El poder desnuda. Deja ver bondades y carencias de quien lo ejerce. Todos tenemos debilidades y fortalezas, pero en el caso de los personajes públicos esas cualidades y defectos nos afectan a todos. La crítica se encarga de señalar esos rasgos de los personajes que nos gobiernan, debe hacerlo. Sin duda hay quien ejerce el oficio de la crítica hiriente con gozo, con fruición. Es uno de los riesgos de la libertad. Pero también siempre hay quien vive de actos zalameros, de la gula del elogio. Esos son los extremos. Sin embargo gracias a la crítica sana el gobernante puede mirarse al espejo. Allí viene la disyuntiva.
Si el gobernante niega las debilidades que la crítica le descubre, si se aferra a sí mismo, se empequeñece. Si por el contrario es capaz de enfrentar sus debilidades y domeñarlas, crece. Decía Gandhi que la única verdadera fortaleza proviene de conocer las debilidades propias. Nadie nace inmaculado. Los seres humanos nos hacemos en la vida. La diferencia de nuevo es que el hombre público está frente a los ojos de todos, se le exige conciencia y control.
A Felipe Calderón le han tocado tiempos muy difíciles. La teoría de El Cisne Negro de Nassim Nicholas Taleb, esa pésima coincidencia de hechos excepcionales, cobra vida hoy en México. La peor depresión económica de los últimos 70 años, con el agravante de ser en muchos sentidos novedosa y atípica, marcará su período. A ello tiene que sumar una caída severa en la producción petrolera y en los precios del petróleo. El primer asunto era previsible el segundo no, menos aún la coincidencia temporal. Ha habido gestiones como la de López Portillo con descubrimientos de grandes yacimientos y además precios altos. Fox tuvo mucha suerte con precios históricos elevadísimos y crecimiento mundial.
Calderón enfrenta al narco. Habrá quien alegue que no ha habido una estrategia, que incluso en ese asunto es imposible pensar en una victoria. Se le reclaman hoy los miles de ejecutados y la sensación de que no habrá fin a la presencia del Ejército en las calles. La conclusión del razonamiento es insostenible: no hacer nada, una vez más posponer, heredar un conflicto agravado. El hecho es que no sabremos qué hubiera ocurrido si Calderón no hubiera actuado ¿Estaríamos mejor? Lo dudo. A todos estos factores adversos tenemos que sumar la escasísima probabilidad de que una nueva cepa de influenza apareciera justo en México, en plena guerra contra el narco, en plena depresión y con caída de los precios petroleros. Pero no hemos terminado, falta la peor sequía en 60 años, nada más como aderezo.
Regresemos al tema. Calderón ha demostrado carácter en el terrible asunto del narco y solidez para encarar la compleja situación económica. Pero hay un rasgo cada día más evidente que ensombrece su gestión. Me refiero a la brutal debilidad que muestra al sólo sentirse seguro nombrando incondicionales. En momentos críticos para México las designaciones parecieran pasar primero por los filtros de la lealtad personal y la filiación partidaria y después por las capacidades profesionales. Hay varios secretarios deficientes y sin presencia nacional que podrían haber sido en todo caso buenos subsecretarios y cuyo único mérito es la cercanía a Calderón. Por si fuera poco el tinte partidario deja ver a un Calderón más panista que estadista. Esa condición, también de debilidad subjetiva, lo ha llevado ha tratar de proyectar personajes pensando en el 2012. El problema es si esos personajes tienen la capacidad para sacar al País adelante hoy. El 2012 no es prioridad. Formar una clase política lleva tiempo y frialdad.
Además a Calderón ya se le conocen fobias, lo cual es otro rasgo de debilidad. Un ejemplo, es conocida su mala relación con Guillermo Ortiz, mala relación que viene de viejo, de cuando se encontraban en trincheras contrarias. Se rumora su decisión de hacer todo lo necesario para impedir la reelección de Ortiz y su intención de mandar a su secretario de Hacienda al Banco de México para así despejar Hacienda para un incondicional panista. Pero Ortiz es un hombre muy capaz en su materia, con reconocimiento tanto nacional como internacional y que está en un puesto clave para sortear la crisis. Hoy por hoy le es muy útil a México. ¿Quién gobierna, la fobia o la razón? Se dice que el Presidente está pensando en un reacomodo de su equipo. Habiendo deficiencias muy evidentes uno debería de aplaudir la intención. Pero si de nuevo va a privar la lealtad personal, que no institucional, y el color azul pues no habrá nada que aplaudir.
Calderón deberá proponer una estrategia fiscal que evite el desplome del 2010. Deberá negociar con el priísmo y encarar retos técnicamente muy complejos. Necesita rodearse de las mejores cabezas del País independientemente de fobias, lealtades personales o colores partidarios. Si lo hace crecerá frente al juicio histórico. Si repite las expresiones de sus debilidades mostrará, como dijera Nietzsche, que es humano, demasiado humano.
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