A las seis de la mañana de hoy lunes comenzó a ser restituido el derecho de una importante porción de oyentes de noticias en la radio de escucharlas en voz de Carmen Aristegui, que a lo largo de tres lustros labró ya un sólido prestigio profesional y ganó la confianza de su auditorio. Éste –es decir un vasto conjunto de personas— resultó ofendido con la decisión empresarial (torpemente empresarial pues se prescindió de una presencia buscada por el público) de sustituirla por quién sabe quién en su emisión matinal de XEW. A partir de hoy, aunque sea con demora de un año, sus oyentes podrán seguir de nuevo su trabajo y satisfacer a través de esa labor el derecho a la información de que deben disfrutar. tienda virtual
En la estación que se sintoniza en el 102.5 del cuadrante de FM en el Distrito Federal y sus alrededores (y en las emisoras del grupo MVS en varias ciudades de la república) comenzó esta mañana un nuevo programa a cargo de Carmen Aristegui, donde se llamará a “las cosas por su nombre”, manera coloquial de afirmar que allí se buscará informar con veracidad, sin doblez y sin trabas contrarias a la ética.
Inmediatamente después de iniciado su forzado silencio, la reacción pública (que pasó de la indignación al reclamo de alternativas) empujó a la búsqueda de fórmulas que permitieran al público ofrecerse a sí mismo un modelo de información radial confiable en los términos vigentes en la radiodifusión comercial. Se planteó la idea de una empresa compuesta por infinidad de accionistas (siguiendo el mecanismo por el cual surgieron la editorial Siglo XXI, el semanario Proceso y el diario La Jornada. No había problema en reunir entre miles de inversionistas la base del capital necesario para operar una emisora donde campeara el estilo Aristegui de información. Pero a diferencia de los medios impresos, para establecer medios electrónicos se requiere una licencia otorgada por el Estado o tomar en arrendamiento alguna cuyo concesionario se contentara con tener una renta fija.
No se avanzó en la constitución de una empresa de propiedad social porque pareció que no era necesario. Sin el sentido de urgencia que experimentaron los oyentes ayunos de su emisión favorita, varios concesionarios radiales procuraron a la popular conductora, que se negó a considerarse una mártir de la libertad de expresión, pero encarnaba, aun contra su voluntad, la inadmisible cancelación del derecho ciudadano a recibir información que a una parte del público le mereciera crédito, prenda escasa en el mercado de la comunicación. En diálogos pocas veces sensatos y en algún caso rayano en la irracionalidad, la periodista escuchó propuestas, presentó las suyas, intentó conciliar sus intereses profesionales con los de las empresas que la buscaban. Finalmente con el grupo de la familia Vargas, con el que Carmen Aristegui había trabajado ya, fue posible una coincidencia de propósitos que hace posible el retorno a partir de hoy de la más avezada directora y conductora de emisiones informativas en la radio.
En ese prolongado periodo de búsqueda surgieron situaciones de toda índole. Me refiero ahora a dos, caracterizadas una por su patetismo y otra por un equívoco echado a rodar aviesamente. La primera fue protagonizada por Pablo Padilla y Jorge Mendoza (que por lo visto practica una doble jornada, como senador de la república y como personero de Ricardo Salinas Pliego), exploraron la posibilidad de que Carmen condujera una emisión matutina en los canales de TV Azteca, pero adelantaron tres condiciones que en su sola expresión hicieron inadmisible (y aun risible) el planteamiento: 1) no dañar a México; 2) no ofender al presidente; y 3) no atentar contra la casa misma, como hace un huésped educado ante su anfitrión.
Me refiero ahora al otro caso, el del equívoco que, entre otras circunstancias impidió que culminara la idea de lanzar al aire a través de Radio UNAM una emisión como la que desde hoy encabeza de nuevo la periodista. Aun antes de agotarse la búsqueda de fórmulas que hicieran posible tal emisión, dado el régimen financiero de la institución, tuvo éxito un ruido introducido con mala intención. Se dejó correr la especie, carente de base, de que las pretensiones de remuneración de la conductora rayaban en la codicia, algo que las finanzas universitarias no estaban en capacidad de satisfacer. La realidad es que en los escarceos para definir el programa y los términos de su difusión ni siquiera se llegó a hablar de la paga a Carmen misma y al equipo que con ella haría (como hace a partir de esta fecha) la emisión de que se trataba. Si bien la periodista es una profesional que reclama retribución justa a su trabajo, comprendió siempre que era imposible esperar de la Universidad Nacional una remuneración como las vigentes en la radio comercial y no se propuso en modo alguno obtenerla.
Con su auspicio al retorno de Carmen Aristegui, el grupo MVS se singulariza en el ámbito de la radiodifusión, en el que se ha mostrado contrario al quietismo. Por un lado tiene en curso juicios de amparo contra la decisión gubernamental de trocar indiscriminadamente emisoras de AM por FM, en perjuicio de esa cadena que fue pionera de la frecuencia modulada. Y por otra parte busca romper el monopolio de Sky en el mercado de la TV satelital mediante una nueva empresa aliada con Telmex en aspectos de comercialización que no implican participación de ese consorcio en la definición ni la operación de contenidos televisivos.
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