Lo primero que hay que tener claro es que ese boquete, el déficit presupuestario del gobierno, no es una fatalidad inevitable que haya que enfrentar irremediablemente.
Según proyecciones del Secretario de Hacienda, el año entrante las finanzas gubernamentales tendrán un boquete, brecha de financiamiento, de, más o menos, 300 mil millones de pesos, lo cual quiere decir que el gobierno gastará 300 mil millones de pesos más de los que recaudará, lo cual exige que esa diferencia se financie de alguna manera que, dada la autonomía del Banco de México, es decir, la prohibición para que, por medio de emisión primaria de dinero, el banco central financie parte del gasto gubernamental, solamente puede financiarse por medio de la deuda, con todos los inconvenientes y amenazas que la deuda del gobierno trae consigo, desde presiones inflacionarias hasta fuerzas recesivas.
Lo primero que hay que tener claro es que ese boquete, el déficit presupuestario del gobierno, no es una fatalidad inevitable que haya que enfrentar irremediablemente. No, al final de cuentas, esa brecha de financiamiento será el resultado de la decisión, de quienes tienen el poder para tomarla, de no reducir el gasto gubernamental en la mismo proporción en la que se contraen los ingresos tributarios, reducción en el cobro de impuestos que tiene su causa, uno, en la caída de la actividad económica y, por ello, en la contracción de todo lo que grava el gobierno, desde el ingreso hasta el consumo y, dos, por el menor precio del petróleo y por la menor capacidad, de PEMEX, para, desde extraer hasta exportar, el hidrocarburo.
Lo segundo que hay que considerar es la magnitud relativa del boquete, la cual se puede calcular como proporción del Presupuesto de Egresos de la Federación, que para este año se proyecta, según los cálculos de la Secretaría de Hacienda, en 2 billones 312 mil millones de pesos, de los cuales los 300 mil millones del boquete representan el 12.9 por ciento, cifra importante, pero no tanto como para que no se encuentre, sin necesidad de recortar los gastos más importantes del gobierno, tela de donde cortar, como son los que se destinan, no a financiar las legítimas tareas del gobierno, que son garantizar la seguridad contra la delincuencia e impartir justicia, no a ayudar a la satisfacción de necesidades básicas de los pobres, no a la inversión en infraestructura, sino a la promoción de intereses particulares como lo son, por ejemplo, los de los deportistas y los de los creadores de cultura.
El problema se encuentra en la reacción, de todos los presupuestívoros, a la eliminación o recorte de su presupuesto, convencidos de que, si realmente es un error vivir fuera del presupuesto, entonces es injusto que, en aras de tapar el boquete, se les reduzca o elimine su partida presupuestal. ¿Se imaginan, por ejemplo, la reacción de todos los presupuestívoros de CONACULTA, ante la reducción o desaparición de “su” presupuesto? ¿O la respuesta de los presupuestívoros de la CONADE si les sucediera lo mismo? ¡Como si la cultura y el deporte no pudieran marchar sin el subsidio gubernamental, por poner dos ejemplos, de los muchos que se pueden traer a colación!
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