El ex legislador chihuahuense que combatió en el Senado la Ley Televisa, y luego logró que se declararan inconstitucionales algunos de sus preceptos básicos, es un raro ejemplo de congruencia y fidelidad a sí mismo. Por eso dejó el Comité Nacional panista
En una época y en un ambiente dominados por el pancismo (en donde por lo tanto las quijotadas son percibidas como actos ridículos), cuando el pragmatismo priva sobre los valores y los principios, donde la ética es ajena y aun contraria a la política, deben ser subrayadas la actitud y las decisiones de Javier Corral Jurado, ex senador de la República que el 18 de agosto dejó de pertenecer al Comité Ejecutivo del PAN, el partido en que ha militado toda su vida y del que no piensa separarse. La congruencia de su conducta, la fidelidad a sí mismo y a sus convicciones, el anteponer el interés general al suyo propio son formas de ser que raramente florecen y por ello deben ser aquilatadas por cuanto elevan las cotas de la práctica política, situada en general en niveles ínfimos.
Corral se marchó del Comité Nacional porque ejercía una actitud crítica que nadie compartía en ese órgano de gobierno de Acción Nacional. "Frente a la propuesta de integración de los nuevos funcionarios y secretarios me abstuve. Y así hube de discrepar en otras cosas o más bien de votar en contra, pues realmente aún no se ha dado un debate importante. Sin debate alguno se autorizó explorar la posibilidad de una alianza total con la profesora Elba Esther Gordillo para las elecciones de 2009. Cuarenta a favor, uno en contra fue el resultado de la votación".
Se dirá que esos móviles son de menor importancia y, en todo caso, ingredientes de la cocina interna de un partido político, por más que sea el que gobierna. Se comprende, por otra parte, que a Corral le repugne que su partido se alíe con Gordillo, que como priista fue una de las operadoras del fraude que impidió a Francisco Barrio ser gobernador de Chihuahua en 1986, uno de los primeros episodios relevantes de la vida política del ahora renunciante.
Pero otras razones más claramente nacionales empujaron a Corral fuera del comité panista: "el motivo mayor es la incompatibilidad que ahora veo entre las acciones y decisiones que toma el gobierno y la dirigencia del partido, con la causa fundamental en que muchos mexicanos nos hemos empeñado en la última década: el combate a los monopolios y la lucha por la democratización de los medios de comunicación". En vez de que el PAN enarbole como ayer la crítica a Televisa y a TV Azteca, percibe el ex legislador chihuahuense que se ha producido "una lamentable subordinación política de una buena parte de la clase política en el gobierno y en el partido al poder de las televisoras, y ello explica la forma pero sobre todo el fondo de la remoción del senador Santiago Creel como coordinador de los senadores del PAN. Me pareció una decisión autodestructiva, porque se prefirió coexistir con la censura de la TV a Santiago Creel antes que como partido y gobierno exigirle a las televisoras respeto por su líder parlamentario y por el presidente del Senado de la República".
Como suele ocurrir respecto de quienes se van de un partido, sus compañeros tienden a minimizar el retiro de una persona, aunque acompañen su juicio con algún elogio amable y hasta con un gesto de conmiseración. Corral no deja de ser panista, pero su renuncia al Comité Nacional y su conversión en militante raso es una grave pérdida para el PAN. Activista durante 26 de sus 42 años, fue dirigente estatal de su partido, diputado local y candidato a gobernador. Fue brillante y sobre todo útil su papel como legislador federal durante los 9 años en que fue diputado y senador. Presidió en ambas Cámaras los órganos relacionados con los medios electrónicos, procuró arduamente atajar la aprobación de la Ley Televisa, contra la mayor parte de los senadores de su partido. Lejos de rendirse ante el resultado parlamentario, signado por complicidades entre diversos protagonistas, encabezó la acción de inconstitucionalidad contra la reforma a las leyes de telecomunicaciones y radio y televisión, que a la postre dio la razón a quienes como él la combatieron.
Dos veces ha integrado el Comité Nacional. La primera vez, en 1996, lo encabezaba Felipe Calderón, y Germán Martínez ahora. Cada uno en su momento apreció las cualidades políticas y personales de Corral. Es de imaginar que desde Los Pinos, Calderón haya querido contar con su amigo para incorporarlo al servicio público. Pero Corral concentró su energía y su inteligencia al litigio contra la Ley Televisa ante la Corte. Encarnó así un raro caso de preferir una causa a una chamba, por más enaltecedor que fuera, que es para un militante de la oposición situarse en condiciones de convertir en actos de gobierno sus postulados.
Ahora no oculta su distancia con el Presidente: "La rectificación que Calderón alguna vez ofreció en este tema -dijo a Karla Garduño Morán, en entrevista aparecida en Enfoque el domingo pasado, día en que también Proceso y El Universal incluyeron conversaciones con él- no se va a dar: decidieron renovar el pacto de mutua conveniencia y van a posponer la reforma. No hay voluntad real para sacar adelante una reforma".
Su conclusión, siendo realista, no se deja dominar por el pesimismo. Corral ha dedicado sus afanes a empujar esa reforma a los medios, a la cabeza de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (Amedi) y un frente nacional sobre la materia, que reúne como jamás antes ocurrió las preocupaciones de diversos sectores de la sociedad. A esos sectores, y a las universidades, sindicatos y otras organizaciones sociales apela hoy el ex legislador. Logrará sus fines.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario