*Versión estenográfica de la intervención de Carmen Aristegui al recibir la Medalla "Premio al Mérito Ciudadana" de la Asamblea Legislativa del Gobierno del Distrito Federal
Muchísimas gracias.
Un saludo a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y a quienes asisten en este histórico Recinto con motivo de esta Sesión Solemne.
Al maestro Miguel Ángel Granados Chapa, a mis padres, a mi familia, a mis amigos, al pequeño Emilio, que no fue a la escuela por venir aquí, les aprecio mucho su presencia.
Agradezco y recibo como un estímulo muy importante para mi tarea como periodista la Medalla que otorga esta representación ciudadana del Distrito Federal.
Me uno al reconocimiento que se hace hoy a una excepcional mujer que ha sabido construir desde la más dura tragedia personal la fundación notable que ahora preside: Virginia Sendel ha logrado crear desde el amoroso y constructivo recuerdo de su hija Michel y su nieto Mauricio el puente que ha posibilitado a miles de niñas y niños con quemaduras, transitar del alarido y el dolor a la esperanza de seguir viviendo.
Felicidades, Virginia.
En mi caso doy por entendido que se entrega la medalla a una periodista como la forma que ha encontrado la Asamblea para destacar la importancia que para una sociedad tiene la tarea de comunicar, la tarea de informar y debatir críticamente los asuntos del interés general. Reconocer la tareas periodística en tiempos como los que corren, es querer destacar el significado que tiene este oficio para la construcción y el fortalecimiento de una vida democrática cuando ésta no las tiene todas las consigo.
En México persisten diversas y profundas barreras que impiden la existencia de una real y vigorosa prensa libre como la que necesitamos. Hay cuestiones estructurales que afectan libertades y derechos como las de información, expresión, opinión y conciencia.
El régimen duopólico por ejemplo de la televisión es de sobra sabido, aunque no se actúe en consecuencia, atenta contra los valores fundamentales de la diversidad, la pluralidad y la competencia y por supuesto impone barreras para un periodismo libre y al derecho a la información.
La alta concentración de medios en democracias débiles y fracturadas como la nuestra, producen fenómenos que dañan a la población, a su representación formal y en general a la vida democrática.
En México la galería de casos y cosas que documentan este dicho es ya demasiado nutrida.
Hoy se ven cosas que no deberían pasarnos desapercibidas, en medio de un panorama de fractura política y conductas erráticas los poderes sin mandato, pero con enorme influencia parecen hoy más decididos que nunca a tomar parte de lo que no les corresponde.
Cómo entender sino de esta forma los fenómenos de sobra exposición anómala en pantallas y coberturas noticiosas, con claros propósitos electorales de algunos personajes de la política nacional, notoriamente uno de los rumbos de Toluca.
¿No es esto la construcción desde las pantallas de un candidato inevitable? ¿O cómo entender también la desaparición de otros de las pantallas y coberturas por criterios distintos a los que dicta la tarea periodística? ¿Será acaso que hoy los jerarcas de la tele han decidido que ya no quieren sólo influir, sino ahora quieren decidir quién ocupará la Presidencia de México?
Si esto es así y si no me equivoco, habrá qué pensar entonces cuánto espacio queda realmente para la crítica periodística desde ahí.
Existen también otros obstáculos muy serios para la tarea de periodistas y prensa libre en México, se vive un fenómeno de autocensura bastante generalizado, producto también del espiral de violencia que vive nuestro país, esa violencia que se mide ya en los miles de muertos y decapitados de los últimos años.
El Estado mexicano se muestra incapaz para proteger vida e integridad de sus ciudadanos; periodistas y comunicadores en diferentes partes del país omiten informar del crimen organizado y de autoridades corruptas por un mero y comprensible afán de sobrevivencia.
