18 de diciembre de 2007

Vuelta al solidarismo

Javier Corral Jurado

Trece años antes de fundar al Partido Acción Nacional, en 1926, Manuel Gómez Morín trazaba con claridad la ruta que a su generación —la de 1915— correspondía caminar y los retos extraordinarios que debían enfrentar para encausar las preocupaciones sociales y buscar un remedio, más allá de la acción política inmediata que planteaba el momento, entre la opción por caudillos y el encasillamiento en el socialismo, colectivismo, individualismo, comunismo.

“Hace falta una definición de tendencia y de actitud; la afirmación de un valor siquiera, en torno del cual se reúnan los esfuerzos dispersos y contradictorios”, “una ideología de la vida mexicana. Una ideología sin mistificaciones de oratoria, adecuada a propósitos humanos que resuelva en la acción y no en la literatura, las graves contradicciones que estamos viviendo” y proponía como elemento primordial y objetivo para orientar esa acción el hecho ineludible del dolor humano.

“El dolor de los hombres es la única cosa objetiva, clara, evidente y constante. Y no el dolor que viene de Dios, no el dolor que viene de una fuente inevitable, sino el dolor que unos cuantos hombres causamos a otros hombres, el dolor que originan nuestra voluntad o nuestra ineficacia para hacer una nueva y mejor organización de las cosas humanas. Todo lo demás es discutible e incierto”.

Sabía Gómez Morín que “mientras los hombres consuman lo mejor de su vida y de su energía en librarse de los más bajos dolores —la miseria y la opresión— será imposible que logren alcanzar propósitos superiores e ideales más altos”. Luego lo trasladaría como uno de los principios de la doctrina que organizó, ya desde Acción Nacional: “La miseria y la ignorancia son fruto del desorden moral y económico que la injusticia, la anarquía y la opresión introducen en la sociedad”. Y al final de cuentas, ese fue el eje esencial del PAN.

Esa línea de preocupación social se fue debilitando tras la muerte de Adolfo Christlieb Ibarrola y con la renuncia al PAN de Efraín González Morfín, los dos mejores ideólogos continuadores de los dos principales doctrinarios Gómez Morín y González Luna. Aquellos impulsaron en 1965 la primera gran proyección social de los principios fundacionales de éstos, dando concreción en plataformas legislativas y propuestas de gobierno al pensamiento solidarista. Y aunque en 2002 el partido aprobó una nueva proyección de sus principios al campo de la realidad, en la última década casi se borra en los hechos, ese talante socialdemócrata y solidarista que otrora nos distinguió.

Bajo este marco de ideas pienso que la elección de Germán Martínez Cázares como presidente nacional del PAN es una esperanza para los solidaristas y los demócratas de México, una oportunidad para retomar ese rumbo, en la conciencia de que “la victoria cultural de la democratización en México es una parte de la tarea de Acción Nacional. La otra parte de esa misma misión está en lograr la igualdad entre los mexicanos”, como lo dijo en su magnifico discurso de hace una semana, este michoacano de 40 años que entendió desde muy joven que el humanismo político planteado en los documentos del PAN es el auténtico solidarismo, “en el que el hombre queda definido principalmente por la responsabilidad de su destino en comunidad”. “El cambio de estructuras que el PAN busca, es un cambio de estructuras políticas para alcanzar la democracia, y es un cambio de estructuras económicas para alcanzar la justicia”.

En ese discurso, Germán Martínez recordó que el partido, “Debe tomar sus inevitables deberes sociales en la construcción del bien común; que no es la maximización de los intereses particulares, sino la participación generosa del ciudadano en la construcción de la patria. Alcanzar un orden político justo sin excepciones al cumplimiento de la ley, y edificar un orden económico justo sin privilegios, son las dos caras de la misma moneda que siempre ha mostrado y debe seguir mostrando la lucha, la verdadera lucha de Acción Nacional”.

Esta es la esperanza de quienes hemos concurrido a ofrecer nuestro apoyo a las tareas del nuevo dirigente. La de retomar la promesa del “futuro solidario y justo, que busque el centro político, por donde debe transitar nuestra organización. Una nueva ruta de orden interno, de unidad y de una dirigencia nacional que no sea tribunal entre panistas, sino que busque el permanente vínculo con la sociedad”. “Una ruta para enfrentar al relativismo político, al individualismo que produce la sociedad de consumo y la cultura de la muerte, una ruta que fortalezca a la defensa de la vida, la virtud cívica, el aprecio a la comunidad y el valor central de la persona”, como él mismo lo expresó.

Este planteamiento tiene consecuencias fundamentales, ineludibles, en el momento actual de nuestra vida política, económica y social, y particularmente en nuestra condición de partido gobernante. Urge a concretar los esfuerzos por hacer del PAN un partido de centro político, moderno, comprometido con la cultura, y alejado de la pretensión de estar legislando sobre la moral religiosa. Un partido que resuelva con toda claridad en sus programas de gobierno y en la revisión de las políticas económicas, optar de manera preferencial por los que menos tienen, pueden y saben, los más pobres de México. A quienes, en tono desusado y quizá atípico, pero sincero, ofreció Germán Martínez su gestión al frente del PAN.

Profesor de la FCPyS de la UNAM

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