El combate a la pandemia del sida llega a la 17 Conferencia Internacional con algunos avances, pero ninguno significativo en cuanto a su erradicación. Pese a los esfuerzos por disminuir las infecciones, someter a control el contagio y generar una mayor expectativa de vida a los enfermos, en el núcleo de su estancamiento están juntas ignorancia y discriminación. Prevalecen prejuicio, desinformación y homofobia. Por eso se detectan tardíamente las infecciones y no funcionan las campañas de prevención.
La burocracia refleja esa trilogía del subdesarrollo en el regateo de estadísticas y en la lenta transferencia de recursos. Absolutamente refutables las cifras oficiales sobre infectados: somos el segundo lugar en América Latina después de Brasil. Eludir la realidad es el colapso de toda política pública.
El Presidente ha hecho un importante anuncio: se otorgarán gratuitamente los antirretrovirales para todos los infectados de VIH. Gran noticia para todos, pues si son bien administrados y la adherencia de los pacientes es puntual a la prescripción médica, pueden dar a una persona 40 años más de vida. El reto es pasar de palabras a hechos; es probable que ese propósito lleve años en concretarse, tomando en cuenta los cuantiosos recursos que requiere y el desdén, la prepotencia y el prejuicio con que la SHCP atiende esta problemática.
Casi dos años lleva el proceso para concretar la asignación de una partida presupuestal que la Cámara de Diputados aprobó en octubre de 2006 para mejorar la infraestructura del Centro de Investigación de Enfermedades Infecciosas del INER, el centro más avanzado del país sobre VIH-sida, el que mejores frutos ha aportado en ciencia básica sobre la enfermedad y que no puede ofrecer mejores servicios médicos de cuidado intensivo a sus más de 200 pacientes que llegan al año, porque la creación de un servicio clínico y la ampliación de sus laboratorios han tenido que esperar un acuerdo de transferencia de recursos por ¡61.7 millones de pesos! durante 22 meses.
El Cieni conjuga el esfuerzo de un grupo médico multidisciplinario, talentoso y muy joven encabezado por Gustavo Reyes Terán, que apuesta por encontrar soluciones, mejorar la atención, aportar investigación para controlar el virus, pero que contempla con frustración la lentitud con la que actúa la burocracia del gobierno federal. Ellos reciben quizá los casos más dramáticos de la enfermedad, cuando el virus ha venido destruyendo el sistema inmunológico de la persona por siete u ocho años, ya con fallas respiratorias, y por ello enfrentan una alta tasa de mortalidad: 25 % de sus pacientes.
Hace poco más de un año el asunto llegó al Presidente, que presumiblemente intervino por esta institución de salud pública y se ordenó respetar lo que el Congreso había determinado. Hasta hoy, nada ha podido la instrucción presidencial. Es de esperarse que los antirretrovirales no corran la misma suerte.
Profesor de la FCPyS de la UNAM
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