El número de colegas asesinados, desaparecidos, levantados o abiertamente intimidados, nos dan cuenta de por qué hoy México es considerado como un país de alto riesgo para nuestra profesión. No son pues estos tiempos de bonanza para la prensa; aquilatar hoy la tarea periodística como lo están haciendo ustedes en un contexto como el descrito una enorme significación; yo les agradezco que lo hagan.
Permítanme detenerme ahora en este momento en el Vigésimo Aniversario de la creación de la Asamblea de Representantes origen de esta Asamblea Legislativa.
Hace exactamente 20 años se dio el primer paso para cambiar el rostro político de esa Ciudad Capital y empezar a restituir derechos políticos y ciudadanos conculcados durante décadas a los habitantes de este Distrito Federal.
Es cierto que desde 1997 elegimos al Jefe de Gobierno, después a los jefes delegacionales y que la Asamblea amplió facultades que le han permitido legislar en materia incluso de avanzada. Mejor ustedes que nadie saben que esto en modo alguno es suficiente.
El largo camino para reemplazar la tutela del Gobierno Federal y el Congreso de la Unión sobre el Distrito Federal y los derechos de sus habitantes son una tarea a todas luces inconclusa. La restitución plena de nuestros derechos y la democratización de nuestros órganos de gobierno sigue siendo la gran asignatura pendiente para el Distrito Federal.
Es verdad que la Ciudad de México es sede de los Poderes federales y Capital de todos los que habitan este país, pero ésta no puede ser más la explicación que condene a millones de personas como si fuera fatalidad, a una ciudadanía disminuida.
En el Distrito Federal se ha desarrollado una parte sustantiva del debate nacional, aquí habita una porción importante de nuestra masa crítica, en este lugar se han producido extensas y profundas contribuciones desde el pensamiento, desde la Tribuna, desde la movilizaciones y la acción política a favor de la democracia y de nuestras libertades.
Somos, en alguna medida, una sociedad contestataria; la nuestra es la Ciudad de los Zócalos llenos, de la marchas, de los plantones y de las exigencias. No cabe más subordinación política para la Capital del país. Todos los partidos postulan más democracia para la Ciudad de México, más democracia para el Distrito Federal, pero en los hechos postergan la reforma que lo haría posible.
¿Cuál es la duda? ¿Cuál es el miedo? ¿Por qué la desidia? La elite política deberá explicar por qué los votos que emitimos para que ustedes estén aquí no valen lo mismo que los de cualquier otra persona en el resto del país. Esta Asamblea no cuenta con facultades como las de cualquier Congreso local. ¿Se puede creer, ustedes lo pueden creer que esta Asamblea no pueda aún legislar en una materia tan cercana y sensible como la seguridad pública que afecta de forma tan notable a los millones que representan?
Ustedes son, pero no son del todo. Ustedes nos representan, pero no nos representan del todo. A esta Asamblea la han dejado estacionada en una representación incompleta, no son ustedes un Poder Legislativo con plenitud de facultades. A 20 años de distancia, el Congreso de la Unión, la elite política y ustedes mismos están obligados a rescatar el impulso para una reforma política en el Distrito Federal. El trabajo está hecho, el debate está dado desde hace ya varios años, no sé bien qué explica la tardanza.
A la Asamblea Legislativa se le excluye, por ejemplo, de los procesos de reforma constitucional; al gobernante electo se le impide nombrar por sí mismo a policía y Procurador; en el Distrito Federal no tenemos Constitución y tampoco tenemos televisión.
¿Qué es lo que hace falta para lograr una democratización plena del Distrito Federal? ¿Qué hace falta para que los habitantes de esta Ciudad que ha protagonizado las más intensas, significativas y trascendentes luchas por la libertad y la democracia sean finalmente reconocidas con sus derechos a plenitud? Estoy convencida de que el Distrito Federal y sus habitantes hemos dejado atrás desde hace mucho los tiempos de las pilmamas y la sujeción. Hoy lo que se pide son todos los derechos amplios y plenos para la Capital. Que cada quien haga lo que le toca.
Muchas gracias.
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