4 de enero de 2010

Transición: los protagonistas

José Antonio Crespo

En su más reciente libro, Transición (2009), Carmen Aristegui entrevista a algunos de los personajes clave del proceso de cambio político iniciado hace varias décadas. Más que hacer una reseña, destaco algunos puntos que me llamaron la atención. Luis H. Álvarez considera, sobre los comicios de 1988, que el PAN debió cobrarle un precio más alto a Salinas de Gortari por el reconocimiento de facto que le dio el PAN. Y considera la quema de las boletas como un grave error que el PAN no debió cometer. Pero Diego Fernández de Cevallos accedió a legitimar esa medida, contra la postura de don Luis. Cuenta éste que una vez que visitó a Salinas, vio salir de la oficina a Fernando Gutiérrez Barrios junto a Diego, y que éste le dijo: “Suba, tenemos confianza en usted”, a lo que el presidente panista le respondió: “Ojalá pudiera decir lo mismo de ustedes dos”. Y sobre el repliegue de Fernández de Cevallos, en 1994, comenta: “Es algo de lo que no tengo toda la explicación”. Está claro que don Luis fue rebasado por Diego durante su presidencia en el PAN. JorgeCastañeda afirma que Vicente Fox declinó hacer la reforma política del Estado que le daría los instrumentos para realizar otros cambios, pero pensaba que era innecesaria “porque con lo que había podíamos hacerlo perfectamente”, cosa que evidentemente demostró ser errónea: “Nunca le dio importancia ni le entendió… Estuvo tentado, pero tuvo miedo… Hoy dice que yo tenía razón”.

Santiago Creel habla más de su presente como senador que de su pasado como activista demócrata o secretario de Gobernación. Empuña su lánguida espada contra los poderes mediáticos, contra su virtual monopolio y el sesgado uso político que dan a su formidable poder. Una lucha que debió dar cuando más influencia tuvo: desde la Secretaría de Gobernación, algo que no niega ante la pregunta-reclamo de la periodista. Creel privilegió las reformas económicas por encima de las políticas, para lo cual se requería no importunar al PRI, a los sindicatos (como el SNTE) o a las televisoras. Ahora, ya en la oposición, lo plantea a la inversa: “Los intereses creados frenan el avance democrático en la vida sindical y el desarrollo de una economía justa”. Su combativa postura actual carece ya de credibilidad.

Andrés Manuel López Obrador niega que alguna vez haya dado su visto bueno a la Ley Televisa, ni siquiera cuando en la Cámara baja ésta fue aprobada por unanimidad y sin discusión, incluida la bancada del PRD. Insiste en que los diputados perredistas actuaron sin línea, “porque son libres, no como en el PAN ni el PRI”. Algo absolutamente inverosímil. Al menos para mí.

Luis Carlos Ugalde rechaza que el hecho de que en las actas electorales hubiera más irregularidades que la diferencia entre los dos punteros genere incertidumbre, pues ello supondría “que todos esos votos irregulares se pueden cargar de un lado o de otro, pero la evidencia muestra que la distribución es aleatoria”. En realidad, la ley electoral no reconoce forma para determinar si esos votos deban destinarse a un candidato, distribuirse por mitad o proporcionalmente, pero acepta que hipotéticamente pudieron haber favorecido, por lo que no puede saberse quién ganó cuando los votos irregulares sobrepasan la distancia entre punteros (y por eso determina la anulación de casillas que están en ese caso). Lo cual refleja que Ugalde no conocía lo que al respecto estipulaba la norma electoral. Quizá por eso mismo, el IFE no recontó los paquetes que registraban inconsistencias aritméticas, como lo obligaba la ley (según la interpretación que hizo el Tribunal Electoral del Poder Judicial en agosto de 2006, y que después modificó).

Manuel Espino acusa censura por parte de Calderón. Oscar Mario Beteta, habiéndolo invitado a colaborar en su espacio, le comentó que desde Gobernación le pidieron que mejor no. Y también —asegura— los calderonistas le impidieron colaborar en El Universal: “Son cosas que se usaban en el pasado y lamentablemente siguen ahí”. VicenteFox (quien envió un escrito en lugar de ser entrevistado) narra su gobierno brevemente, con ese tono triunfalista que hace dudar que esté conectado con la realidad. Presume su alianza en el año 2000 con el líder sindical Evaristo Pérez Arreola a cambio de 50 mil votos. Desde ahí el PAN aceptó el juego corporativo-electoral que por décadas había condenado. Y dedica buena parte de su escrito a hablar de las virtudes de su esposa (un “elemento nocivo”, según Luis H. Álvarez). Habla de su “olfato político, su visión, su pasión... su carisma, su profesionalismo, su fe”. Y concluye, “mientras más quiero a Marta, más la defiendo”. Lo cual da una clave para entender por qué quien gobernó desde 2001 fue Marta más que Fox.

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx, xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx

Vicente Fox narra su gobierno brevemente, con ese tono triunfalista que hace dudar que esté conectado con la realidad.

No hay comentarios.: