21 de octubre de 2009

Calderón: 1 – 1 – 8

Leo Zuckermann

El Presidente propuso, el PRI dispuso, la izquierda se opuso. Resultado: un país estancado. Nada nuevo. Se trata de la historia de este sexenio.

El Ejecutivo federal puso en la mesa una sola reforma fiscal de fondo: un impuesto al consumo de 2% generalizado. El partido que tiene la mayor fuerza en el Poder Legislativo, el PRI, no dio señales claras de qué quería durante mucho tiempo. Al final, tuvo que definirse. Afloraron sus divisiones internas. La mayoría se opuso a la Contribución para el Combate a la Pobreza de 2%. Fue entonces que, de acuerdo con los priistas, la Secretaría de Hacienda les propuso sustituirlo por un incremento de un punto porcentual al IVA. El Ejecutivo federal, que había dicho que no tenía Plan B, presentó uno alternativo: un parchecito fiscal para recaudar más dinero, muy alejado de lo que planteó el 2 de septiembre el Presidente, quien dijo que impulsaría una reforma para “simplificar los trámites fiscales, reducir la evasión e incrementar la recaudación, aumentando la base gravable”. Los señores panistas, una vez más, recularon.

La bancada del PRI discutió la nueva propuesta del PAN de incrementar el IVA de 15 a 16%. La mayoría de los diputados de ese partido votó a favor de apoyar la propuesta de parchecito fiscal. No podían dejar a los gobernadores sin dinero. Luego se rasgaron las vestiduras para tratar de endosarle los costos políticos al PAN: “La propuesta fiscal priista desecha el 2% a todo; no se gravarán alimentos y medicinas; el PRI no le apuesta a que México siga mal y se hunda; contrario a la del Ejecutivo, la oferta del Revolucionario Institucional permitirá reducir la inflación; la fracción parlamentaria priista antepone el interés del país y actúa con toda responsabilidad”. Aplausos para el PRI. Pero si los señores priistas hubieran actuado con responsabilidad hubieran presentado una propuesta de reforma fiscal de fondo y no un parchecito que permitirá sortear 2010 sin que haya certidumbre de lo que ocurrirá para 2011.

Mientras escribo este artículo, la izquierda radical tiene tomada la tribuna de la Cámara de Diputados. No permiten la discusión y aprobación del parchecito fiscal. No creen que la mayoría tenga el derecho de imponer su voluntad. Ellos, al parecer, están a favor de una democracia de minorías. Por su parte, la izquierda moderada se deslinda de la toma de la tribuna pero tampoco negocia con el gobierno una propuesta seria que permita un cambio de fondo a las finanzas públicas.

Así es la política en México.

Todo indica que hemos regresado al mundo del posibilismo calderonista. El Presidente no se atrevió a jugar más duro con los priistas. Quizá no era el momento porque todavía tiene el conflicto electricista encima. Pero, entre que son peras o son manzanas, Calderón fracasó en su intento de una reforma fiscal de fondo. Por tanto, el marcador es uno a favor del Presidente (la liquidación de Luz y Fuerza), uno en contra (incremento en impuestos sin resolver el problema fiscal de fondo) y ocho pendientes por jugar del decálogo que presentó el 2 de septiembre. Tengámoslos presentes para poder juzgar al gobierno de Calderón en los hechos: (1) concentrar los recursos para combatir a la pobreza, (2) cobertura universal de salud, (3) educación de calidad, (4) competencia en el sector de telecomunicaciones, (5) flexibilidad laboral, (6) reformas regulatorias base cero, (7) profundizar la lucha al crimen organizado y (8) reformas políticas para tener una mayor rendición de cuentas.

La izquierda radical no permite la discusión y aprobación fiscal. No creen que la mayoría tenga derecho de imponerse.

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