10 de noviembre de 2009

De héroes y...

FEDERICO REYES HEROLES

Victorias pírricas, vanidades infladas. Las negociaciones de la ley de ingresos fueron un desfile de pequeñeces. Que si el Senado no pudo frente a los diputados. Que si fulano perdió frente a no sé quién, que si los diputados del Estado de México se resistieron a no sabemos qué. La última escena no tiene desperdicio: los líderes del PRI afirmando que, gracias a ellos, no hubo aumento de impuestos. ¡Pero si lo que necesita México es un estado más fuerte, más fuerte en lo fiscal y por ende en muchos otros ramos! Una auténtica feria de desfiguros. Algo queda claro: los legisladores no quieren asumir una responsabilidad de estado. Va desde abajo.

México recauda alrededor de 15% del PIB. De allí más de cinco puntos provienen del petróleo. O sea que en realidad recaudamos, sin petróleo, en términos globales, 10% del PIB. Somos un estado muy pobre. España recauda alrededor del 23 y Portugal y Holanda el 25. La media en los países de la OCDE es del 27%. El petróleo es la terrible gran droga nacional. Pero esa droga va a la baja -muy anunciada- y es por eso estamos en emergencia. Nos alcanzó el futuro, tenemos que recaudar más. Empieza la discusión. Es que gastamos mal. Es cierto hay despilfarros, opacidad, lujos, desperdicio, duplicidad, etc., en la Federación y en los estados. Pero aun gastando como profesionales lo que ingresamos es raquítico. En impuestos al consumo sacamos poco más del 2% cuando los países de la OCDE recaudan más del 7%; en impuestos al ingreso México obtiene 5% y los países de la OCDE el 12%. En predial cobramos alrededor de la veinteava parte. ¿De dónde quieren que salgan los dineros para infraestructura, educación, salud, ciencia y tecnología, programas de ayuda a los pobres y un largo etcétera, si recaudamos tan poco?

Pero claro en el momento en que se habla de aumentar impuestos los causantes cautivos brincan y con toda razón pues pareciera que la única fórmula que los legisladores han encontrado para aumentar la recaudación es aumentando los impuestos a los mismos causantes, a los que ya están, (estamos) dentro. Como si no hubiera nada qué hacer contra los evasores tradicionales, contra ese vasto universo de los causantes potenciales que son la otra mitad que no paga impuestos. Pieza central del éxito de un País desarrollado son los impuestos justos y progresivos. En México son asunto de broma y burla. Los hoyos son parte clave de la injusticia institucionalizada. Por captación 3%, por evasión al ISR 2.20%, por “esquemas especiales” (privilegios con tradición) 5.38%, por tasa cero en IVA 1.50%, por predial 4%. La suma es un aterrador o alentador 16%. ¿Se puede recaudar más en México? Sí, por supuesto que sí, pero para eso se necesita ir a la caza de todos.

Lo más curioso es que las autollamadas “fuerzas progresistas” de nuestro País ¡festejan que no se aumenten los impuestos! Por ese camino jamás tendremos un País más justo. Aunque sea impopular decirlo necesitamos más dineros públicos para que México alcance un desarrollo pleno. Más dineros si queremos que las diferencias regionales disminuyan, más recaudación si queremos que los niños del sur del País tengan internet como los del norte y que las futuras madres tengan mejor educación para que sus hijos estén frente a un horizonte mucho más amplio, más infraestructura para más empleos, más de todo, salvo burocracia. Continuar con un estado pobre no puede ser una victoria para nadie. Si hubiésemos tenido un superávit fiscal, México hubiera podido inyectar más dinero para paliar la recesión y el desempleo. Así lo ha hecho Chile entre otros y miren la diferencia. ¡Cómo aplaudir que, en términos generales, salgamos con lo mismo!

Los estereotipos nos avasallan. Los ricos son el problema. Falso, muchos países con mayor justicia social tienen muchos ricos, pero bien gravados. Hay que gravar a los que producen porque se hacen ricos. Falso, hay que gravar a los que producen con cautela, pero mucho más a los que consumen y gravar el ingreso de manera progresiva. Pero, lo más importante, hay que gravar a todos los que deben pagar impuestos, sin excepción. Sólo así se construye una nación más prospera y equitativa. Si un País no logra ese objetivo, gravar a todos los que deben pagar, nunca tendrá suficientes causantes para sostener un estado sano.

Atrapados por sus viejos dogmas y prejuicios, los legisladores se vieron pequeños frente a los retos del Siglo XXI. Hay quien los llama ya la generación del fracaso. No creo demasiado en el cartabón de las generaciones, pero de que en este capítulo se miran sin visión de largo plazo, sin visión de estado, de eso no me cabe la menor duda. Todos los que aplauden esta batalla como un triunfo son los responsables de la mortalidad infantil en zonas aisladas, de las clínicas sin medicamentos, de las escuelas pobres, de los niños en situación de calle, del desempleo, de la pobre inversión en ciencia, de la inseguridad, de la miseria. ¿Héroes? No, enanos.

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