26 de noviembre de 2009

República feudal mexicana

José Antonio Crespo

El más serio intento democrático que ha desplegado México se ha traducido en una redistribución del poder que ha significado un claro debilitamiento de la institución presidencial. De lo que se trataba era de fortalecer los controles y los mecanismos de rendición de cuentas, aspecto esencial de la democracia política. Pero eso no ha ocurrido adecuadamente y lo que tenemos en cambio es la transferencia del poder impune del antiguo presidencialismo a otras instancias. Parte de ese poder se fue al Congreso, donde el fuero de los legisladores sirve para proteger, no tanto su libertad de opinión y decisión, sino casi cualquier abuso que puedan cometer. A su vez, el Congreso no responde a sus representados, sino a poderes fácticos, a sus cúpulas partidarias o a los gobernadores que incidieron en su designación como candidatos. Hoy por hoy, el voto popular sirve esencialmente con el fin de brindar un visto bueno, un cheque en blanco para que los legisladores hagan o deshagan a voluntad, sin que luego tengan que rendir cuentas a sus electores, pues ya no necesitarán de su refrendo para continuar su carrera política. Otros legisladores representan directamente a poderes fácticos, como las televisoras, cuya bancada no sólo se constriñe al PVEM, sino se halla también en otros partidos. Al grado en el cual algunos ya hablan, no de una “telebancada”, sino de una “telecámara” o, peor aún, de un “telecongreso”.

Todo esto ha podido verse en la confección del proyecto económico. El principal punto de discordia en el decreto de egresos son los crecientes recursos que manejarán los gobernadores, sin la suficiente transparencia en su gasto. Varios senadores del blanquiazul han condenado el Presupuesto como un retroceso en materia de transparencia y rendición de cuentas, al eliminarse algunos de los tradicionales (e insuficientes) candados para esos fondos. Por su parte, los diputados hablan de un avance, al haberse incluido otros nuevos. Me parece que hay más elementos para dar razón a los senadores que a los diputados del blanquiazul, que se justifican afirmando que mantuvieron Oportunidades en la órbita federal. De lo perdido, lo que aparezca. Lo cual refleja el grado de debilidad en que se halla ahora el partido “gobernante”. Los perredistas también se dividieron. Algo muy distinto dijo Alejandro Encinas que Carlos Navarrete (quien en esto coincidió con la línea contestataria de Andrés López Obrador).

Todo indica que estamos en el peor de los dos mundos (centralista y federalista): los impuestos los cobra el gobierno federal y los estados sólo estiran la mano. De los crecientes recursos que reciben no dan cuenta, y su mal uso no les genera consecuencias negativas. Se ha establecido un círculo vicioso que opera contra el federalismo real y la democratización, incluso electoral: los gobernadores ponen a los diputados, frecuentemente a través de operativos de clientelismo electoral, y los diputados operan en el Congreso para dar más recursos —con potencial electoral— a sus gobernadores. La compra y coacción de votos, una vez más, está en la mesa de discusión. De modo que si el PRI avasalla con sus aparatos electorales a nivel estatal, como en buena parte ocurrió en julio, ni el PAN ni el PRD deberán quejarse, pues dicha transferencia contó con su voto.

La democratización mexicana no se ha traducido, pues, en una democracia cabal, pero sí en una República más feudal que federal. Lo cual fue advertido con tiempo por uno de los panistas más lúcidos, Carlos Castillo Peraza (cuyo papel como ideólogo del PAN no ha sido aún ocupado por nadie): “Difuminado el liderazgo presidencial, la balcanización priista muestra sus primeros indicios y los barones locales empiezan a mostrar sus garras. Sin mariscal propio, un partido que no ha sabido ni podido ni querido ser tal… queda sujeto al arbitrio de sus señores regionales” (la yugoslavización del PRI, Reforma, 2/II/95). Fox estuvo plenamente enterado de ese riesgo, pero ya en la Presidencia no hizo nada para evitarlo y, al contrario, aceptó transferir más recursos a los estados sin que antes hubiera mecanismos eficaces de transparencia y rendición de cuentas a ese nivel. Tampoco Calderón ha hecho gran cosa al respecto. Los gobiernos del PAN, paradójicamente, impulsaron el feudalismo más que al federalismo, según advirtió oportunamente Castillo Peraza que podría ocurrir.

El voto sirve con el fin de brindar un cheque en blanco para que los legisladores hagan o deshagan a voluntad, sin rendir cuentas.

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