Carlos Alberto Montaner es periodista cubano residenciado en Madrid.
José Miguel Insulza debe retirar su candidatura para dirigir la OEA durante otro periodo. No ha sido un buen funcionario. Los cinco años que ha pasado al frente de la institución están entre los peores de la historia de ese organismo. Se suponía que había sido electo para fortalecer el funcionamiento de la democracia de acuerdo con el espíritu y la letra de la Carta Democrática firmada en Lima por todos los Estados miembros, nada menos que el 11 de septiembre de 2001, y, por el contrario, ha contribuido a su debilitamiento.
Tal vez el pecado original de Insulza es que le debe su cargo al apoyo de Hugo Chávez, lo que ni siquiera impidió que, en su momento, el venezolano, molesto por alguna declaración suya, lo calificara de "pendejo". En todo caso, cuando Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega o Rafael Correa han violado las libertades fundamentales de sus pueblos, silenciando a la prensa, acosando a la oposición o destruyendo la independencia de los otros poderes —el judicial y el legislativo—, el señor Insulza ha mirado en otra dirección, ha ignorado a las víctimas y ha justificado su inacción amparándose en la coartada de que se trataba de los asuntos internos de esos países.
Poco antes de la elección de Insulza, en mayo de 2005, el otro candidato, respaldado por EE.UU. y por varias democracias, era el ex presidente salvadoreño Francisco Flores. "Paco Flores" es una persona conocida por su integridad y decencia, pero, ante un virtual empate, la secretaria de Estado estadounidense, Condoleezza Rice, cedió a las sugerencias y presiones de Ricardo Lagos, entonces presidente de Chile, amigo y compañero socialista de Insulza, quien la convenció de la idoneidad de éste para el cargo y de sus convicciones democráticas. Fue un error de Rice, probablemente provocado por la escasa importancia que desde siempre les han dado en Washington a los asuntos latinoamericanos.
Para EE.UU., la América Latina es sólo una fuente de materias primas —petróleo, cobre y otras minucias— con la que, desde hace unos años, tiene una balanza comercial negativa, pero no es un territorio vital desde el punto de vista tecnológico o financiero. No obstante, en el geopolítico sí hay cuatro temas básicos que preocupan en Washington: el tráfico de drogas, la inmigración ilegal, la complicidad con los terroristas islámicos y las relaciones con Irán que hoy tienen algunos países de la zona —especialmente Venezuela—, en lo que parece ser el desarrollo de armas nucleares que un día, tras ser producidas por los científicos iraníes, pudieran incorporarse al arsenal venezolano.
¿Quién pudiera reemplazar a José Miguel Insulza al frente de la OEA? Tal vez es el momento de pensar en un ex canciller o ex presidente centroamericano, o en una figura prominente del Caribe, pero quien sea debe tener la entereza de responder a los principios consignados en los documentos fundacionales del organismo y en la Carta Democrática, aunque ello signifique el enfrentamiento con Chávez y con sus satélites. Lo que no resulta tolerable es que los enemigos de la democracia utilicen la OEA para fines contrarios a las razones que le dan forma y sentido a su existencia.
El Washington Post, en un artículo reciente, sugería que algunos congresistas estadounidenses congelaran los pagos y subsidios a la OEA si la institución mantenía el rumbo que le había asignado Insulza. Esa no es una buena idea. Es posible que Hugo Chávez llegue con sus petrodólares a comprar la institución a precio de saldo si EE.UU. le deja el camino libre. Sin embargo, de persistir la OEA en el camino actual, ciega y sorda ante las violaciones a las reglas democráticas y el clamor de las víctimas, tal vez lo sensato es crear un organismo paralelo junto a las naciones dispuestas a defender las libertades y el Estado de derecho. Lo que no tiene sentido es mantener en Washington un costoso aparato que, lejos de servir a los pueblos de América, contribuye a perjudicarlos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario