12 de febrero de 2009

Televisión pública de Europa, ¿dónde has puesto la calidad?

Por Isabel Hummel - Berlin

Las cadenas públicas de televisión, sujetas a debate a nivel europeo: a la ARD, la BBC y compañía se las acusa de perder calidad a favor de la audiencia. Y eso, a pesar de los cánones exorbitantes que pagan los ciudadanos. En Francia, se ha reducido la publicidad drásticamente.

“Tonterías” de las televisiones públicas alemanas

Una gran ovación. El presentador ayuda a subir al escenario a un hombre pequeño y entrado en años que lentamente empieza a hablar. El público aún sonríe. Es 11 de octubre de 2008, el crítico literario más famoso de Alemania, Marcel Reich-Ranicki, se dirige al público desde el escenario. Se le iba a entregar el Deutsche Fernsehpreis, un premio de la televisión pública alemana, por su trabajo como crítico, pero, tal y como él dice, no puede aceptarlo. Y se dirige al público hablando de lo “desagradable” de esta entrega de premios y de las “tonterías” que se dicen en televisión. Los directores generales de las principales cadenas alemanas están sentados en primera fila y sonríen desconcertados a las cámaras.

Al día siguiente, el debate sobre la calidad televisiva está al rojo vivo en todos los canales. La gente se pregunta qué pasa con la televisión y miran interrogantes a las principales cadenas alemanas de televisión pública, la ARD y la ZDF, que están obligadas por ley a ofrecer un alto nivel de información, educación y cultura. Pero estas cadenas tienen, ante todo, un gran problema común: los jóvenes las evitan; la edad media de sus espectadores es de 65 años. No es ninguna sorpresa ya que en el horario de máxima audiencia se emiten sobretodo las adaptaciones para televisión de las novelas de Rosamunde Piltcher y programas de entretenimiento de música popular; los programas sobre política se han trasladado a la siguiente franja horaria, la de los programas de noche. Con los diálogos superficiales de las telenovelas y los concursos de preguntas y respuestas se acaba de rellenar la parrilla.


Marcel Reich-Ranicki, uno de los críticos más respetados en Alemania, rechaza el premio de la televisión pública alemana | “He recibido muchos premios literarios, entre ellos el Goethe y el Thomas Mann. […] Y lo agradecí sin problemas. Hoy me encuentro en una situación difícil. No quiero insultar a nadie pero, hoy digo alto y claro que no acepto este premio. […] En arte [la cadena de televisión franco-alemana] se ven cosas interesantes de vez en cuando… ¡pero no las tonterías que se pueden ver aquí!”

Pero no es un problema exclusivamente alemán. Desde la introducción del sistema dual en 1980, la televisión pública de toda Europa tuvo que competir con las cadenas privadas. La mala distribución de contenidos ha de justificarse por partida doble, ya que al fin y al cabo la televisión pública se financia con cánones que pagan los ciudadanos. Mientras la televisión privada atrae a los jóvenes obedientes con concursos, programas de entrevistas, tele-realidad y series norteamericanas, la televisión pública se enfrenta al eterno debate: sus principios educativos contra el deseo de llegar al mayor número de espectadores posible.

El escándalo Sachsgate en la BBC

A la madre de todas las cadenas de televisión públicas, la británica BBC, le ha salido el tiro por la culata en su intento de ganarse a la audiencia joven. El motivo: el llamado escándalo Sachsgate. Jonathan Ross, la estrella mediática británica mejor pagada, y Russel Brand, un provocativo presentador, llamaron durante un programa de la BBC al actor Andrew Sachs, de 78 años, y dejaron mensajes abiertamente vulgares en su contestador automático. Los responsables del programa no lo censuraron y el programa se emitió. Tras la emisión, el público enfureció: se supone que la BBC es el estandarte del periodismo serio; y aún hay un motivo más de peso –y además caro–: la cadena se gasta 3,5 mil millones de libras cada año. Sin embargo, la BBC ha reducido su plantilla y ha despedido a cientos de trabajadores por razones de coste mientras la renovación del contrato de Jonathan Ross hasta el 2010 le ha costado 18 millones de libras y ha subido el sueldo de sus directivos hasta un 17%.

En 2007, la BBC también tuvo algún que otro patinazo: el tráiler de un documental sobre la reina se montó de manera errónea y algunos comentarios fueron manipulados. La cadena se disculpó públicamente con la reina y pagó una multa por la manipulación. Los detractores de los cánones tienen tras el Sachsgate aún más razones a las que agarrarse.


Russell Brand y Jonathan Ross durante la broma a Andrew Sachs

Sarko suprime la publicidad de France Télévisions

Para evitar situaciones embarazosas parecidas y tener en cuenta a la audiencia –según las declaraciones oficiales– el presidente francés Nicolas Sarkozy anunció en enero una reforma en el grupo France Télévisions. Primer punto: la publicidad tiene que eliminarse paulatinamente. En 2009, se suprimirá la publicidad a partir de las 8 de la noche; a partir de 2011 se espera que haya desaparecido por completo. Mientras France Télévisions acumula pérdidas de 450 millones de euros a causa de esta reducción de la publicidad, las cadenas privadas pueden incluso emitir más publicidad e interrumpir más a menudo las películas con una retahíla de anuncios. El pastel de la publicidad se ha repartido de nuevo; unas navidades anticipadas para los poderosos amigos de Sarkozy del mundo de las telecomunicaciones.

Punto dos: Sarkozy nombra personalmente a los directores de las cadenas de televisiones públicas. Él no ve nada reprobable en eso, al fin y al cabo en las grandes empresas manda el accionista principal, que está en la cima de la empresa. Tonterías, dicen los críticos, Sarkozy solo se rodea de medios más mansos. La oposición teme que se llegue a una televisión controlada por el Estado. François Bayrou, presidente de la Unión por la Democracia Francesa (MoDem), considera esta reforma un “retroceso sin precedentes”.

Berlusconi, dueño de la RAI

En Francia es un escándalo; en Italia, casi es tradición: la política y los medios en Italia están desde hace mucho tiempo entremezclados. Ya en 2004, el Parlamento Europeo calificó la posición dominante de Berlusconi como “una combinación única de poder económico, político y mediático”. Es dueño del grupo Mediaset y como presidente del gobierno tiene además una gran influencia sobre la cadena estatal Radiotelevisione Italiana (RAI). En conjunto, estas cadenas constituyen el 90% del mercado televisivo italiano. En la cima de la RAI hay un nuevo consejo administrativo, que, sin embargo, se nombra a través de un comité de inspección parlamentario y el ministro de finanzas. Sin embargo, desde la reelección, en mayo, Berlusconi no ha conseguido elegir un nuevo presidente del comité de inspección. Está en tablas con la oposición. Ahora injuria a las empresas económicas líderes que se anuncian en la RAI: “No entiendo cómo pueden aceptar que se emitan sus anuncios entre programas, anuncios que alimentan el pánico y la desconfianza”. El secretario del sindicato de periodistas de la RAI, Carlo Verna, califica esto como un intento “vergonzoso y nada responsable” de agravar la situación financiera de las cadenas públicas. La pregunta es si la RAI sigue siendo aún independiente o no.

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