11 de agosto de 2009

Hipocresías

FEDERICO REYES HEROLES

La hipocresía no sólo es una desagradable actitud personal. Las naciones también pueden ser hipócritas. El TLC sufre de esa hipocresía. Cada dos años, cuando los Estados Unidos van a elecciones, surgen allá voces populistas que alegan sobre el desempleo provocado por el TLC entre otros múltiples males. Los candidatos a la Presidencia de uno y otro partido tratan de evitar el tema y si han de abordarlo no dudarán en ponerse del lado de los críticos. Fue el caso de Obama y Clinton. En México el asunto no anda mejor. Hablar bien del TLCAN remite al innombrable Salinas de Gortari que ha sido condenado por la opinión pública por las fechorías que brincaron al terminar su periodo. Por si fuera poco fueron priístas los que impulsaron el acuerdo y eso en épocas de alternancia no es muy popular. Para terminar de arruinar el cuadro resulta que el TLC es la criatura de los “tecnócratas” vistos ahora como personajes cercanos al demonio mismo.

Pero la realidad se impone. La idea rectora del Tratado era el carácter complementario de las tres economías, en particular la de México y Estados Unidos. Más allá de la voluntad de los mandatarios o de su simpatía hacia el libre comercio, el TLC ha sido un buen negocio. Las cuentas salen bien porque ese carácter complementario es real. De entrada está la demografía. La hipocresía estadounidense no admite la evidente necesidad de trabajadores jóvenes que presenta su pirámide poblacional. Los Estados Unidos “importan” mano de obra de manera legal pero también ilegal porque los niveles de productividad en varias ramas -agrícola, automotriz y en general manufactura- no podrían sostenerse sin esa mano de obra. Gracias al TLC y al superávit con Estados Unidos, los mexicanos podemos seguir comerciando con las otras áreas del mundo -Europa, Asía y la propia América Latina- con las cuales tenemos déficits.

Pero la integración apenas comienza. Los logros industriales eran los más previsibles pero no necesariamente serán los más importantes. El envejecimiento poblacional de los Estados Unidos y también de Canadá, así como el incremento en la esperanza de vida, están generando una enorme demanda de servicios personales que la mano de obra poco calificada de México puede atender. Además está el factor invierno que, gobierne quien gobierne, empuja a millones de personas a buscar un clima más benigno que México puede ofrecer. No es fantasía imaginar un corredor de viviendas para los millones de personas de la tercera edad y jubilados que buscan apoyos baratos para su vida cotidiana y buen clima. Entidades como Campeche, Yucatán, Quintana Roo, pero también Nayarit, Jalisco, Michoacán o Guerrero entre otros, pueden ofrecer servicios personales básicos y médicos a un costo muy inferior al de las zonas alternativas del norte del continente.

Lo mismo ocurre con la agricultura. A pesar de que no ha habido incentivos especiales ni una reforma que dé garantías patrimoniales plenas a la propiedad agrícola, a pesar de la falta de tecnificación, las exportaciones mexicanas de frutas y legumbres han crecido como nunca antes. El consumidor en el norte se ha beneficiado de los productos agropecuarios mexicanos. Para muestra está el aguacate que, saltando todas las barreras inimaginables que le han sido puestas, ha logrado conquistar un mercado lógico. Mirado desde una perspectiva de largo plazo los cambios apenas comienzan.

George Friedman, uno de los futurólogos más reconocidos en Estados Unidos, publicó hace poco tiempo un libro que ha generado revuelo: The Next 100 Years. Los escenarios planteados por el autor en lo esencial no dejan demasiadas dudas: a pesar de las hipocresías de uno y otro lado la integración del norte del continente continuará. Dado que la tasa de crecimiento poblacional de México ha caído sensiblemente, en el mediano plazo los Estados Unidos tendrán que buscar brazos jóvenes en otras latitudes. Los estados sureños de la Unión Americana llevarán una relación muy estrecha con México. La migración mexicana es atípica en tanto que mantiene los lazos hacia el sur. El impacto del envío de remesas será enorme. La integración podría ir mucho más lejos por ejemplo en lo que se refiere a energías alternativas como la eólica y solar, dado que el tema de los hidrocarburos es tabú en México.

Los retos son enormes, quizá el mayor sea la disparidad para la cual se deben buscar soluciones como ocurrió con la Unión Europea. Para Friedman el norte y centro de México se aproximarán en bienestar a los niveles promedio de EU, no así el sur de la República que necesitará fuertes impulsos en infraestructura, educación, salud, etc. para poder detonar un proceso de desarrollo que abata la pobreza. Pero hay otro reto menos tangible, el cultural. Mientras en Canadá, Estados Unidos y México, sus ciudadanos sigan negándose a admitir un destino común, regional, inevitable en un mundo global, las hipocresías seguirán dominado a la política. Somos esclavos de nacionalismos pedestres.

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