14 de enero de 2009

La Iglesia política: La hoz, el martillo y el crucifijo

Con la Unión de Demócratas Cristianos fuera del Parlamento y un centro-izquierda debilitado, es el Vaticano quien tiene que hacer de oposición del gobierno italiano. ¿Esconde la Iglesia un lado “cripto-comunista”?


Digamos que ya había algunas sospechas que presagiaban un pulso entre Iglesia y Estado. Lo que pasa es que ahora -en esta Italia de la decimosexta legislatura- ya no es solo una cuestión de las competencias de Dios y las competencias del César: hoy, en plena crisis económica, social, de valores- la antigua institución espiritual se ha convertido en ‘oposición’. Y a la falta de política de los gobernantes, responde políticamente. Todo esto se debe también al hecho de que el partido UDC (Unión de los Democristianos y Demócratas de Centro) ya no esté en el Parlamento: en las últimas elecciones políticas no han superado el umbral del 3% de votos. La representación (incluso política) de los católicos italianos ha pasado, por consiguiente, casi de forma natural al Vaticano.

Cuando el Papa se mete en política

La Iglesia ha dejado de hacerse cargo simplemente de los últimos, de los más débiles. "Hago un llamamiento a los gobiernos para que den dinero a la banca y evitar su bancarrota, y a la banca para que ayude a los pobres de la sociedad", no es el sermón convencional que uno esperaría de Benedicto XVI. Otro ejemplo: "La reforma universitaria debe garantizar la libertad de enseñanza, de investigación, y la independencia de los poderes económicos y políticos". Y lo que es más, entra también el terreno de la crueldad feroz contra la que nuestro tiempo debe enfrentarse: "La violencia se debe a la desigualdad, a la mala distribución de la riqueza, a la falta de empeño por parte de los gobernantes". Añade incluso comentarios sobre el trato que se le da a los extracomunitarios y a los gitanos, o sobre los muchos militares empleados en las ciudades italianas por una cuestión de ‘seguridad’ y muertos en acto de servicio.

Junto con el Vaticano, también la revista católica Famiglia Cristiana ha sido tachada de proto-comunista: "¡No somos 'proto’ sino cripto-comunistas! Así nos han definido en muchas ocasiones; nosotros -como periódico- observamos la política considerando las decisiones y los hechos. Este gobierno no ayuda a la familia, nos limitamos a señalarlo. Un elemento, entre otros, sostenido y avalado por datos comprobables e investigaciones", explica el redactor jefe Alberto Bobbio. "¿Es mucho pedir al Gobierno que disipe las sospechas de que cuando gobierna la derecha la tijera se alarga, de manera que los ricos se enriquecen y las familias se empobrecen?" La pregunta, que tanto ha molestado a Berlusconi, le ha valido a Famiglia Cristiana la etiqueta de "cripto-comunista". "Un periódico evidencia que la política no está haciendo su trabajo", añade Bobbio, "siguen de cerca los movimientos del poder: es así como debe ser, ¿no?".

La Iglesia, única oposición

En cambio, este no es el caso de los partidos y de los diarios de centro-izquierda, atrincherados por la segunda 'Tangentopolis' -numerosos dirigentes y administradores del Partido Demócrata arrestados o investigados por corrupción-, por la cuestión nunca resuelta de la elegibilidad de los parlamentarios condenados o acusados por Magistratura y por una endémica ausencia de unidad. Probablemente lo que asombra no es el hecho en sí de que la Iglesia y los órganos de información católica –la portada de la revista mensual Tracce, del grupo católico Comunione e Liberazione, del pasado mes de noviembre llevaba como titular: "Recuperemos el trabajo"- mantengan ciertas posiciones políticas, sino que sean los únicos que hacen oposición y que ejercen la posibilidad de una protesta constructiva, ocupándose de los últimos de la fila y pensando en el bien común.

En resumen, todo aquello que durante la Primera República italiana hacían los comunistas. Habrá sido este ‘reconocimiento’ tardío lo que ha empujado al Vaticano a hacer notar la conversión cristiana -desmentida por muchos- en su lecho de muerte, del fundador del Partido Comunista Italiano, Antonio Gramsci. Hoz, martillo y crucifijo.

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