalidades para llevarla a cabo: "Evaluación en computadora", el 28 de enero, 4 y 11 de febrero de 2007, y "Entrevista en línea", que se realizará entre el 21 de noviembre de 2006 al 15 de enero de 2007.

La "Evaluación en computadora" se aplicará a los miembros activos que, habiendo cumplido con los requisitos estatutarios, no hayan sido consejeros nacionales o, los miembros activos que no hayan presentado o que no hayan acreditado la evaluación aplicada a los aspirantes al Consejo Nacional en 2004. Además de incorporar el elemento de manejo informático de carácter computacional, con lo que se termina de echar prácticamente a los más viejos del partido, la aplicación será colectiva y centralizada en la ciudad de México.

La evaluación "Entrevista en línea" se aplicará para los aspirantes que: "hayan sido consejeros nacionales o, hayan aprobado la evaluación anterior, aplicada para aspirantes al Consejo Nacional en 2004 o, tengan 15 años de militancia y sean consejeros estatales, al día de la publicación de esta convocatoria".

A diferencia de la "guía de estudios" que, para los que se inscriban a la "Evaluación en computadora", se pondrá a disposición vía electrónica y en los comités directivos estatales, en el caso de la "Entrevista en línea" no se señala mayor procedimiento ni se establecen reglas de cuál será el criterio y en quiénes estará la decisión de calificar si acredita o no. Lo que abre una discrecionalidad inadmisible en un proceso de tal importancia en la vida del partido.

Es necesario revisar esos términos, y dotar de certidumbre, confianza e imparcialidad la renovación del consejo nacional. No debe ser admisible trastocar toda una tradición democrática, por el empeño de una visión estrictamente burocrática.

Profesor de la FCPyS de la UNAM

13 de noviembre de 2006

Vocación política

José Antonio Crespo

Un político sin vocación política es un pobre político. Para serlo (o al menos uno más o menos exitoso) no basta con elegir la política como profesión. Al igual que no basta determinar ser actor, pintor, músico, novelista, científico, deportista o torero para tener una carrera promisoria en esas áreas. Si no se posee talento suficiente se estará destinado al fracaso. A veces se confunde la vocación política con el gusto por ella o la simple ambición de obtener los beneficios que le son inherentes (el poder, el prestigio, la notoriedad pública, la corte de zalameros, los reflectores permanentes, la oportunidad de enriquecerse, el boato del que se es protagonista).

Pero no, la vocación política supone una serie de aptitudes sin las cuales se tiene poca o ninguna posibilidad de desplegar un buen desempeño. La intuición, la sensibilidad política, la perspicacia para entender situaciones harto complejas, la capacidad de convencer (y engañar) a otros, el sentido de oportunidad (timing), la capacidad para descifrar la mente de los interlocutores, la determinación con el fin de asumir decisiones difíciles. Y para eso no basta tampoco hacer a un lado los muchos o pocos escrúpulos morales con que se haya crecido.

Prescindir de la ética ayuda mucho en las lides políticas, pero tampoco garantiza el éxito. Se debe tener talento, virtud política, como le llamaba Maquiavelo. Y eso no se adquiere en las aulas ni en los libros: se tiene o no madera para ello, como bien lo explicó Max Weber. Es una combinación de talento y pasión natos, que la experiencia bien puede pulir, pero nunca generar. Lo que natura non da…

Y, sin embargo, muchas personas sin esa vocación entran a la política, con diversa suerte. O no llegan muy lejos o, si llegan, hacen mal papel. Algunos piensan que quien alcanza un cargo político importante es que tenía vocación y talento políticos. Tampoco es preciso. Diversas condiciones, muchas veces azarosas, pueden abrir las puertas del poder, pero una vez ahí, no saber qué hacer con él o jugarle al aprendiz de brujo. Tener un amigo o familiar que “llegó”, casarse con un poderoso, heredar un reino o aprovechar circunstancias favorables, pero ajenas al talento personal, ha permitido a muchos encumbrarse en cargos elevados.

Pero eso no significa ni garantiza que se despliegue un ejercicio adecuado del poder (como ejemplifica el triste caso de Maximiliano). Suele ocurrir también que un líder social capaz de mover muchedumbres, desde el despacho de gobierno no sepa cómo conducirse. Ahí está Francisco Madero o, más recientemente, el polaco Lech Walesa.

Hoy seguramente ya nadie piensa que Vicente Fox nació para la política. Fue un buen candidato que supo aprovechar una coyuntura favorable para triunfar, así como una campaña propagandística muy bien diseñada (y los publicistas saben de sobra que una buena frase puede vender un mal producto). Al poco tiempo de llegar a Los Pinos, empezaron a aflorar sus enormes carencias políticas. Además de mostrar, con el tiempo, una absoluta incapacidad de aprendizaje. La famosa “curva de aprendizaje” de la que mucho se habló, se pensó más tarde como “curva de lento aprendizaje”, para terminar convenciéndonos que dicha curva era simplemente inexistente en el caso de Fox: no sólo fue incapaz de aprender de otras experiencias recientes de México o el mundo (que es parte del talento político), sino que no aprendió ni de su propia estancia en el poder y tropezó una y otra vez con las mismas piedras. De plano resultó negado para esto

¿Qué lo llevó a entrar a la política a una edad madura y, en su momento, buscar la Presidencia? Supongo que un deseo genuino de cambiar el país, como sucedía con muchos antiguos panistas, combinado con la creencia de que poseía la vocación y el talento políticos para intentarlo.

Así lo explica él mismo en sus escritos de campaña. Manuel Clouthier fue el mayor responsable de su ingreso a la política. “Oye, Fox, en México siempre nos quejamos del sistema, de la deshonestidad y la corrupción, pero no hacemos nada para cambiarlo. Hagamos algo ahora”, le dijo en 1987. Su padre, en cambio, entendió que su hijo no era para estos menesteres: “Pero qué ocurrencia. ¿Para qué te metes en eso?”, le dijo don José.

Fox reflexionó más tarde: “Participar en política requiere de un largo y difícil aprendizaje; no bastan las buenas ideas, requieres de talento pero, sobre todo, de liderazgo”. Cierto. A los primeros tropiezos, Fox dudó de si la política era lo suyo: “Esto está del carajo. Mejor me regreso a mi chamba de empresario, en esa sí la hago”. Cierto. “Pero si algo tengo es que soy muy terco —cierto—, así que decidí continuar”. Luego volvió a titubear ante los enormes retos que veía. Y le reclamó a Clouthier: “Tú me embarcaste en esto y ya tengo broncas”. Y de nuevo, don Manuel nos hizo el gran favor: “No le saques al parche. No les demuestres miedo”, sabio consejo que debió practicar ya en la Presidencia (A Los Pinos, 2000).

En Los Pinos, el Presidente se fue percatando de que la política no era “enchílame otra” y empezó a claudicar de una responsabilidad histórica que nunca entendió. Hace apenas unos días, Fox reconoció. “El poder no es algo que me motiva; al revés” (7/IX/06). Haberlo dicho antes. Eso explica el banderazo que dio a la sucesión presidencial desde 2003 —creándonos un gran problema— con la inocultable ansiedad por “regresar al rancho” cuanto antes. Un resentiod Presidente se queja hoy de las duras críticas que le asestan analistas y periodistas y alega que ven “los toros desde la barrera”. Tiene razón. No es lo mismo ver la corrida desde las gradas. Pero los cronistas taurinos saben distinguir un diestro torero profesional de un “espontáneo” que salta al ruedo, con gran valentía, pero sin saber siquiera cómo se toma el capote.

6 de noviembre de 2006

El lavadero de manos

Leonardo Curzio

El estado mexicano tiene graves problemas de funcionamiento. La democracia ha distribuido poder entre las fuerzas políticas, pero el uso del mismo no se ha complementado con una asunción plena de las responsabilidades. El principio de autoridad se ha diluido porque la eficacia administrativa es deplorable y porque el cálculo político pesa más que el sentido de servicio al ciudadano. No es fácil encontrar a un funcionario que diga: yo soy responsable de esto. Todos los niveles de gobierno y poderes del Estado tienen siempre un pretexto para eludir su responsabilidad. En todo el territorio nacional se practica un "Poncio-Pilatismo" rayano en el cinismo, porque cuando hay éxitos son los primeros en colgarse medallas, pero a la hora de asumir costos, la culpa la tiene el otro.

Un buen número de alcaldes, por ejemplo, es incapaz de contener la oleada de violencia que enluta a sus demarcaciones; vamos, ni siquiera atienden los servicios más elementales como pavimentar calles y ordenar transportes públicos. Siempre tienen a la mano un saco de coartadas para eludir sus responsabilidades. Entre los gobiernos estatales es igualmente frecuente esta actitud.

A menudo la elusión de las responsabilidades viene de la mano de proclamas de cohesión y solidaridad, pero rara vez se escucha un mínimo de autocrítica sobre la debilidad de las haciendas locales o la ausencia de una estructura administrativa profesional. No hay, prácticamente, agendas locales de transformación del aparato administrativo. El centralismo nos deslumbra y creemos que todas las soluciones se ubican en el ámbito federal.

En el gobierno federal, sin embargo, el síndrome de escurrir responsabilidades es también muy frecuente. Se festinan los éxitos cada que tienen ocasión, pero se pasa bajo un prudente silencio el desempeño de las áreas en las que la atención al ciudadano es francamente deplorable. ¿Quién se hace, por ejemplo, responsable de que la frontera sur sea una coladera? ¿Quién responde por la pésima educación que muchos mexicanos reciben en el sistema escolar? ¿Quién nos responde por los litros de gasolina rasurados y las fugas de combustible?

Me sorprende constatar que el debate de las dirigencias partidistas pasa siempre por los temas constitucionales y no se haya reparado en que uno de los ángulos más importantes de la reforma del Estado es precisamente darle al ciudadano servicios de calidad. Tenemos, es verdad, un ciudadano de baja intensidad que aguanta con estoicismo los malos servicios que recibe, desde el transporte público hasta los aeropuertos. Sin reparar en que el voto es una forma de pasar las facturas por el pobre desempeño, los ciudadanos noblemente siguen apoyando a los gobiernos de los partidos que les ofrecen esos servicios, como si la democracia fuera una cosa y la administración otra diferente.

No hay ideología que valga para cumplir con niveles mínimos de integridad y eficiencia los servicios básicos. No se pueden analizar desde un prisma ideológico los litros de combustible que por supuesto no son de izquierda ni de derecha, de la misma manera que la seguridad pública no es un asunto de ideologías, sino eficacia gubernamental.

Debemos empezar a exigir que en la agenda pública, el desempeño del gobierno ocupe el lugar que hasta el momento no ha tenido. El centralismo y la retórica no deben nublar nuestro juicio. Defender la soberanía no debe ser sólo un discurso encendido en el parlamento; debe fundamentalmente ser la defensa de los derechos de todos los mexicanos a tener una educación de calidad, un sistema de salud decoroso, una red de carreteras medianamente decente. La misión principal de un gobierno es precisamente gobernar, y gobernar entre otras cosas significa proveer al ciudadano de los servicios que requiere.

Analista político

4 de noviembre de 2006

Hacia la nueva banca mexicana

Las leyes bancarias siguen evolucionando, pero requieren que otras instituciones hagan cambios para operar con más eficiencia.

Pero esto no debe vulnerar la solidez de la banca ni sentarse en bases inequitativas. Los nuevos agentes promoverán la competencia sólo si cuentan con capital, liquidez, tecnología, independencia y bases operativas adecuadas.

Un aspecto que hay que resolver en el futuro próximo tiene que ver con el nivel máximo de interrelación patrimonial y corporativa entre industria, comercio y banca. En el mundo se ha procurado evitar que los bancos inviertan una parte importante de su capital en negocios no financieros y, consecuentemente, para impedir que los consorcios industriales o comerciales controlen bancos o incidan de forma indebida en sus decisiones. Esta separación evita la transferencia de costos o de riesgos que pueden poner en peligro la solvencia de la banca y con ello, al sistema financiero y de pagos.

Deben continuarse los esfuerzos para que la regulación sea eficiente, con la menor cantidad de costos y cargas posibles a los bancos. Cuando las regulaciones resultan demasiado gravosas, no sólo se encarecen los servicios, sino además frenan la expansión de la actividad bancaria y fomentan la intermediación financiera de actores no institucionales.

La regulación financiera en el mundo ha tendido a sujetar los intereses y comisiones de los bancos a la competencia económica más que a topes obligatorios. Itzhak Swary y Barry Topf revelan en su libro La desregulación financiera global (fce, 1993) que la desregulación de las tasas de interés ha producido una reducción de los ingresos de los bancos por concepto de intereses a nivel mundial.

La regulación debe asegurar que la banca esté capitalizada, sujeta a reglas estrictas de transparencia, inmersa en una mayor competencia y operando bajo principios de gobierno corporativo. Este enfoque promovería la actividad, al enfocarse fundamentalmente en la protección a los ahorradores mediante un seguro de depósito (como el ipab), la protección a la economía de las vicisitudes del sistema financiero y la orientación y protección a los clientes de los bancos.

