4 de julio de 2006
Hora de demócratas
Javier Corral Jurado
04 de julio de 2006
Senador de la República por el Partido Acción Nacional (PAN). Ex candidato a gobernador del estado de Chihuaha por la coalición PAN-PRD-Convergencia. Actualmente es uno de los principales impulsores de la Nueva Ley de Radio y Televisión que se discute en el Senado. Fue diputado plurinominal por el PAN y presidente de la Comisión Permanente del Congreso de la LVII Legislatura.
Los resultados electorales de este domingo ponen a prueba de manera insoslayable a los demócratas de México, dondequiera que se encuentren. Nos enfrenta el reto de corresponder con madurez y responsabilidad a la nutrida participación ciudadana que alcanzó la cifra del 60% respecto al total de votantes de las casillas recibidas en el PREP.
Someterse a la institucionalidad electoral que hemos construido y que tiene en el IFE y en el TEPJF dos de sus expresiones más sólidas, ambas reputadas de imparcialidad y profesionalismo, sería la prueba más contundente de que, en efecto, quienes participamos en la vida política a través de la vía electoral lo hacemos con vocación democrática, dispuestos a reconocer la mayoría de la voluntad popular. Los demócratas no deben reñir con las matemáticas.
Por mínima que resulte al final del cómputo la diferencia entre el vencedor de la contienda y su más cercano competidor, estará ahí crudamente encarnada en la realidad la vieja advertencia de que en la democracia se gana o se pierde por un voto, y someterse a ello será testimonio invaluable de la conciencia demócrata. El PREP confirma -capturado 98.15% de las 130 mil 788 actas- a Calderón como el presidente electo con un punto porcentual de ventaja, pero que representa más de 400 mil votos. Oponerse al resultado cuestionando el modelo en el que se decidió participar, no es válido, además de que reitera el error en la forma de plantear las transformaciones que el país necesita.
Sin duda que el modelo electoral de nuestro país requiere de inmediatas correcciones, sobre todo en materia de su altísimo costo y dependencia casi existencial de la tv, pero ello debe incorporarse como uno de los primeros acuerdos del pacto nacional que necesariamente ha de construirse a la luz de estos mismos resultados electorales, y del que prácticamente todos los candidatos presidenciales esbozaron ideas y compromisos. En mala hora que dentro del PRD ganaran los radicalismos de izquierda frente a este escenario, y entonces se concretara en los hechos la ruta descalificadora de Marcos, paradójicamente uno de sus más eficaces adversarios.
Por el contrario, es la hora de los demócratas en todos los partidos, para rescatarlos, reformarlos o refundarlos, y en la grata noticia de su incorporación al espectro político nacional es también oportunidad para consolidar la Alternativa Socialdemócrata, que con su frescura impulsó Patricia Mercado hacia su registro definitivo. La izquierda tiene que ser sensata en esta hora compleja, y Acción Nacional tiene el deber de leer adecuadamente la distancia que media entre la victoria del año 2000 y el triunfo del domingo pasado, un tránsito de la alegría y el entusiasmo, al miedo y la sociedad dividida. No atender con cuidado el significado de los comicios pasados por los dos principales protagonistas, puede derivar en un encono social.
No tengo ninguna duda que el arreglo electoral que tenemos privilegia factores no esenciales para la decisión ciudadana de elegir, pero ello es una distorsión de la conducta de los partidos y no es un elemento intrínseco en la naturaleza del sistema de partidos; éste sigue siendo el sistema hasta ahora más eficaz y competente para la representación ciudadana, pero obviamente requiere de reformarse a sí mismo. La izquierda tiene que moderarse, evitar que sea temida y, por ello mismo, requiere ser socialdemócrata, centrada en la reanimación de los sindicatos, promotora del papel de las mujeres, animadora de la diversidad cultural, tolerante de la pluralidad política, y dispuesta a plantear el cambio de modelo económico sin atizar la lucha de clases.
Acción Nacional tiene mayores retos que la izquierda, habida cuenta que si se lo propone puede gobernar por primera vez en el país con su propia identidad. En ese esfuerzo deberá buscar un rostro más social, y tener el valor de sacudirse los fundamentalismos que insisten en mezclar convicciones estrictamente religiosas con políticas públicas de Estado, reconocer el pragmatismo que nos invade en los últimos años en decisiones que no hacen más que desfigurar la tradición humanista de nuestros fundadores y alejarnos de sectores sociales estratégicos para la democracia, como la comunidad intelectual y cultural del país. Debemos buscar que quienes voten por nosotros nos consideren opción, y no seamos un instrumento de protección o escudo frente a la amenaza o el peligro.
Experiencias internacionales recientes confirman que diversos procesos electorales han tardado varios días en definir con claridad al ganador de contiendas presidenciales. Italia tardó 23 días para poder conocer al ganador Prodi, tal y como lo vimos en Estados Unidos en la primera elección de Bush, sin alterarse la vida institucional de esas naciones. Esa madurez está sustentada en dos grandes valores: la lealtad democrática de los que pierden, y la vocación incluyente de los que ganan. No se quedan ni se eliminan para siempre; con regularidad se vuelven a enfrentar, pero tienen la capacidad política para acordar. Aquí también ese es el reto.
