21 de agosto de 2009

Imaginar el futuro

Macario Schettino

Ayer se publicó ya el dato del PIB en el segundo trimestre de este año, reportando una caída de 10%. El peor momento de la crisis, en términos de producción, ha pasado. En junio tocamos el fondo, y desde entonces han pasado dos meses. La información económica suele publicarse con retraso, y en muchas ocasiones provoca confusión, porque se refiere a fenómenos que ya han cambiado. La crisis global, la que ha provocado una gran contracción en todos los que venden a Estados Unidos, terminó su fase de caída.

De aquí en adelante empezaremos a ver cifras menos malas, y es muy probable que antes de fin de año tengamos ya reportes de crecimiento en diversas áreas de la economía, tanto en Estados Unidos como en México. No se espera una recuperación muy rápida, ni totalmente sólida, pero ya no hay ninguna razón para pronosticar mayores caídas.

En México, sin embargo, entramos en otra etapa que ya no compartimos con nadie más. Es nuestra propia crisis, la de siempre, la que tiene que ver con nuestra incapacidad de crecer. La caída en ingresos petroleros que sufrirá el gobierno mexicano es considerable, y será permanente. De 2008 a 2016, perderemos cerca de 6 puntos del PIB en las aportaciones que nos daba la producción de petróleo.

No es imaginable contraer las actividades del gobierno en la misma magnitud. Se podría, sin duda, buscar eficiencia en esas actividades, pero esto implicaría enfrentar intereses creados. Por un lado, sindicatos que sostuvieron por décadas al régimen político y que siguen cobrando esos servicios; por otro, grupos políticos que utilizan sus puestos para incrementar su poder. Finalmente, los beneficiarios de programas inútiles, que se han acostumbrado a vivir de lo que el gobierno les ofrece.

La otra alternativa sería cobrar más impuestos, pero es también inimaginable. No parece posible que el IVA se generalice, ni mucho menos que la tasa se ubique en un nivel más parecido al de los países civilizados, 18 o 20%. El impuesto sobre la renta, apenas se alcanza a cobrar a quienes están controlados, por ser asalariados. Elevar la tasa, que podría ser muy útil, implicaría exprimir en exceso a los pocos que pagan. Queda apenas corregir las tarifas, evitando tonterías como el subsidio a la gasolina, que en 2008 alcanzó 200 mil millones de pesos. Pero ya queda poco por obtener en este renglón. Tal vez en el caso del agua sería muy útil, pero no tanto por la recaudación disponible como por limitar el consumo de un bien cada vez más escaso.

Así que sólo queda la opción de la deuda, pero tampoco es fácil imaginarla. Es evidente que tenemos capacidad de endeudamiento para el próximo año. Incluso hasta tenemos ya la línea de crédito autorizada, por 47 mil millones de dólares, que superan nuestras necesidades. Pero pensar en la posibilidad de financiar toda la caída de ingresos petroleros, hasta 2016, con este mecanismo, es absurdo. Incluso es difícil creer en que podamos tener acceso a créditos para 2011, si no se han tomado decisiones relevantes en el gasto y los ingresos.

En suma, todo está fuera de lo posible. No se puede reducir el gasto por los grupos de interés, no se pueden incrementar los ingresos por lo mismo, y no se puede contratar deuda porque nadie creerá en nuestra capacidad de pago. Para 2010 no hay, en realidad, ningún problema: usaremos el crédito del FMI, aprovecharemos parte de la recuperación estadounidense, y el año será razonablemente bueno. Pero para después, ya no hay nada claro.

Queda sólo la opción de pensar lo inimaginable y hacerlo posible. Es decir, con todo y las inmensas dificultades que implica pensar en enfrentar los grupos de interés en el gobierno y fuera de él, de no hacerlo lo que enfrentaremos será un problema financiero inmenso en los siguientes años que nos puede llevar a una economía estancada, con inflación creciente, y con el dólar cotizándose tres veces más caro que hoy en cinco años.

Tal vez enfrentar los grupos de interés tenga costos, políticos, económicos, sociales. Pero no hacerlo tiene también costos muy elevados. Como pocas veces, hoy el costo de seguir solapando vividores supera el de enfrentarlos. Hoy, mantener a esos grupos tiene un costo tangible, claro, que la sociedad puede comparar con el esfuerzo que implica terminar con los privilegios.

Construir una sociedad de individuos con los mismos derechos y obligaciones, en lugar de este país de castas, plagado de privilegios, es una tarea que iniciamos hace más de cien años, y que fue interrumpida por el régimen medieval que se inventó su propia historia. Inimaginable como es, el futuro se gana.

www.macario.com.mx

Profesor de Humanidades del ITESM - CCM

No hay comentarios.: