Si los candidatos no me convencen, anularé mi voto escribiendo en la boleta el nombre de Esperanza Marchita. A esa conclusión llegué después de revisar los hechos y reconocer que me considero un ciudadano agraviado por la clase política.
Tardé un año en reconciliarme con la idea de anular mi voto. El primer paso fue rendirme ante la evidencia: la degradación de los partidos políticos no es anécdota pasajera; están fundidos con las redes de intereses corruptos que nos exprimen y maltratan. Se salvan personas, grupos e instituciones, pero son incapaces de modificar el quebranto ético y la mediocridad.
También influyó la revisión de la lujosa Memoria gráfica de la elección de 2006 editada por el Instituto Federal Electoral (IFE). Con centenares de fotos, en este documento se construye una visión idílica, beata, irreal sobre aquellos comicios. Por ningún lado aparece la polarización desencadenada por los spots del odio, la parcialidad del Presidente o las caras de las protestas postelectorales. Se trata de un intento ridículo de disimular la baja calidad de nuestra democracia. Ese texto es una metáfora de la intrascendente y costosa levedad de nuestros árbitros electorales: IFE, Tribunal (TEPJF) y Fiscalía (Fepade).
Tampoco convencen los argumentos de quienes promueven el voto y/o atacan a quienes estamos por la anulación. Según un correo no verificado, don Lorenzo Servitje promueve el voto por los candidatos del PAN diciendo que aun cuando algunos de sus miembros tienen defectos, éstos “son menores si se comparan a los (de) otros partidos”. Por su parte, el Cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Íñiguez, predica que “esos (que promueven la anulación) no hacen labor de patria, el abstencionismo va a matar a la democracia, eso no está correcto, hay que votar por el menos peor”. (Mural, 21 de mayo de 2009).
Es propio de acomplejados y mediocres proponer al menos malo, sobre todo porque los partidos podrían elegir a candidatos mejores. No lo hacen porque sus liderazgos son burocracias que defienden negocios y temen la llegada de gente mejor preparada. También se repite que la anulación favorecerá al voto duro; extraño razonamiento de quienes cada que pueden cortejan y compran el voto corporativo.
Con la anulación del voto se busca imponerles cambios como la selección de buenos candidatos. Menciono a tres aspirantes a una diputación federal por partidos ubicados en la izquierda (yo voto por esa franja). Jaime Cárdenas, postulado por el Partido del Trabajo en el cuarto distrito de la capital; José Alfredo Gutiérrez va por Convergencia por el tercero de Coahuila y Guadalupe Loaeza por el décimo del Distrito Federal.
Los razonamientos anteriores me condujeron a la decisión de votar por aquellos candidatos que me convencieran. Volví a constatar cuán poco les importamos a los partidos. Como parte de la construcción de esta columna, le pedí a una colaboradora que averiguara los nombres, historial y propuestas de los candidatos a diputado federal, asambleista y delegado de la Magdalena Contreras por Convergencia, PT y PRD. Dedicó ¡ocho horas de trabajo! a sacar alguna información sobre los candidatos. Es tanta su desorganización que hasta el domingo 24 de mayo el sitio del PRD-DF no había habilitado el vínculo al perfil de los candidatos. Porque conocí el trabajo de Carlos Reyes Gámiz (PRD) como asambleista del DF, votaré por él para diputado federal, pero anularé mi voto en los otros dos casos: ninguno convence.
Tomada la decisión vino el mecanismo de anulación. Es legal cruzar toda la boleta o escribir el nombre de un candidato no registrado. Propuesta Cívica de Guanajuato sugirió que inventáramos a una candidata mujer que simbolizara, en nombre y biografía, nuestro desencanto. Esta opción tiene como ventaja que forma parte de un proyecto más amplio de dignificación, en la medida de lo posible, de la política.
Escribir el nombre de Esperanza Marchita en la boleta ayudará a continuar la lucha por el acceso a la boleta de las elecciones. Después de los comicios, Propuesta Cívica, AC (o su media hermana Propuesta Política, APN) iniciarán un proceso ante el IFE y las autoridades judiciales para solicitar el acceso a las boletas electorales de 2009 para constatar, en algunas casillas, cuántos votos sacó Esperanza. Votar por Esperanza es, también, respaldar un proyecto más amplio que incluye, entre otras actividades, la queja interpuesta ante el IFE por Propuesta Política APN contra la propaganda engañosa y manida que difunde el Verde.
Según la última encuesta de Reforma (28 de mayo de 2009) ya somos un 10% los que pensamos anular el voto. Ojalá y crezca ese porcentaje para que los partidos y los árbitros electorales se den cuenta de la intensidad de nuestro hartazgo con sus dispendios, su desorganización y su cinismo. Esperanza Marchita es una de las muchas opciones; todas legítimas y válidas, por coincidir en la exigencia de una renovación que urge.
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