04 de julio de 2006
Senador de la República por el Partido Acción Nacional (PAN). Ex candidato a gobernador del estado de Chihuaha por la coalición PAN-PRD-Convergencia. Actualmente es uno de los principales impulsores de la Nueva Ley de Radio y Televisión que se discute en el Senado. Fue diputado plurinominal por el PAN y presidente de la Comisión Permanente del Congreso de la LVII Legislatura.
Los resultados electorales de este domingo ponen a prueba de manera insoslayable a los demócratas de México, dondequiera que se encuentren. Nos enfrenta el reto de corresponder con madurez y responsabilidad a la nutrida participación ciudadana que alcanzó la cifra del 60% respecto al total de votantes de las casillas recibidas en el PREP.
Someterse a la institucionalidad electoral que hemos construido y que tiene en el IFE y en el TEPJF dos de sus expresiones más sólidas, ambas reputadas de imparcialidad y profesionalismo, sería la prueba más contundente de que, en efecto, quienes participamos en la vida política a través de la vía electoral lo hacemos con vocación democrática, dispuestos a reconocer la mayoría de la voluntad popular. Los demócratas no deben reñir con las matemáticas.
Por mínima que resulte al final del cómputo la diferencia entre el vencedor de la contienda y su más cercano competidor, estará ahí crudamente encarnada en la realidad la vieja advertencia de que en la democracia se gana o se pierde por un voto, y someterse a ello será testimonio invaluable de la conciencia demócrata. El PREP confirma -capturado 98.15% de las 130 mil 788 actas- a Calderón como el presidente electo con un punto porcentual de ventaja, pero que representa más de 400 mil votos. Oponerse al resultado cuestionando el modelo en el que se decidió participar, no es válido, además de que reitera el error en la forma de plantear las transformaciones que el país necesita.
Sin duda que el modelo electoral de nuestro país requiere de inmediatas correcciones, sobre todo en materia de su altísimo costo y dependencia casi existencial de la tv, pero ello debe incorporarse como uno de los primeros acuerdos del pacto nacional que necesariamente ha de construirse a la luz de estos mismos resultados electorales, y del que prácticamente todos los candidatos presidenciales esbozaron ideas y compromisos. En mala hora que dentro del PRD ganaran los radicalismos de izquierda frente a este escenario, y entonces se concretara en los hechos la ruta descalificadora de Marcos, paradójicamente uno de sus más eficaces adversarios.
Por el contrario, es la hora de los demócratas en todos los partidos, para rescatarlos, reformarlos o refundarlos, y en la grata noticia de su incorporación al espectro político nacional es también oportunidad para consolidar la Alternativa Socialdemócrata, que con su frescura impulsó Patricia Mercado hacia su registro definitivo. La izquierda tiene que ser sensata en esta hora compleja, y Acción Nacional tiene el deber de leer adecuadamente la distancia que media entre la victoria del año 2000 y el triunfo del domingo pasado, un tránsito de la alegría y el entusiasmo, al miedo y la sociedad dividida. No atender con cuidado el significado de los comicios pasados por los dos principales protagonistas, puede derivar en un encono social.
No tengo ninguna duda que el arreglo electoral que tenemos privilegia factores no esenciales para la decisión ciudadana de elegir, pero ello es una distorsión de la conducta de los partidos y no es un elemento intrínseco en la naturaleza del sistema de partidos; éste sigue siendo el sistema hasta ahora más eficaz y competente para la representación ciudadana, pero obviamente requiere de reformarse a sí mismo. La izquierda tiene que moderarse, evitar que sea temida y, por ello mismo, requiere ser socialdemócrata, centrada en la reanimación de los sindicatos, promotora del papel de las mujeres, animadora de la diversidad cultural, tolerante de la pluralidad política, y dispuesta a plantear el cambio de modelo económico sin atizar la lucha de clases.
Acción Nacional tiene mayores retos que la izquierda, habida cuenta que si se lo propone puede gobernar por primera vez en el país con su propia identidad. En ese esfuerzo deberá buscar un rostro más social, y tener el valor de sacudirse los fundamentalismos que insisten en mezclar convicciones estrictamente religiosas con políticas públicas de Estado, reconocer el pragmatismo que nos invade en los últimos años en decisiones que no hacen más que desfigurar la tradición humanista de nuestros fundadores y alejarnos de sectores sociales estratégicos para la democracia, como la comunidad intelectual y cultural del país. Debemos buscar que quienes voten por nosotros nos consideren opción, y no seamos un instrumento de protección o escudo frente a la amenaza o el peligro.
Experiencias internacionales recientes confirman que diversos procesos electorales han tardado varios días en definir con claridad al ganador de contiendas presidenciales. Italia tardó 23 días para poder conocer al ganador Prodi, tal y como lo vimos en Estados Unidos en la primera elección de Bush, sin alterarse la vida institucional de esas naciones. Esa madurez está sustentada en dos grandes valores: la lealtad democrática de los que pierden, y la vocación incluyente de los que ganan. No se quedan ni se eliminan para siempre; con regularidad se vuelven a enfrentar, pero tienen la capacidad política para acordar. Aquí también ese es el reto.
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