25 de septiembre de 2006
Ser de izquierda
SERGIO SARMIENTO
Ser de izquierda no implica ser intolerante ni insultar ni agredir a aquellos que no piensan como uno.
Ser de izquierda no significa rechazar las instituciones de un país o la democracia. En otros países del mundo, la izquierda es una corriente política que construye y fortalece instituciones. Sólo en México, donde subsiste una izquierda contestataria y nihilista, piensa la izquierda que su papel es destruir las instituciones.
Ser de izquierda no quiere decir que hay que abstenerse de utilizar la fuerza pública para mantener el estado de derecho. Los partidos de izquierda que llegan al poder en otros lugares del mundo son muy conscientes de la importancia de impedir violaciones a la ley y no tienen miedo de utilizar la fuerza pública para defender los derechos de los ciudadanos.
Ser de izquierda no tiene por qué llevar a la creación de un gobierno que favorezca a grupos especiales de interés, como sindicatos, vendedores ambulantes, taxistas piratas, invasores de tierras o empresarios que financian campañas electorales. Todo lo contrario, los gobiernos que son realmente de izquierda toman medidas para beneficiar a todo el conjunto de la sociedad. Son los regímenes fascistas y corporativistas, cuya retórica busca parecerse a la de aquellos que provienen de la izquierda, los que actúan para beneficiar solamente a unos cuantos grupos especiales.
Ser de izquierda no significa que uno deba aceptar solamente los resultados de las elecciones que uno gana y rechazar los que uno pierde. La izquierda democrática en el mundo acepta las reglas de los procesos electorales. Cuando sus candidatos pierden comicios, reconocen el resultado y trabajan desde la oposición para promover sus estrategias y políticas de gobierno.
Ser de izquierda no implica exigir el derecho de privatizar las calles para beneficio de unos cuantos. Los gobiernos de izquierda entienden que las vías de comunicación pertenecen a la comunidad y que no pueden entregarse a grupos de poder para promover sus propios intereses económicos o políticos.
Ser de izquierda no le da a uno el derecho de obstaculizar el libre tránsito o la actividad económica de los demás. Por el contrario, la izquierda moderna en el mundo entiende que a toda la sociedad, pero especialmente a los más pobres, les conviene que haya libre tránsito, comercio e inversión productiva. A nadie realmente de izquierda en el mundo se le ocurriría bloquear la actividad económica de una ciudad con el fin de derrocar a un gobierno electo democráticamente.
Ser de izquierda es una responsabilidad enorme. No es un título que uno pueda asumir gratuitamente porque suena mejor en un discurso que decir que uno es de derecha.
Ser de izquierda quiere decir que uno busca combatir la pobreza y la desigualdad social. Que promueve uno políticas que buscan dar a todos, sin importar su situación económica o social al nacer, las mismas oportunidades que aquellos que nacen en una cuna más privilegiada.
Ser de izquierda implica promover una educación más amplia y de mejor calidad para todos, especialmente los más pobres. Quien defiende esta ideología no puede justificar que se deje a aquellos que más necesitan de la educación sin instrucción con el fin de promover los intereses de un grupo gremial.
Ser de izquierda significa respetar la voluntad popular reflejada en las urnas. La verdadera izquierda ha sido demócrata desde hace mucho tiempo. El estalinismo no es realmente de izquierda.
Ser de izquierda implica aplicar políticas económicas sensatas que promuevan la inversión, el crecimiento y la creación de empleos. Obliga también a mantener una tasa de inflación reducida para evitar el deterioro del poder de compra de los ingresos de quienes menos tienen.
Ser de izquierda quiere decir que uno se esfuerza por construir una sociedad mejor en el futuro y no por destruir o mandar al diablo a la sociedad del presente.
Por todas estas razones, y muchas más, me queda claro que muchos de los políticos en nuestro país que dicen ser de izquierda simplemente no lo son. Tenemos una izquierda que hunde sus raíces en el estalinismo, en el autoritarismo, en el corporativismo del viejo PRI, pero que difícilmente está dispuesto a seguir las reglas y las ilusiones de la izquierda moderna, de la izquierda demócrata, de la izquierda que hemos visto prosperar en España, en Francia, en Chile y en otros países más.
Ser de izquierda es un privilegio pero también una obligación. Pero nuestra izquierda mexicana, con pocas excepciones, simplemente no es de izquierda.
