4 de noviembre de 2009

Comisión bicameral

FEDERICO REYES HEROLES

Para Carlos Abedrop, autor original de la idea. “...el futuro no protesta”. Carlos Elizondo

Ocurrió lo previsible. Entre prisas, reclamos e imputaciones cruzadas, el Legislativo parió un alebrije fiscal. Además de ser notoriamente insuficiente, el engendro podría producir efectos no deseados. Una vez más se perdió la oportunidad de ir al fondo. Pero hay una diferencia nada despreciable. La negociación del llamado paquete fiscal de 2009 confrontó al Gobierno de Calderón con el sector empresarial como hacía décadas no se veía. “Y si esto es obligado -pagar impuestos, habla Calderón- ...lo es más obligado para quien más tiene y más ha recibido”. Hasta aquí no hay novedad, pero el Presidente remató “...para quien más gana, para las empresas que más ganan... y que rara vez pagan impuestos en el País”. El señalamiento es muy serio. Si Calderón sabe de algún acto ilegal debe proceder. Pero de no ser así estaríamos ante un Presidente que inventó (o le inventaron) un ogro, la salida del desesperado. Los reclamos morales no pertenecen a jefes de estado. El País todavía no se recupera de las anteriores rupturas por ogros.

¿Cómo llegamos aquí? ¿Quién es el responsable? El esquema inicial de “consolidación” fue una agresión. El secretario de Hacienda y su equipo derribaron puentes de negociación y personalizaron el debate. El equipo económico del Gobierno se desmorona. Después de este capítulo será un interlocutor débil. Las impertinentes declaraciones del presidente del PAN fueron un tiro en el pie. Así se desataron los jaloneos en el PRI, gobernadores, diputados y senadores confrontados. ¿Quién salió ganando? Es pronto para saberlo. Lo que queda claro es que el circo legislativo dañó al país. Habrá que observar las consecuencias económicas de la nueva fórmula. Hasta aquí la coyuntura, regresemos a lo estructural.

La discusión de fondo se perdió. El País recauda poco y gasta mal. Son dos problemas que merecen dos soluciones. Podríamos gastar mejor, de manera impecable y aun así el estado sería pobre. Podríamos recaudar más, pero si gastamos mal los dineros nunca alcanzarán. Recaudar más y gastar mejor son metas que no se van a lograr en unas semanas de discusión, ni siquiera en un par de años. Son asuntos que merecen atención sistemática y consistente. De la novatez del equipo del Presidente se ha hablado mucho, de su soberbia poco. Este es el resultado. Pero también en el Congreso el número de diputados con experiencia fiscal es reducido. Agréguese a ello el veneno de los recursos petroleros que nos han vuelto unos perezosos fiscales y también una fuerte dosis de cobardía fiscal. Resultado: un sistema recaudatorio muy poco progresivo, que no alienta la producción, invadido de evasores, complejo, caro y que recauda la mitad de lo que debiera. ¡Genial!

Mientras no arreglemos de fondo el acuerdo fiscal y político seguiremos en lo mismo: un País pobre, un Estado débil, una economía mediocre y mucha injusticia. Eso fueron los Pactos de la Moncloa. Todo mundo alude a ellos como piedra de toque de la transición política española. Pero los Pactos de la Moncloa fueron en esencia acuerdos fiscales. Si seguimos por el mismo camino de aprobar cada año de manera muy apresurada y locuaz el llamado “paquete fiscal” repleto de ocurrencias, si a esa negociación se le suman coyunturas, intereses, personalidades y, perdón, tonterías, nunca llegaremos a un esquema racional de recaudación y de reparto entre los municipios, las entidades federativas y la Federación. De ese asunto, cargado de factores técnicos y de entendimientos políticos de largo plazo, depende la solidez del futuro de México. Más allá del boquete de 2009 está ese gran pendiente nacional.

El senador Beltrones ha lanzado la idea de ir a una reforma fiscal de fondo. Tomémosle la palabra. Voy a la propuesta de Carlos Abedrop. Por qué no pensar en una comisión bicameral, que se instale el primero de enero y que, con tiempo y buena asesoría técnica, elabore un sólido acuerdo nacional que dé cabida abierta a los intereses de la Federación, de los gobernadores, de los municipios, de los empresarios, de los causantes cautivos, pero sobre todo de los pobres del País. Un acuerdo multianual que nos permita poco a poco disminuir la dependencia del petróleo.

Si no incrementamos de manera sustantiva la recaudación, no podremos invertir más en infraestructura, en educación, en salud, en ciencia y tecnología. Si no logramos recuperar la posibilidad de lanzar proyectos de largo plazo que no lleven en la frente un signo partidario, que no dependan de los acomodos de los cambiantes vientos de la política, seguiremos siendo un País de caprichos. Así nunca enterraremos la pobreza y en cambio ahuyentaremos la prosperidad. Seremos responsables del fracaso de un País de parches, de acuerdos fiscales de enanos. Se necesita negociar con tiempo y en serio, con grandeza. El Bicentenario obliga a pensar en ese futuro que no protesta. Llegó la hora.

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