4 de noviembre de 2006

El mejor portado

Chile es el único país latinoamericano que se ubica entre los 30 estados más reconocidos por el wef.

Con excepción de Chile, los países latinoamericanos siguen muy atrasados en la competitividad global, según el reporte 2006-2007 recopilado por el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés).

Ese país andino es el único de la región que figura entre las 30 economías de mayor competitividad, gracias a sus sólidas instituciones y a sus eficientes mercados.

El resto de los países latinoamericanos se ubica debajo de las naciones de Asia de medianos ingresos y de los mercados emergentes de Europa Central.

En la posición 27 (la misma que ocupaba en 2005), Chile se ubica por debajo de Estonia y Malasia, y apenas arriba de España y la República Checa.

El reporte explica que buena parte de su valoración se debe a que las instituciones chilenas operan con niveles de transparencia y apertura que llegan a superar incluso a los de Estados Unidos.

Además, tiene un manejo competente de su macroeconomía junto con políticas proempresariales y orientadas al mercado, en un contexto relativamente libre de distorsiones.

Le dieron puntos también sus inversiones en infraestructura, educación y salud.

Con todo esto en su haber, el gran desafío chileno ahora es mejorar la calidad de su capital humano para lograr los niveles promedio de capacitación de otros países, como Irlanda, donde este factor lo ha hecho subir a la posición 21.

Rezagados en el ranking

En el reporte del WEF, México se sitúa en el lugar 58 entre las 125 naciones incluidas en el listado. Señala que subió un escalón en el índice respecto al año pasado, pero destaca que si bien el país es sumamente estable en términos económicos, tiene un desempeño errático en los demás criterios que se usan para determinar el nivel de competitividad. Por un lado, obtiene resultados buenos en educación primaria y salud, en eficiencia de mercados, en ingreso de inversión extranjera directa y transferencia de tecnología. Sus lazos cercanos con Estados Unidos a través del TLCAN también son una gran ventaja. Sin embargo, exhibe las mismas debilidades institucionales (a nivel judicial, regulatorio, entre otras) que retrasan los niveles de competitividad en la mayoría de sus pares latinoamericanos. Sus grandes pendientes son la agudización del problema delictivo y la baja inversión en educación secundaria y terciaria.

Brasil, la otra gran economía de Latinoamérica, está en el puesto 66, con una caída de nueve lugares, tras ocupar el año pasado el 57. Esto se debe a sus actuales desafíos macroeconómicos, como un gran déficit presupuestario y la carga de una deuda externa grande con respecto a otros países, lo cual hace que su estabilidad económica sea más frágil.

Los niveles elevados de deuda del gobierno y las tasas de interés extremadamente altas también afectan negativamente a su inversión en el sector privado y contribuyen a disminuir su crecimiento económico. Asimismo, la excesiva burocracia y corrupción en el gobierno han sido fuertes puntos en contra de su competitividad.

Para el caso de Argentina, las dificultades en el clima de negocios se reflejan en un descenso de su calificación, al pasar del puesto 54 al 69 en el último año. El reporte del WEF señala que prevalecen las preocupaciones sobre la sustentabilidad de su rendimiento fiscal y crecimiento, básicamente por falta de transparencia institucional y la intervención del gobierno en la economía, sobre todo en contratos privados y regulaciones de precios.

La posición de Venezuela en la lista ha seguido cayendo, y ahora se ubica en la posición 88, cuatro lugares más abajo que el año pasado. A pesar de la enorme lluvia de dinero que recibe el gobierno gracias a las exportaciones de petróleo y, como consecuencia, el excedente de recursos, el país no ha sido capaz de traducir este auge económico en avances de desarrollo. Venezuela tiene otros síntomas negativos: instituciones deficientes (sobre todo para combatir la corrupción) y una intervención indebida del gobierno en la economía.

A pesar de los declarados objetivos sociales y de redistribución de la “Revolución Bolivariana” que enarbola el presidente Hugo Chávez, las tasas de matriculación en las escuelas son pobres (apenas más altas que las de Vietnam, Surinam y China) y la tasa de mortalidad infantil es de 16 por cada 1,000 nacimientos vivos, lo que pone a esa nación latinoamericana al nivel de Albania en ese rubro.

Otros con peor desempeño
Los otros países de América Latina que aparecen en el índice preparado por el WEF se ubican en lugares aún más bajos. La mayoría carecen de instituciones convincentes y dignas de crédito, lo que los ubica entre las economías de peor desempeño.

Según el Reporte que prepara el Foro Económico Mundial desde Suiza, Paraguay, Bolivia, Nicaragua y Ecuador padecen problemas como derechos de propiedad deficientemente definidos, influencia indebida del gobierno, estados ineficientes e inestables ambientes de negocios.

Asimismo, en esas naciones los altos niveles de delictivos y la corrupción dificultan la operatividad y competitividad de las empresas.

Una conclusión clave, contenida en el Reporte de Competitividad Global, es la importancia de que haya instituciones fuertes para el desarrollo y la competitividad. Las reformas de la década pasada orientadas al libre mercado han estabilizado muchas economías latinoamericanas pero no han sido suficientes para elevar su competitividad.

A menos que los gobiernos consoliden reformas institucionales y estructurales amplias, es probable que en Latinoamérica se agudicen los rezagos social y económico.

Por estas razones, son pocas las perspectivas para que los países de la región atraigan más inversión extranjera.

Un reciente estudio de The Economist Intelligence Unit (EIU) sobre las tendencias globales de inversión señala que la persistente debilidad estructural, así como la carga de tener que cumplir con pesadas deudas externas, entorpecen la Inversión Extranjera Directa en la región, que se desalienta ante los costos de la burocracia excesiva, las deficiencias de infraestructura y la baja inversión en capital humano.

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