Abogado
En el municipio de Batopilas Chihuahua, nació Gómez Morín, máximo ideólogo del Partido Acción Nacional. El hombre fue sin duda un personaje de la historia política nacional.
Santificado por sus seguidores desde hace décadas, el ideólogo conservador fue un constructor del discurso que sería adoptado por las clases acomodadas que, en su interés por participar en los negocios públicos, se inscribieron en los procesos electorales hasta irse acomodando poco a poco en las esferas del poder.
Gómez Morín, pensó en un proyecto de nación conservador que fundamentalmente privilegia al individuo, pensaba algo así como: “el ser humano debe alcanzar la plenitud, para después colaborar en la tarea de mejorar su entorno”. En contraposición a la doctrina de izquierda que dice lo opuesto: “La sociedad es lo mas importante, todos debemos anteponer el bienestar colectivo al individual”. Cuestión semántica, la misma gata diría mi abuela.
La teoría de los panistas no está mal, es un camino para gobernar, muy a su modo. Habrá a quienes les convenza, a otros no tanto, otros de plano nos declaramos ‘derechafóbicos’, pero no podemos decir que es maléfica ni la podemos cancelarla de tajo. Digamos simplemente que la intención es buena.
En este contexto los panistas deberían cumplir con solvencia moral el encargo que les hizo Gómez Morín. Pero la cosa no es fácil, sobre todo cuando los intereses sobrepasan la buena voluntad, ya ni qué hablar de la institucionalidad, porque la desconocen.
En el PAN la asocian con el ‘dedazo’, un término ochentero muy satanizado, pero que en nuestra época se ha perfeccionado al grado de ser sinónimo de unidad y éxito.
Para los ‘dedazofóbicos’ atrapados en el pasado, no hay otro camino que la democracia aunque sea en exceso y mal planteada, aunque les indigeste, aunque ni la conozcan. Para los novatos es el ingrediente perfecto, para los expertos es un ring desgastante, que, como en todas las elecciones, pone de manifiesto los más bajos instintos de los políticos.
Pues precisamente fue el caso de Chihuahua y el batidero en el histórico pueblo de Batopilas, lugar que hace unas semanas se volvió a notar por la demanda de fraude electoral hacia el interior del PAN. Es el escenario en que transcurre un debate político intestino que puede alcanzar dimensiones considerables.
Ahí, Javier Corral, un legislador de carrera, extraordinario tribuno y disidente del panismo oficialista, opositor de Felipe Calderón y ‘viuda’ de la otrora ‘familia feliz’, ha puesto el dedo en la llaga, al descubrir ante la opinión publica el fraude de los panistas en la elección interna de candidatos a diputados.
En el PAN desde hace mucho se cuecen habas, pero ahora se han descarado convirtiéndose en todo lo contrario a lo que proponía Gómez Morín. Son un partido pragmático que se aprovecha de los recursos públicos para hacer campaña sin el menor empacho, hacen negocios a escondidas del pueblo; con el dinero del pueblo, se deshacen de sus opositores hasta del mismo partido y pagan el precio que sea para lograrlo.
En la mismísima tierra de Batopilas, las urnas de Acción Nacional fueron víctimas de un artero saqueo de voluntad, se regresaron las boletas manchadas por el fraude, pudo más la ambición que la historia. Por eso los panistas no deben gobernar.
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