Muchos no terminan por entender qué diantres significa eso de guanajuatizar México, según anunció Germán Martínez Cázares en estridente discurso. Cada quien debe hacer su propia exégesis al no haber claridad en este nuevo concepto político. Hay quien piensa que implica el empeño por extender los valores conservadores del yunquismo al resto del país. Otros temen que se pretenda exportar a todas las policías el entrenamiento especializado en tortura que se lleva a cabo en León. Puede ser, pero podría haber otras interpretaciones sobre el significado de este vocablo. Por ejemplo, Jorge Enrique Dávila, presidente del PAN en León, explica que el término apareció en 1989 entre militantes como él mismo, Vicente Fox y Carlos Medina Plascencia (Excélsior, 4/Ago/08).
Se trataba evidentemente de extender la influencia política del PAN en todo México; ganar más alcaldías, diputaciones, senadurías, gubernaturas y, eventualmente, la Presidencia de la República. Sin embargo, por la fecha, se debió hablar entonces de bajacalifornializar México, pues sólo en Baja California el PAN había logrado la gubernatura (Guanajuato sería el segundo estado en ser gobernado por el PAN, pero hasta 1991). Por lo cual podemos inferir que a la estrategia se le bautizó guanajuatización por el origen de quienes la diseñaban, con el probable propósito específico de expandir la influencia política del panismo guanajuatense, como en efecto ocurrió. En ese sentido, lo que podríamos considerar la primera guanajuatización tuvo éxito rotundo. Pero las cosas ya son diferentes. Dávila da su versión de lo que hoy significaría la segunda guanajuatización, cifrada en tres puntos, más bien confusos: “Es reavivar los conceptos de fundación permanente (del PAN), de democracia participativa y de organización científicamente planteada”. Vamos por partes. Lo de la fundación permanente quiere decir, según este estratega, que “el partido sigue fundándose ahí donde no ha calado”. ¿Es lo mismo fundar al partido que promoverlo o fortalecerlo donde está débil? ¿Hay algún estado donde no exista como tal el PAN y haya que fundarlo? No queda claro eso de la “fundación permanente”, salvo como una figura metafórica utilizable en los discursos, pero no como una estrategia distinta a simplemente promover o fortalecer al partido en donde es débil. Viene después lo de la “democracia participativa”, que en estos días no deja de sonar paradójico, tras el rechazo que han hecho el PAN y el gobierno federal de la figura de consulta que pudo constitucionalmente organizar en torno a la reforma petrolera, pero no quiso (lo que no implica que la realizada por el PRD deba tomarse como un mandato político obligatorio para los legisladores, según pretenden los perredistas). Últimamente hemos oído de los panistas más desprecio que promoción de la democracia participativa. En todo caso, Dávila seguramente se refiere a incentivar a la sociedad para que participe, pero a favor del PAN, pues la participación de priistas o perredistas, tan válida como la que más, afectaría —en lugar de fortalecer— la guanajuatización. Finalmente, esta estrategia de extraño nombre implica “una estructura científicamente planteada y bien organizada”. La organización es fundamental para cualquier partido, cierto. Pero hacerlo científicamente (¿física, biológica o químicamente?) recuerda al materialismo histórico de los marxistas o al “darwinismo social” del porfirismo o al nazifascismo, que también pretendía la cientificidad de su movimiento. En todo caso, esta idea no queda tampoco muy clara que digamos.
Pero más allá de lo confuso de esta conceptualización de la guanajuatización por parte de uno de sus fundadores, al ver la fuerza que tiene hoy el PAN en esa entidad, es inevitable la idea de que la pretensión es reproducirla a nivel nacional. Y es que el PAN en Guanajuato es prácticamente un partido hegemónico, casi como lo fue el PRI durante décadas. No hay más que ver los números: el PAN controla 36 de los 46 municipios, 64% de la diputación estatal (que es el tope legal, pero muy cercano a la mayoría calificada), en tanto que la segunda fuerza, el PRI, tiene una representación en el Congreso de apenas 20 por ciento. En 2006, Felipe Calderón ganó con 40% de ventaja. En tal caso, el PAN nos estaría anunciando su pretensión de volverse un partido hegemónico a nivel nacional, y no sólo en Guanajuato. Lo que no deja de sorprender, pues creíamos que la lucha histórica del PAN era contra un sistema de partido hegemónico, y no sólo contra un partido en concreto (el PRI). Creíamos que se trataba no sólo de derrotar al PRI por su nacionalismo revolucionario, sino al régimen priista como tal. Sin embargo, ahora ya se ve que la intención era crear otra hegemonía partidista, pero con el PAN como cabeza. Algo que, sin duda, era reprobado por los antiguos ideólogos del PAN, que condenaban al PRI principalmente por ser un virtual monopolio político y ejercer una hegemonía partidista contraria por definición al pluralismo y la competencia que defendían. Es cierto que cada partido, por naturaleza, trata de expandir su influencia tanto como las condiciones políticas se lo permitan. Pero pretender la configuración de una nueva hegemonía es otra cosa. Y ya vimos cómo el PAN está dispuesto a utilizar la fuerza del Estado para su causa electoral, algo típico de un régimen de partido hegemónico.
Para quienes estamos contra la hegemonía partidista (de cualquier bandería), eso de la guanajuatización del país suena tan temible como si el PRI nos ofreciera el retorno a su tradicional hegemonía o si el PRD nos confesara también su intención de chilanguizar México.
1 comentario:
Guanajuatizar a mexico significa profundizar mas en la ignorancia del pueblo, buscar por ahi entre lo mas recondito del pueblo a un nuevo chespirito el cual nos llevara a todos los mexicanos a la gloria de la epoca de la conquista...
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