25 de noviembre de 2008

Obligación

FEDERICO REYES HEROLES

La renuncia de Rafael Tovar y de Teresa, como organizador de la conmemoración del Bicentenario y del Centenario es una pésima noticia. Lo es porque Tovar y de Teresa es un hombre capaz, sensible, culto y con una larga experiencia administrativa. Es un promotor natural con ingenio y creatividad. Fue una espléndida designación. Los motivos de su salida –desorganización, falta de apoyo y las zancadillas típicas del pequeño poder- son preocupantes en sí mismas. La Presidencia de la República no puede darse lujo de que mezquindades enanas dificulten esta obligación nacional. Su salida no es un movimiento burocrático, sino un tropiezo político. Su reemplazo a estas alturas será difícil.

Es también una pésima noticia porque la conmemoración es una excelente oportunidad para reflexionar a la distancia sobre dónde estamos parados como Nación, sobre nuestras carencias, pero también sobre los logros. Tovar y de Teresa deja un plan que debe ser retomado, pues es trabajo acumulado de muchos mexicanos que fueron consultados. Es una gran oportunidad para buscar el equilibrio en los juicios. Recuerdo que hace un par de años un legislador de larga carrera salió con una declaración incendiaria: México no tiene nada que conmemorar. ¿Ignorancia o inquina? Imaginemos dónde estaba México hace un siglo o dos en asuntos nodales como analfabetismo, salud pública, comunicaciones. Simplemente cuál era la esperanza de vida hace un siglo o dos, cuál era la mortalidad infantil o materna. Pensemos en la integración nacional, en cómo nos transportábamos, en las dificultades para establecer o mantener vínculos personales, políticos, comerciales, en la fragmentación como origen, en la vastedad del territorio como desafío, en la diversidad cultural como reto.

Recordemos el Siglo XIX plagado de inestabilidad, la infinita sucesión de gobiernos incapaces de ejercer dominio real sobre el territorio, de ahí la pérdida de casi la mitad del País a manos estadounidenses. No olvidemos cómo y cuando se integró Chiapas a la Federación, última entidad que estuvo a punto de buscar su propia ruta. Recordemos las decenas de intervenciones militares, nuestra fragilidad como Nación frente a las potencias. No podemos olvidar la intentona imperial con Maximiliano a la cabeza y el peregrinar de Juárez con la República sobre la espalda. Qué decir de la lenta secularización de la sociedad mexicana que supuso encarar al omnipresente poder de la iglesia, de un auténtico Estado dentro del Estado. ¿Nada qué conmemorar? Recordemos las condiciones de vida durante el porfiriato, a la sociedad campesina, paupérrima, rural, analfabeta que dio vida a las demandas revolucionarias. El millón de muertos no fue en vano. La consigna de mayor justicia social permeó en las instituciones que surgieron de allí.

Con todas las deformaciones del estado autoritario, la gran mayoría de las instituciones que hoy siguen vigentes provienen de una fase de edificación de una república. La UNAM, la SEP, el Banco de México, el IMSS, el Politécnico, Bellas Artes, el INAH, Pemex, CFE, el Sistema Nacional de Salud, el ISSSTE, los institutos de Nutrición, Cardiología, Oncología, etc., el Infonavit. Se dice fácil 97% de electrificación, pero hace un siglo ni siquiera soñábamos con eso. Presas, carreteras, puentes, infraestructura que no estaba allí. Se dice rápido tener decenas de aeropuertos, pero simplemente hace un siglo no existían. Afirmamos con toda tranquilidad que las Fuerzas Armadas son una de las instituciones más acreditadas frente a la sociedad mexicana, pero ello no es así en muchos países de Centro y Sudamérica.

Los pendientes son muchos, la pobreza en que se encuentra uno de cada cinco mexicanos y por supuesto la extrema en que están atrapados alrededor de 13 millones de compatriotas es motivo suficiente para alterar la conciencia. La brecha de desigualdad que se resiste a disminuir es otro pendiente nacional. El desastre agrario, la depredación de nuestros recursos son venas abiertas. Pero no podemos negar el predominio del México de clases medias que hoy vivimos. No es lo mismo la desigualdad desde el hambre que cuando se tienen los mínimos cubiertos. Por desgracia una de las lecciones del Siglo XX es que resulta menos difícil acabar con la pobreza que con la desigualdad. Ese es un tema a debate puesto que la Revolución buscó la justicia antes que la prosperidad general.

El bicentenario y el centenario también deben ser un buen motivo de reflexión sobre el futuro. Dónde puede estar México a mitad de siglo en un mundo en el que, de seguir las actuales tendencias, China, India y la Unión Europea podrían desplazar a los Estados Unidos. Pero de nuevo, quién hubiera imaginado hace dos siglos o un siglo o hace 50 años, que México podía convertirse en una potencia exportadora capaz de penetrar el mercado estadounidense y ser uno de sus principales socios comerciales. Es un buen momento para reflexionar sobre nuestro débil papel en ciencia y tecnología y en cómo incrementar los niveles educativos sin los cuales no habrá prosperidad. Pero no sólo se trata de reflexionar, también se puede actuar. Retomo una idea de Héctor Aguilar, por qué no pensar en 100 ciudades con internet inalámbrico para que no todo se quede en quioscos y plazoletas.

2010 debe ser ante todo un momento de consolidación de los grandes acuerdos. Es así como se construye una nación. ¿Nada que conmemorar?, por favor, más sensatez. No usemos esa fecha para mentir y denigrar el trabajo de muchas generaciones de mexicanos que creyeron en un futuro más prospero que hoy es innegable. La conmemoración es obligada, México se la merece.

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