El vocablo “gabinetazo” puede referirse bien a un golpe de timón dentro del gabinete presidencial (o del Ejecutivo estatal), bien a una forma sarcástica para hablar de un equipo de gobierno débil, ineficaz y gris (contrariamente a la connotación de excelencia que originalmente quiso darle su autor, Vicente Fox). En el escándalo provocado por la difusión de grabaciones telefónicas a Luis Téllez y en su remoción como desenlace lógico, caben ambas acepciones. De lo cual surgen algunas reflexiones:
1) El gobierno es vulnerable al espionaje, incluso en sus más altos niveles, pero también lo es al chantaje ejercido a partir de la información ilícitamente obtenida. Los funcionarios tendrán que cuidarse de lo que digan, no sólo en sus declaraciones públicas, sino también en sus conversaciones telefónicas y además en pláticas privadas.
2) Y aunque en cada escándalo derivado del espionaje se asegura que se encontrará y se va a castigar a los responsables, eso jamás ocurre. Lo cual refleja la gran ineficacia de nuestros aparatos de inteligencia y justicia. Pues, aun cuando se sabe a ciencia cierta quién ejerció el espionaje, no se aplica la ley. A Carlos Ahumada se le encarceló por otras infracciones, mas no por el espionaje que él mismo practicó sobre sus diversos interlocutores (los conocidos y los no conocidos). ¿Para qué entonces repetir el despliegue declarativo de que se indagará y se va a encontrar a los responsables, “caiga quien caiga”, lo que a estas alturas probablemente ya nadie cree? Pero, más allá de la sanción legal, una de las claves para entender cabalmente lo sucedido, es saber quién hizo tales grabaciones (no lo sabremos).
3) Téllez se volvió insostenible para Felipe Calderón pese al gran servicio que le prestó en el manejo público del incidente aéreo en el que perdió la vida Juan Camilo Mouriño. A partir de la divulgación de las grabaciones, Téllez perdió toda capacidad de interlocución eficaz. Y es que tales cintas sugerían un grave desacato judicial del secretario, además de falta de disciplina y de lealtad hacia su jefe. No por casualidad, su sustituto en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, Juan Molinar, resaltó la lealtad y la obediencia hacia su jefe y amigo, al tomar posesión: “Comprometo en esta misión mi lealtad absoluta… Esté usted seguro de que en todo momento acataré sus instrucciones”, con lo que sugirió indirectamente que su antecesor fue indisciplinado y desleal.
4) Pero el nombramiento de Molinar, quien no tiene experiencia en el conflictivo ramo de las comunicaciones, suscita nuevamente el dilema de los gobiernos panistas entre lealtad y experiencia. Lo mismo le ocurrió a Fox, cuando algunos de sus secretarios reclutados fuera de su círculo íntimo no le respondieron como él quería y necesitaba, y los sustituyó por amigos leales aunque no supieran casi nada del ámbito en que se les designaba. Recordemos el desastre que dejó Luis Ernesto Derbez en Relaciones Exteriores (al cual se refirió Calderón a principios de este año). Y, también, al salir Rafael Macedo de la Concha de la PGR, Fox lo sustituyó con un hombre leal y confiable, pero neófito: Daniel Cabeza de Vaca. Los panistas le reclamaron también a Fox haber nombrado al ex priista Alfonso Durazo como su secretario particular, tras cuya defección el guanajuatense reconoció haberse equivocado. Narran Rubén Aguilar y Jorge Castañeda que Rodolfo Elizondo le envió a Fox una frase de Vaclav Havel, a propósito del nombramiento de Durazo: “Más vale inexperiencia temporal que sabotaje permanente” (La Diferencia, 2007). Una idea que quizá también le haya recordado el PAN a Calderón con motivo de algunos de sus colaboradores priistas o ex priistas, que secretamente añoran la época del PRI.
5) Al dilema entre lealtad y experiencia se refirió Calderón no hace mucho, cuando se le preguntaba sobre el caso de Mouriño en Gobernación. Felipe respondió, como es lógico suponer, que lo prioritario es la lealtad, pero que ello no implica ineficacia o falta de destreza: “Yo creo que lo más importante precisamente es lealtad (pero) no es un tema de lealtad nada más, también es un tema de competencia y capacidad y (mis colaboradores) la tienen” (01/09/08). Así lo afirma también el senador Gustavo Madero al referirse a la inclusión de Molinar al gabinete: se trata de un “gobierno de cuates”, sí, pero “cuates muy capaces”. Molinar —se ha dicho con razón— tiene sentido político (aunque no se percató de algo evidente: que el desafuero contra Andrés López Obrador, en 2005, sería un desastre). Veremos su capacidad de aprendizaje en comunicaciones.
6) El nombramiento de Molinar como secretario de Estado abre la baraja calderonista para la sucesión presidencial. Se trata ya de una tradición, heredada del régimen priista, que es un requisito estar o haber estado en el gabinete para perfilarse como candidato del partido gobernante. Calderón difícilmente lo hubiera sido de no haber pasado por la Secretaría de Energía, por más que la torpeza política de Fox lo haya orillado a abandonar el gabinete prematuramente. Dada la escasez —por no decir inexistencia— de caballos calderonistas, Molinar podría tener buenas probabilidades. Y, desde luego, ganas no le faltarán, por lo cual es probable que los encuestadores incluyan desde ahora su nombre. Mientras tanto, continúa Santiago Creel en la cima de las preferencias blanquiazules, bajo la estrategia que antes aplicó Calderón: aglutinar el descontento y la disidencia dentro del PAN. Pero, dicen muchos, Calderón no es Fox.
Muestrario. Y a propósito de cambios, Consuelo Sáizar hizo un estupendo trabajo en el Fondo de Cultura Económica, experiencia que le será útil en la difícil misión que ahora se le encomienda.
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