El Congreso está analizando una iniciativa de reforma a la Ley de Instituciones de Crédito que detalla los procedimientos administrativos ante las autoridades financieras y establece un catálogo más detallado y estricto de sanciones administrativas y penales a los bancos y a sus funcionarios. El gobierno ha dado a conocer que trabaja en una iniciativa de quiebras bancarias, con lo que prácticamente se cerrarían el proceso de revisión integral de la legislación bancaria (que ya incorporó alertas tempranas y mecanismos para resolver problemas de insolvencia o liquidez).

La existencia de diversas autoridades financieras federales (Banxico, shcp, cnbv, ipab, Condusef) en ocasiones encarece el costo regulatorio para los bancos. Convendría consolidar la tendencia que respeta la autonomía de Banxico y concentra la mayoría de los aspectos operativos de la regulación en la cnbv. También deben revisarse las reglas de deuda pública federal y local, pues dificultan la aplicación de mecanismos modernos de financiamiento e impiden el acceso a crédito a los municipios más pobres. El problema se agrava con legislaciones locales inapropiadas y con mecanismos de garantía complejos y riesgosos en mayor o menor grado.

Bancarización
Es prioritario seguir extendiendo la cobertura y diversidad de servicios financieros a un mayor número de personas y regiones. Para ello deberán crecer las redes de intermediarios especializados y de la banca, tanto en forma directa (sucursales, oficinas y cajeros) como indirecta, por medio de prestadores de servicios sujetos a controles adecuados (outsourcing). Sería conveniente difundir una mayor cultura bancaria en la que resulte fácil comprender la lógica de la intermediación y el papel de los principales agentes: los ahorradores necesitan seguridad y rendimientos; los acreditados necesitan dinero prestado a tasas y plazos accesibles con la menor restricción posible a su actividad, y los inversionistas de los bancos requieren incentivos para recuperar su capital con un rendimiento apropiado.

La regulación también busca reducir las asimetrías existentes entre los bancos y sus clientes. El principal elemento para ese fin es que la clientela tenga fácil acceso a información para estar en aptitud de tomar decisiones. Los bancos deben mejorar sus mecanismos internos para atender las reclamaciones y quejas de los usuarios, con lo cual no sólo cumplen un deber legal, sino además aumentan su capacidad de mantener e incrementar su clientela.

Entorno institucional
Otra prioridad es consolidar el estado de derecho que supone una mayor efectividad de la legislación en la sociedad y en su gobierno y niveles aceptables de seguridad pública. A nivel local debe impulsarse el desarrollo administrativo y el control interno. Los registros públicos de la propiedad, los órganos de procuración de justicia y los tribunales locales merecen especial atención.

El aspecto legislativo es determinante para el desarrollo de la banca. El fortalecimiento del Congreso de la Unión denota una maduración política e institucional de México, pero en ocasiones también deriva en inflación legislativa y en iniciativas motivadas con fines de notoriedad y aprobadas por acuerdos políticos. La elaboración de leyes debe sujetarse a consideraciones de constitucionalidad, técnica legislativa y medición del impacto regulatorio. Se necesita un Poder Legislativo que produzca menos leyes, pero más deliberadas, analizadas y cuidadosamente elaboradas.

Autor: F. Jorge Gaxiola Moraila

El mejor portado

Chile es el único país latinoamericano que se ubica entre los 30 estados más reconocidos por el wef.

Con excepción de Chile, los países latinoamericanos siguen muy atrasados en la competitividad global, según el reporte 2006-2007 recopilado por el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés).

Ese país andino es el único de la región que figura entre las 30 economías de mayor competitividad, gracias a sus sólidas instituciones y a sus eficientes mercados.

El resto de los países latinoamericanos se ubica debajo de las naciones de Asia de medianos ingresos y de los mercados emergentes de Europa Central.

En la posición 27 (la misma que ocupaba en 2005), Chile se ubica por debajo de Estonia y Malasia, y apenas arriba de España y la República Checa.

El reporte explica que buena parte de su valoración se debe a que las instituciones chilenas operan con niveles de transparencia y apertura que llegan a superar incluso a los de Estados Unidos.

Además, tiene un manejo competente de su macroeconomía junto con políticas proempresariales y orientadas al mercado, en un contexto relativamente libre de distorsiones.

Le dieron puntos también sus inversiones en infraestructura, educación y salud.

Con todo esto en su haber, el gran desafío chileno ahora es mejorar la calidad de su capital humano para lograr los niveles promedio de capacitación de otros países, como Irlanda, donde este factor lo ha hecho subir a la posición 21.

