Carlos Ball es Periodista venezolano, director de la agencia de prensa AIPE y académico asociado del Cato Institute.
Los venezolanos de mi generación recordamos cuando el Banco Central era una institución seria y cuando Petróleos de Venezuela (PDVSA) estaba dirigida por ejecutivos capaces, quienes habían aprendido a gerenciar las complejas operaciones de una gran empresa petrolera trabajando para la Creole (subsidiaria venezolana de lo que hoy es Exxon-Mobil) o en los campos y refinerías de la Royal Dutch/Shell.
Pero eso es historia antigua. Hoy en PDVSA rige la politiquería y el engaño. Según cifras “oficiales”, Venezuela produce actualmente 2,86 millones de barriles de petróleo diarios, pero tanto la Agencia Internacional de Energía (AIE) como la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) estiman que la cifra real apenas si llega a 2,3 millones, o sea casi 600 mil barriles menos de lo que informa oficialmente el gobierno venezolano. ¿Por qué la mentira? Para tratar de tapar la ignorancia, ineficiencia, incapacidad, patrañas y negocios sucios de quienes han sido nombrados por Chávez, a lo largo de diez años, para dirigir la otrora eficiente industria petrolera venezolana.
¿Sorpresa? Ninguna. En 1959, hace exactamente 50 años, vimos cómo el comunismo aseguró la caída de la industria azucarera cubana, tras la decisión del Che Guevara de desviar las exportaciones que se hacían a Estados Unidos —que según él eran “un instrumento de opresión imperialista”—, para mandarlas más bien a la Unión Soviética.
En Venezuela, tras el reciente cierre de la planta Mitsubishi y de otras grandes empresas privadas que han sido confiscadas o cuyos dueños han preferido cerrar las puertas, Chávez promete acabar con lo que él llama “la sequía en Venezuela”, a través de su “modelo económico socialista”. Las recientes medidas incluyen mayor manipulación del acceso a los dólares, aunque supuestamente se mantiene la tasa de 2,5 bolívares fuertes por dólar para la importación de alimentos, maquinarias y materias primas. Claro que si el cambio oficial es 2,5 por dólar y el cambio en el libre mercado es 6,50 por dólar, tan inmensa diferencia se presta a fabulosos negocios e inmensas utilidades bajo la mesa para quienes tienen acceso al dólar barato; es decir, para los burócratas poderosos, familiares y amigos de Chávez.
Las marchas y demostraciones de los venezolanos en protesta contra la Ley Orgánica de Educación, que transfiere la patria potestad de los padres a manos de la burocracia, confrontaron brutales ataques de soldados y policías.
Pero Chávez tiene muchos otros motivos para celebrar: Caracas es hoy la ciudad más cara de América Latina y la segunda en cuanto a inseguridad personal, robos y crímenes.
La General Motors, empresa que producía la mitad de los vehículos que se venden en Venezuela, también cerró desde junio sus operaciones allá por no tener acceso a dólares, mientras confronta deudas de más de 1.200 millones de dólares con sus suplidores del exterior. Pero Chávez ahora dice que su gobierno fabricará los automóviles que necesita el pueblo venezolano.
Los pleitos, amenazas y vulgaridades de Chávez contra el presidente colombiano Álvaro Uribe le hacen mucho más daño al consumidor venezolano que al colombiano porque Venezuela importó de Colombia mercancías y alimentos por un valor de 6 mil millones de dólares en 2008, mientras que sus exportaciones al vecino país alcanzaron apenas 1.200 millones de dólares.
La escasez de dólares también ha sido un rudo golpe para otros sectores industriales en Venezuela, principalmente los textiles y la petroquímica, a la vez que la producción total del sector manufacturero cayó 8,5 por ciento en el segundo trimestre y se espera una reducción mayor para el resto del año.
Chávez, quien ha hecho gran amistad con gobernantes africanos, parece estar empeñado en convertir a Venezuela en una nación típicamente africana.
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