La Procuraduría de Justicia de Veracruz decidió dar carpetazo al caso de Ernestina Ascencio, quien murió en confusas circunstancias en la sierra de Zongolica. La Procuraduría veracruzana dio un viraje de 180 grados con respecto a sus propias tesis, defendidas enérgicamente durante semanas. Lo cual huele a un arreglo cupular entre el gobierno de Veracruz y el federal para enterrar este pestilente y comprometedor expediente. Ante este espectacular viraje, surgen varias reflexiones e incógnitas.
1) Tras haberse determinado en una primera instancia que hubo violación y muerte derivada de la agresión física, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) puso en duda la primera necropsia y exigió otra. El mismo día que se firmaba ese nuevo peritaje, sus conclusiones fueron adelantadas por Felipe Calderón, fungiendo como vocero de la Comisión: no hubo violación y la indígena murió de gastritis. La CNDH ratificó esa afirmación basada en la segunda necropsia, que dijo considerar bien hecha… hasta que se conoció públicamente, pues de ella se infería que sí hubo violación y muerte "mecánica" (es decir, provocada por un detonador externo) y no médica (por enfermedad previa) como decía el intachable José Luis Soberanes. Varios especialistas independientes confirmaron que el segundo peritaje registraba desgarres genitales y violencia física.
2) Ante ello, Soberanes desapareció de los medios por varios días (la Comisión dijo que estaba fuera de México, pero al visitador Raúl Plascencia se le salió decir que Soberanes permanecía en el país, seguramente estudiando cómo darle la cuadratura al círculo de Zongolica).
3) Mientras tanto, varios visitadores de la Comisión se tropezaban con sus argumentos y se contradecían mutuamente. Habían llegado a la conclusión de la no violación sin siquiera preguntar al Ejército qué pasaba con los líquidos seminales de los que habló en un comunicado oficial. El Ejército se desmintió también, señalando que esos líquidos nunca le llegaron (pese a haber anunciado que ya estaba haciendo análisis con ellos).
4) Soberanes salió días después con las pruebas contundentes de que no hubo violación ni asesinato, aunque ahora tuvo que aclarar que también el segundo peritaje había sido mal hecho (lo que contradecía sus declaraciones previas).
5) Mientras tanto, un subsecretario de Gobernación visitó en dos ocasiones a la familia de doña Ernestina. Pero Gobernación no atiende asuntos ministeriales, sino políticos. De lo que se infiere que éste era un asunto político, como quizá convencer a los familiares de desistirse de sus quejas, pues quedarían indefensos ante el embate institucional (como sucede ahora cuando el gobierno veracruzano se desdice también).
6) Y, en efecto, las aclaraciones hechas el lunes por el procurador veracruzano de Justicia, Emeterio López, y el fiscal especial para el caso, Juan Alatriste, constituyen una especie de "dice mi mamá (Fidel Herrera) que siempre no". Tras haber defendido a capa y espada la tesis de la violación, ahora se dicen convencidos de que, si bien hubo desgarre vaginal, éste pudo haberse hecho de maneras alternativas a una violación, versión que coincide con lo dicho en algún momento por Susana Pedrosa, visitadora de la CNDH encargada del caso, en el sentido de que tales lesiones podrían hacerse "incluso por caminar".
7) También dijeron los funcionarios veracruzanos que la contradicción entre una posible muerte mecánica (que reportaban las dos necropsias) o médica (según sostienen la CNDH y Calderón) pasaba a segundo plano. En buen cristiano, eso significa que las diferencias entre asesinato o muerte natural, entre violación o "lesiones por caminar", son irrelevantes para aclarar el caso y, por tanto, pueden muy bien irse al segundo, tercero o décimo planos. ¡Vaya sapos que tienen que engullir nuestros funcionarios y políticos para que la realidad se ajuste a lo absurdo!
8) Se manejaron dos versiones eje sobre el asunto: 1) se trataba de una perversa conjura para desprestigiar al Ejército, animada por narcotraficantes o guerrilleros de la zona, en la cual estaría involucrado el gobierno de Veracruz, incluido su gobernador, que defendió firmemente la tesis del crimen; 2) doña Ernestina sí fue atacada y violada, y falleció como consecuencia de ello, pero como los probables responsables eran militares, el gobierno en complicidad con la CNDH habría hecho todo un operativo para cambiar el sentido de las primeras declaraciones y pruebas con el fin de preservar la impunidad militar. En cuyo caso tendrían que pactar con el gobierno de Veracruz para que, finalmente, se alineara a la tesis oficial de la "gastritis mal cuidada".
Pero si esta última versión es falsa (ahora oficialmente falsa), eso implica que la conjura veracruzana debió existir. En cuyo caso se requiere investigar qué pasó ahí, quién estaba detrás del complot contra el Ejército, qué funcionarios estuvieron implicados y por qué el gobernador Herrera aceptó participar de dicha confabulación al lado de los capos o de la guerrilla. Y, desde luego, debiera haber penalización legal a los implicados, que son varios (campesinos, peritos, médicos forenses, funcionarios, procuradores y fiscales), pues no es creíble la tesis de la "equivocación" múltiple y reincidente. Pero es probable que el "carpetazo" del lunes suponga también olvidar todo, sin responsables ni culpables. De ser el caso —como parece serlo—, lo de Zongolica constituiría una especie de necropsia a nuestra "democracia", y de cuyo peritaje se puede concluir que no sólo doña Ernestina, sino también la transparencia, la justicia, la lógica, la credibilidad institucional y la rendición de cuentas, fueron violadas y mancilladas.
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