Rezagados en el ranking

En el reporte del WEF, México se sitúa en el lugar 58 entre las 125 naciones incluidas en el listado. Señala que subió un escalón en el índice respecto al año pasado, pero destaca que si bien el país es sumamente estable en términos económicos, tiene un desempeño errático en los demás criterios que se usan para determinar el nivel de competitividad. Por un lado, obtiene resultados buenos en educación primaria y salud, en eficiencia de mercados, en ingreso de inversión extranjera directa y transferencia de tecnología. Sus lazos cercanos con Estados Unidos a través del TLCAN también son una gran ventaja. Sin embargo, exhibe las mismas debilidades institucionales (a nivel judicial, regulatorio, entre otras) que retrasan los niveles de competitividad en la mayoría de sus pares latinoamericanos. Sus grandes pendientes son la agudización del problema delictivo y la baja inversión en educación secundaria y terciaria.

Brasil, la otra gran economía de Latinoamérica, está en el puesto 66, con una caída de nueve lugares, tras ocupar el año pasado el 57. Esto se debe a sus actuales desafíos macroeconómicos, como un gran déficit presupuestario y la carga de una deuda externa grande con respecto a otros países, lo cual hace que su estabilidad económica sea más frágil.

Los niveles elevados de deuda del gobierno y las tasas de interés extremadamente altas también afectan negativamente a su inversión en el sector privado y contribuyen a disminuir su crecimiento económico. Asimismo, la excesiva burocracia y corrupción en el gobierno han sido fuertes puntos en contra de su competitividad.

Para el caso de Argentina, las dificultades en el clima de negocios se reflejan en un descenso de su calificación, al pasar del puesto 54 al 69 en el último año. El reporte del WEF señala que prevalecen las preocupaciones sobre la sustentabilidad de su rendimiento fiscal y crecimiento, básicamente por falta de transparencia institucional y la intervención del gobierno en la economía, sobre todo en contratos privados y regulaciones de precios.

La posición de Venezuela en la lista ha seguido cayendo, y ahora se ubica en la posición 88, cuatro lugares más abajo que el año pasado. A pesar de la enorme lluvia de dinero que recibe el gobierno gracias a las exportaciones de petróleo y, como consecuencia, el excedente de recursos, el país no ha sido capaz de traducir este auge económico en avances de desarrollo. Venezuela tiene otros síntomas negativos: instituciones deficientes (sobre todo para combatir la corrupción) y una intervención indebida del gobierno en la economía.

A pesar de los declarados objetivos sociales y de redistribución de la “Revolución Bolivariana” que enarbola el presidente Hugo Chávez, las tasas de matriculación en las escuelas son pobres (apenas más altas que las de Vietnam, Surinam y China) y la tasa de mortalidad infantil es de 16 por cada 1,000 nacimientos vivos, lo que pone a esa nación latinoamericana al nivel de Albania en ese rubro.

Otros con peor desempeño
Los otros países de América Latina que aparecen en el índice preparado por el WEF se ubican en lugares aún más bajos. La mayoría carecen de instituciones convincentes y dignas de crédito, lo que los ubica entre las economías de peor desempeño.

Según el Reporte que prepara el Foro Económico Mundial desde Suiza, Paraguay, Bolivia, Nicaragua y Ecuador padecen problemas como derechos de propiedad deficientemente definidos, influencia indebida del gobierno, estados ineficientes e inestables ambientes de negocios.

Asimismo, en esas naciones los altos niveles de delictivos y la corrupción dificultan la operatividad y competitividad de las empresas.

Una conclusión clave, contenida en el Reporte de Competitividad Global, es la importancia de que haya instituciones fuertes para el desarrollo y la competitividad. Las reformas de la década pasada orientadas al libre mercado han estabilizado muchas economías latinoamericanas pero no han sido suficientes para elevar su competitividad.

A menos que los gobiernos consoliden reformas institucionales y estructurales amplias, es probable que en Latinoamérica se agudicen los rezagos social y económico.

Por estas razones, son pocas las perspectivas para que los países de la región atraigan más inversión extranjera.

Un reciente estudio de The Economist Intelligence Unit (EIU) sobre las tendencias globales de inversión señala que la persistente debilidad estructural, así como la carga de tener que cumplir con pesadas deudas externas, entorpecen la Inversión Extranjera Directa en la región, que se desalienta ante los costos de la burocracia excesiva, las deficiencias de infraestructura y la baja inversión en capital humano.