24 de noviembre de 2009

Corresponsal

FEDERICO REYES HEROLES

Escuchar y ser escuchado. Aceptar los límites de la razón y el entendimiento y tratar de ampliarlos una y otra vez. Informarse, siempre informarse, no emitir opinión si se carece de un mínimo que debe ser un máximo de información. Aprender de las generaciones mayores pero también estar atento a las nuevas perspectivas e incluso, por qué no, herejías. Ser amable en las formas pero riguroso en el fondo. Intento describir el ánimo que reina en el Foro Iberoamérica que la semana pasada celebró en Buenos Aires su décima versión. Presidido hoy por Carlos Fuentes y Ricardo Lagos el foro reúne a una triada de ámbitos: políticos, empresarios e intelectuales. Ex mandatarios como Sanguinetti, Betancur, Felipe González, el propio Lagos o Cardoso dialogando y en algún sentido conviviendo anualmente durante tres días con empresarios de gran calado y escritores como Nélida Piñón, Tomás Eloy Martínez, periodistas como Cebrián, Magnetto, Escribano, historiadores como Carmen Iglesias; u hombres de Estado como Enrique Iglesias, Celso Lafer, Francisco Pinto Balsemao. Termino obligadamente la lista cometiendo la injusticia que provoca la escasez de espacio.

El diapasón de paneles es siempre muy amplio, va desde la cruda economía hasta el impacto de la cultura. De todas seleccioné y resumo al lector una que me pareció pertinente para nuestro País. Funjo como corresponsal. Por la información confidencial que se maneja estoy autorizado a transmitir qué se dijo pero no quién lo dijo. La mesa sobre narcotráfico y seguridad estuvo integrada por Juan Manuel Santos, ex ministro de Defensa del Colombia, una persona que ha sufrido en carne propia el horror de esa guerra y uno de los más fuertes candidatos a suceder a Uribe si éste declina la reelección, y Luis Felipe Lampreia ex canciller brasileño. Moderó Jorge Quiroga ex cadidato presidencial de Bolivia. Intervinieron además Sanguinetti, Betancur entre otros.

Extensión del fenómeno: creciente al grado de haber tocado ya a países que parecían islas como lo puede ser Costa Rica. Brasil cuenta con favelas de cientos de miles de habitantes controladas por el narco. Gobiernos involucrados a partir de su tolerancia expresa que se plasma en infinidad de casos: Venezuela y Ecuador en particular a través de las FARC. No hay sorpresa pero sí enojo por la hipocresía diplomática. Participación de las Fuerzas Armadas, no es deseable pero es inevitable, la pérdida de control sobre las áreas y el sacudimiento de las instituciones no dejan margen. De allí la enorme diferencia entre países con instituciones fuertes y los débiles que pueden naufragar.

Cómo medir el éxito de los operativos, dos son los referentes: el aumento del precio y la caída en la pureza. Esto generó uno de los puntos de mayor discusión. La paradoja: el éxito de los operativos hace aún más lucrativo el negocio. Es el cuento de nunca acabar. Uno de los aspectos más sugerentes expresados por personas que han tenido experiencia de Gobierno es el factor fatiga. Se trata de una guerra de mediano plazo en la cual nunca habrá una victoria total pero sí puede haber una derrota del Estado. En el trayecto las poblaciones se van cansando de escuchar los logros de otro golpe y otro más sin que pareciera haber un fin. Los gobiernos deben hacer un enorme esfuerzo informativo para mantener o no perder el apoyo de la población. Los medios deben asumir un compromiso expreso como aliados del Estado en esta guerra y autorregularse. Sólo así se evita el narcoterrorismo.

Otro aspecto provocado por la complejidad del asunto, por el desconocimiento de la mayoría de la población y por cierto resquemor, es un síndrome de silencio. Poco a poco las sociedades dejan de hablar de de esta guerra, de hablar en las escuelas, en las universidades, en el medios. Al aislarse de la discusión los ciudadanos terminan convencidos de que el asunto no les incumbe y dejan a los gobiernos solos. Uno de los asistentes expresó con enojo la paradoja de la doble moral estadounidense de sostener una sociedad en la cual las drogas están prohibidas y las armas permitidas. Dos caras de la misma moneda. Hubo consenso en que un mundo sin drogas es utopía. Los participantes expresaron su convencimiento de que la única solución, a la larga, es la legalización o despenalización como producto de un gran acuerdo internacional. Hubo debate en cuáles eran los efectos de acciones de tipo gradual o si debería procederse en varios frentes a la vez. Por supuesto se mencionó el documento promovido en esa línea por los ex presidentes Zedillo, Gaviria y Cardoso el cual debería ser retomado para una discusión sería con todas las bases empíricas que hoy tenemos.

Hubo un amplio reconocimiento a la labor del presidente Calderón y varios de los asistentes, basados en sus experiencias, asentaron que la estrategia tendrá éxito en la recuperación de la capacidad de Gobierno y en la firmeza de las instituciones. Pero estamos apenas en el inicio de la ruta.

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