13 de junio de 2008

El delfín oculto de Calderón

José A. Crespo

Fue sorpresiva (al menos para la opinión pública) la remoción de Santiago Creel como coordinador de la bancada blanquiazul en el Senado. De inmediato, eso ha dado lugar a teorías y dilucidaciones sobre la o las razones de dicho movimiento táctico por parte de Felipe Calderón. La explicación oficial, la del “reajuste para 2009”, es la menos creíble. Si así fuera, habría convenido esperar para después de la reforma petrolera, y poco antes de iniciarse el proceso electoral (octubre). No tendría ningún sentido hacer tal movimiento ahora. Viene después la tesis del “ajuste de cuentas”. Ahora se recuerdan motivos de rivalidad y distanciamiento entre Creel y Calderón, ello aunado a la grosera forma en que el coordinador senatorial fue echado de su cargo. Pero, de ser así, probablemente se hubiera dado la inmediata sustitución de Creel apenas llegó a la dirección del PAN Germán Martínez Cázares. Tanto Creel como Héctor Larios habían sido nombrados por Manuel Espino, que de esa forma salvó a Santiago del aislamiento político. Se preveía un posible cese inmediato de ambos. Pero no fue así. A los coordinadores nombrados por Espino se les dio una oportunidad.

Otra versión habla de un trueque entre el gobierno y las grandes televisoras: la cabeza de Creel, a cambio de dar una mayor y mejor difusión a la reforma petrolera de Calderón, que hace agua por todos lados. Desde luego, hay motivos de descontento de las televisoras para con Creel, pues fue uno de los impulsores —que no el único— de la reforma electoral, tan perjudicial a los concesionarios. Y también es cierto que se denota cierta desesperación de Calderón por estar perdiendo la batalla de la opinión pública en torno a la reforma petrolera (desventaja acentuada por la controvertida consulta ciudadana que convocarán los perredistas). Por lo cual, esta versión no puede descartarse así como así. Pero veremos si hay un vuelco más intenso de las concesionarias a favor de la reforma y en contra de la consulta perredista. Ese podría ser un indicio, en caso de palparse un cambio drástico.

Otra tesis, más atendible aún, es que este movimiento responde esencialmente a los errores políticos de Creel en el manejo de la reforma petrolera; aceptó, sin consultar a nadie, el debate con Andrés López Obrador, aunque le jalaron las orejas y se desistió. Después, mostró una postura tibia y huidiza durante el tribunazo, que a la distancia se ve como un certero golpe que movió el curso planeado de la reforma y, por tanto, peligra gravemente. La desesperación de Calderón en torno a esa reforma —entre otros temas— podría haber provocado ese reajuste parlamentario y quizá continúe con otro reacomodo en el gabinete. Mismo que, por lógica, debería incluir a Juan Camilo Mouriño, cuyo desempeño ha sido fatal. Pero el fantasmal secretario de Gobernación es el consentido de Calderón y, por ello, lo mantiene ahí, como lastre político.

Viene después la tesis “moral”: una sanción panista a Creel por sus desvaríos privados. Tampoco me parece sustentada, pues, pese a la moralina que caracteriza al partido santón, ese tipo de cuestiones no parecen ser decisivas para tomar medidas políticas de envergadura. Ahí esta el caso de Vicente Fox, divorciado y vuelto a casar sin la bendición eclesiástica. En todo caso, otra explicación, esa más plausible —aunque tampoco necesariamente real—, es la “tesis sucesoria”. Es cierto que resulta burdo que, a unos cuantos días de haberse divulgado varias encuestas donde Creel aparece como el aspirante blanquiazul más popular (y con mayor ventaja dentro del círculo panista), se le cese de su cargo para eliminarlo de esa carrera o al menos debilitarlo decisivamente. Parece burdo, en efecto, pero los panistas lo son. Y si no, recordemos cómo, de manera más que torpe, el presidente Fox reprendió públicamente a Calderón por sus legítimas aspiraciones presidenciales, al grado de orillarlo a renunciar al gabinete (lo que después demostró ser el mejor, aunque involuntario, empujón que pudo haberle dado Fox a Felipe). Ahora Calderón podría estar cometiendo el mismo error: dar a Creel la bandera de la crítica, que eventualmente le permita aglutinar el descontento y la inconformidad panista en torno a Calderón, sobre todo si su gobierno registra un fuerte declive (que, para muchos, ya se inició). Eso dependerá de la habilidad y la oportunidad política de Creel en esos movimientos (aunque en realidad Creel no ha destacado por su pericia en estas lides).

Pero que Creel esté en las encuestas muy por encima de otros posibles precandidatos del PAN refleja, no tanto que la caballada calderonista esté flaca, sino que prácticamente no existe. Y no se ve claro que vaya a surgir (aunque aún no se puede pronunciar la última palabra). Como sea, dados los apresurados tiempos políticos mexicanos (que en buena parte explican nuestros rezagos en todo), no pasará mucho tiempo antes de que ya estemos en plena prepre-campaña presidencial, y si ninguna carta calderonista crece, entonces Felipe no tendrá sucesor… al menos dentro del PAN. Y eso nos lleva a sospechar que Calderón, ante el riesgo de no contar con nadie con posibilidades reales de triunfar en 2012 y ante su visceral rechazo a todo lo que venga del PRD, podría respaldar a un “candidato útil”, un “delfín oculto” que pudiera detener el desafío perredista. Alguien del PRI, desde luego. Y quién mejor que quien encabeza las encuestas: Enrique Peña Nieto. Por supuesto, Calderón respaldaría públicamente al abanderado blanquiazul, pero por debajo del agua trataría de impulsar —dentro de lo que permite la ley, por supuesto— a su delfín priista. Habrá que observar a futuro si hay o no indicios de respaldo o cierta complacencia de Los Pinos hacia el joven gobernador mexiquense.

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