Alberto Benegas Lynch (h) es académico asociado del Cato Institute y Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Argentina.
El nuevo Presidente de Estados Unidos se ha propuesto levantar la vergüenza de Guantánamo, eliminar la tortura y encaminarse hacia los procedimientos del debido proceso, todo lo cual debe celebrarse. Sin embargo, el empecinamiento por consolidar e incrementar los llamados “salvatajes” no hacen más que agravar la situación económica, produciendo monumentales transferencias coactivas de ingresos desde las áreas productivas a las fracasadas a través de la vía fiscal o del incremento de la inflación por medio de la monetización creciente de la deuda y en un contexto donde el déficit fiscal fue incrementado por Obama del cinco al trece por ciento del producto en un semestre. Esta transferencia opera desde trabajadores eficientes hacia las empresas con más poder de lobby y más atención de los medios. Por un tiempo limitado se puede “esconder la tierra bajo la alfombra” pero esto tiene patas cortas: tarde o temprano los costos de la irresponsabilidad siempre se pagan con creces.
Como he señalado en reiteradas ocasiones la política de G. W. Bush dejó una situación lamentable. La tasa de crecimiento del gasto público sobre el producto bruto interno ha sido la más alta desde F. D. Roosevelt. Bush pidió cinco veces autorización al Congreso para incrementar la deuda federal la cual llegó a significar durante su mandato el setenta y cinco por ciento del PBI (de la cual la mitad está en manos de extranjeros ya que no alcanza con succionar los ahorros internos), absorbió el superávit fiscal que le dejó su predecesor e incurrió en un déficit colosal, incrementó notablemente las regulaciones absurdas que ocupan setenta y cinco mil páginas anuales, afectó gravemente las libertades individuales como el secreto bancario, las conversaciones telefónicas privadas y las comunicaciones por Internet, inició el hábito de la detención sin juicio previo, autorizó que se tercerizara la tortura en otros países, inventó las figuras del “enemigo combatiente” y del “testigo material” con la intención de desconocer las disposiciones de la Convención de Ginebra respecto al tratamiento de prisioneros de guerra, convirtió a Guantánamo en una pocilga antijurídica, todo bajo el paraguas de la patraña de la “invasión preventiva” a Irak.
La participación del aparato estatal en la renta nacional en Estados Unidos se elevó diez veces desde la Primera Guerra Mundial y, entre civiles y militares, la burocracia del gobierno central es hoy de treinta y cuatro millones de personas. Bush insistió con la tesis de “starve de beast” en la esperanza de que al recortar impuestos se redujera al gasto público el cual se elevó paralelamente de modo exponencial. Si se proyecta el presupuesto nacional al año 2017, todos los impuestos federales no alcanzan para financiar solamente el programa de la llamada “seguridad social”. La administración de G. W. Bush alentó en gran escala y presionó a las empresas inmobiliarias cuasi-estatales Freddie Mac y Freddie Mae para que otorgaran préstamos hipotecarios sin las suficientes garantías, lo cual condujo a una estrepitosa burbuja que a poco andar estalló por los aires. Además, la Reserva Federal redujo constantemente la tasa de interés lo cual contribuyó a que los operadores estimaran que negocios en verdad anti-económicos aparecieran como rentables. Tengamos también en cuenta que solamente durante la administración de Alan Greenspan al frente de la banca central durante dieciocho años, el índice oficial de precios al consumidor trepó el setenta y cuatro por ciento.
Todo esto es cierto, pero Obama, en el contexto de una creciente desocupación, empeora a pasos agigantados la situación con la extensión de los antes mencionados “salvatajes” a lo que acopla la profundización en gran escala del ruinoso sistema de socialización de la medicina que no solo implica gastos feroces adicionales sino que pone en serio riesgo a la salud de los norteamericanos. Además, lo dicho se presenta en un galimatías legislativo que consume nada menos que mil páginas. Quedan muy bien ejemplificados los desatinos de la medicina gubernamental propuesta en un artículo reciente de Thomas Sowell titulado “Alicia en el país de Obama”.
El otrora baluarte del mundo libre sigue apartándose de los extraordinarios valores y principios establecidos por los Padres Fundadores. Hace poco, el Fondo de Cultura Económica me editó un libro titulado Estados Unidos contra Estados Unidos en el que señalo estos graves y persistentes desvíos en los campos más variados. Para bien del mundo libre es de desear que ese gran país rectifique su rumbo cuanto antes y se aparte de las políticas que precisamente rechazaron sus habitantes originales quienes huyeron despavoridos de las persecuciones implacables del Leviatán.
1 comentario:
Que lastima porque parece un presidente diferente, espero que reflexione a tiempo y continue por el camino correcto
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