28 de mayo de 2006
Carta desde Europa
Stephan Sberro
Stephan Sberro es doctor en Ciencias Políticas, Université Sorbonne-Nouvelle (París III), Francia. Actualmente es codirector nacional del Instituto de Estudios de la Integración Europea, en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).
28 de mayo de 2006
Impotente, perpleja y molesta, Europa observa la evolución política en América Latina. Esta evolución aleja dos continentes que en 1999 en Río de Janeiro proclamaban su voluntad de alianza estratégica. Pero esta alianza está más carente de contenido hoy que nunca.
En el discurso oficial europeo, América Latina era la región políticamente más cercana por dos razones. La primera es evidente pero poco útil para una alianza estratégica real y viable: la cultura (incluyendo la lengua y las religiones) y los valores son en gran parte comunes. La segunda es más concreta. Europa quiere promover un nuevo modelo de relaciones internacionales basado en un mundo multipolar constituido por grupos regionales. Estados Unidos y Canadá, China, Japón, la India, el mundo árabe, Rusia por ejemplo.
En esta visión, la Unión Europea podía aspirar finalmente al estatuto de potencia, mientras América Latina podía constituir una pieza clave. Ninguno de estos dos sueños está cerca de hacerse realidad. Para lo que atañe a América Latina, los europeos constataron con consternación en Viena que sus supuestos socios estratégicos les fallaban en los dos ámbitos en los cuales se suponía iba a estribar la alianza, por una razón única: los progresos del populismo.
Esta progresión aleja a América Latina de la democracia y del estado de derecho. También la aleja del ideal de integración regional.
Cuba no es un modelo pero sí una referencia, y un apoyo para los gobiernos de Venezuela y Bolivia. Asimismo, es ominoso constatar que se trata también del único país del continente que mantiene malas relaciones con la Unión Europea, sin perspectiva de mejoría, sobre todo por el atropello a los derechos humanos pero también por las posiciones asumidas por la diplomacia de Fidel Castro en los foros internacionales.
Más concretamente, en la Cumbre de Viena los europeos observaron con desolación como los gobiernos de Chávez y Morales destrozaban intentos de integración regional, como la Comunidad Andina de Naciones o el Mercosur, que ellos han apoyado históricamente (incluyendo mandando especialistas y financiando la cooperación interna). Con la embestida "bolivariana", estos dos grupos se están debilitando y dividiendo hasta tal punto que una explosión parece posible.
La ruina de la "alianza estratégica" entre los dos bloques se puede medir con una consideración: América Central, con todo y sus crisis política, económica y social, y su dependencia de Estados Unidos, constituye hoy el más sólido baluarte de los ideales europeos en América Latina.
Mientras tanto, los europeos deciden concentrarse en Brasil y México para no desaparecer políticamente del continente.
Stephan Sberro es doctor en Ciencias Políticas, Université Sorbonne-Nouvelle (París III), Francia. Actualmente es codirector nacional del Instituto de Estudios de la Integración Europea, en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).
28 de mayo de 2006
Impotente, perpleja y molesta, Europa observa la evolución política en América Latina. Esta evolución aleja dos continentes que en 1999 en Río de Janeiro proclamaban su voluntad de alianza estratégica. Pero esta alianza está más carente de contenido hoy que nunca.
En el discurso oficial europeo, América Latina era la región políticamente más cercana por dos razones. La primera es evidente pero poco útil para una alianza estratégica real y viable: la cultura (incluyendo la lengua y las religiones) y los valores son en gran parte comunes. La segunda es más concreta. Europa quiere promover un nuevo modelo de relaciones internacionales basado en un mundo multipolar constituido por grupos regionales. Estados Unidos y Canadá, China, Japón, la India, el mundo árabe, Rusia por ejemplo.
En esta visión, la Unión Europea podía aspirar finalmente al estatuto de potencia, mientras América Latina podía constituir una pieza clave. Ninguno de estos dos sueños está cerca de hacerse realidad. Para lo que atañe a América Latina, los europeos constataron con consternación en Viena que sus supuestos socios estratégicos les fallaban en los dos ámbitos en los cuales se suponía iba a estribar la alianza, por una razón única: los progresos del populismo.
Esta progresión aleja a América Latina de la democracia y del estado de derecho. También la aleja del ideal de integración regional.
Cuba no es un modelo pero sí una referencia, y un apoyo para los gobiernos de Venezuela y Bolivia. Asimismo, es ominoso constatar que se trata también del único país del continente que mantiene malas relaciones con la Unión Europea, sin perspectiva de mejoría, sobre todo por el atropello a los derechos humanos pero también por las posiciones asumidas por la diplomacia de Fidel Castro en los foros internacionales.
Más concretamente, en la Cumbre de Viena los europeos observaron con desolación como los gobiernos de Chávez y Morales destrozaban intentos de integración regional, como la Comunidad Andina de Naciones o el Mercosur, que ellos han apoyado históricamente (incluyendo mandando especialistas y financiando la cooperación interna). Con la embestida "bolivariana", estos dos grupos se están debilitando y dividiendo hasta tal punto que una explosión parece posible.
La ruina de la "alianza estratégica" entre los dos bloques se puede medir con una consideración: América Central, con todo y sus crisis política, económica y social, y su dependencia de Estados Unidos, constituye hoy el más sólido baluarte de los ideales europeos en América Latina.
Mientras tanto, los europeos deciden concentrarse en Brasil y México para no desaparecer políticamente del continente.
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