Ser de izquierda no implica ser intolerante ni insultar ni agredir a aquellos que no piensan como uno.
Ser de izquierda no significa rechazar las instituciones de un país o la democracia. En otros países del mundo, la izquierda es una corriente política que construye y fortalece instituciones. Sólo en México, donde subsiste una izquierda contestataria y nihilista, piensa la izquierda que su papel es destruir las instituciones.
Ser de izquierda no quiere decir que hay que abstenerse de utilizar la fuerza pública para mantener el estado de derecho. Los partidos de izquierda que llegan al poder en otros lugares del mundo son muy conscientes de la importancia de impedir violaciones a la ley y no tienen miedo de utilizar la fuerza pública para defender los derechos de los ciudadanos.
Ser de izquierda no tiene por qué llevar a la creación de un gobierno que favorezca a grupos especiales de interés, como sindicatos, vendedores ambulantes, taxistas piratas, invasores de tierras o empresarios que financian campañas electorales. Todo lo contrario, los gobiernos que son realmente de izquierda toman medidas para beneficiar a todo el conjunto de la sociedad. Son los regímenes fascistas y corporativistas, cuya retórica busca parecerse a la de aquellos que provienen de la izquierda, los que actúan para beneficiar solamente a unos cuantos grupos especiales.
Ser de izquierda no significa que uno deba aceptar solamente los resultados de las elecciones que uno gana y rechazar los que uno pierde. La izquierda democrática en el mundo acepta las reglas de los procesos electorales. Cuando sus candidatos pierden comicios, reconocen el resultado y trabajan desde la oposición para promover sus estrategias y políticas de gobierno.
Ser de izquierda no implica exigir el derecho de privatizar las calles para beneficio de unos cuantos. Los gobiernos de izquierda entienden que las vías de comunicación pertenecen a la comunidad y que no pueden entregarse a grupos de poder para promover sus propios intereses económicos o políticos.
Ser de izquierda no le da a uno el derecho de obstaculizar el libre tránsito o la actividad económica de los demás. Por el contrario, la izquierda moderna en el mundo entiende que a toda la sociedad, pero especialmente a los más pobres, les conviene que haya libre tránsito, comercio e inversión productiva. A nadie realmente de izquierda en el mundo se le ocurriría bloquear la actividad económica de una ciudad con el fin de derrocar a un gobierno electo democráticamente.
Ser de izquierda es una responsabilidad enorme. No es un título que uno pueda asumir gratuitamente porque suena mejor en un discurso que decir que uno es de derecha.
Ser de izquierda quiere decir que uno busca combatir la pobreza y la desigualdad social. Que promueve uno políticas que buscan dar a todos, sin importar su situación económica o social al nacer, las mismas oportunidades que aquellos que nacen en una cuna más privilegiada.
Ser de izquierda implica promover una educación más amplia y de mejor calidad para todos, especialmente los más pobres. Quien defiende esta ideología no puede justificar que se deje a aquellos que más necesitan de la educación sin instrucción con el fin de promover los intereses de un grupo gremial.
Ser de izquierda significa respetar la voluntad popular reflejada en las urnas. La verdadera izquierda ha sido demócrata desde hace mucho tiempo. El estalinismo no es realmente de izquierda.
Ser de izquierda implica aplicar políticas económicas sensatas que promuevan la inversión, el crecimiento y la creación de empleos. Obliga también a mantener una tasa de inflación reducida para evitar el deterioro del poder de compra de los ingresos de quienes menos tienen.
Ser de izquierda quiere decir que uno se esfuerza por construir una sociedad mejor en el futuro y no por destruir o mandar al diablo a la sociedad del presente.
Por todas estas razones, y muchas más, me queda claro que muchos de los políticos en nuestro país que dicen ser de izquierda simplemente no lo son. Tenemos una izquierda que hunde sus raíces en el estalinismo, en el autoritarismo, en el corporativismo del viejo PRI, pero que difícilmente está dispuesto a seguir las reglas y las ilusiones de la izquierda moderna, de la izquierda demócrata, de la izquierda que hemos visto prosperar en España, en Francia, en Chile y en otros países más.
Ser de izquierda es un privilegio pero también una obligación. Pero nuestra izquierda mexicana, con pocas excepciones, simplemente no es de izquierda.
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