Casi al mismo tiempo, y sin cumplir las formalidades y tiempos que plantean sus estatutos, se abrieron en el PRD y en el PAN los procesos de renovación de sus dirigencias nacionales. Concluirán también casi en la misma fecha, pues en marzo de 2008 están convocados los militantes del PRD y los consejeros nacionales del PAN para sufragar por los personajes que ya se han apuntado a liderar a estas organizaciones. La anticipación sólo es explicación del estrujamiento interno que domina a ambas organizaciones. Los resultados tendrán una repercusión mayor en la vida política del país.
No sólo por su condición constitucional de entidades de interés público tendrá relevancia lo que en estos procesos suceda, sino también porque de la manera en que se resuelvan esas contiendas puede verse afectado en más de un sentido el inicial proceso de estructuración de acuerdos en el ámbito legislativo. No inquietan a las dos instituciones exactamente las mismas tensiones, pero la búsqueda de definiciones claras y transparentes en relación con el papel opositor de la izquierda y la condición de gobierno del PAN los coloca en un momento similar y crucial de su existencia misma: intentar su propia reforma, sin renunciar a su origen, tradición e identidad.
La parte de la izquierda que representa el PRD definirá las relaciones entre sí, a partir de su conformación de corrientes y pluralidad ideológica y programática —pasando por la idea caudillista que los mantiene atados a su existencia—, y a Acción Nacional le urge resolver una definición precisa, método adecuado también, por donde fluyan las relaciones entre el partido y el gobierno.
Jesús Ortega y Alejandro Encinas son candidatos en el PRD del aglutinamiento de esa diversidad en dos grandes bandos, con entrecruzamientos interesantes. Me asomaré pronto a ese proceso, por la ventana que ese partido ha abierto en estos días a la opinión pública.
En el caso del PAN, entro al tema por la puerta de enfrente. Soy miembro del partido desde hace 25 años y consejero nacional desde hace 14. Trato de ser objetivo y no oculto mis definiciones propias adentro y afuera. Me impongo la condición de demócrata antes que la de adversario frente al PRD o militante en el PAN. Por ello antes que nada me gustaría expresar que deseo sinceramente que en ambos resuelvan bien las cosas, que haya respeto, armonía, unidad y salgan fortalecidos los mejores cuadros. Al PAN le es necesaria una izquierda fuerte y moderna; el PRD necesita un PAN fiel a su origen y tradición democrática. México necesita a los dos partidos más genuinos del sistema.
Germán Martínez Cázares y Gerardo Priego han anunciado su aspiración en el PAN. La del ex secretario de la Función Pública es una candidatura esperada, pues un proceso de consulta entre el equipo de Calderón y con consejeros afines oreó la decisión de quién, desde esa óptica, reunía el mejor perfil para encabezar el partido. Ese sondeo puso un sello oficialista a la candidatura de Germán —su misma circunstancia de miembro del gabinete—, pero nuevamente la percepción es lo que contó frente a la realidad. La superficialidad con la que uno puede asomarse por la ventana entraña el riesgo de asumir a pie juntillas que el Presidente impuso un candidato, y no que tuvo que superar miedos propios y la desconfianza que lo alcanza con no poca frecuencia. Que entre ese equipo se optó por Germán, de entre éste y César Nava, no hay duda. Que sería un incondicional no es cierto.
Martínez Cázares tiene cuerda propia; posee, como todos las tenemos, lealtades personales —la tuvo a Castillo Peraza y la tiene a Calderón—, pero su inteligencia ha estado al servicio del PAN. Sabe que lo que menos necesitamos es perdernos en la anécdota o la coyuntura, que ganar y mantener el gobierno no puede hacernos perder el partido, pero está consciente que el PAN no sólo debe hacerse cargo de sus derrotas, sino también de sus victorias.
El presidente del partido en el gobierno debe acompañar al Presidente y su administración. ¿Quién lo duda? Pero apoyar al gobierno no puede, no debe, traducirse en una subordinación acrítica, largamente rechazada por nosotros en la simbiosis inmoral e ilegal que representó la indivisibilidad del PRI-gobierno. Germán no debe mentir en su relación de amistad y lealtad hacia el Presidente; es más, deslindarse de él sería un acto preocupante de simulación, lo que debe explicar y exponer con toda claridad es la manera en que hará valer al partido frente al gobierno, y la corresponsabilidad que entraña para el PAN esa gestión.
El otro aspirante es el diputado federal por Tabasco, Gerardo Priego. Contrario a lo que se dice de algunos de los hombres que rodean al actual presidente del PAN, Manuel Espino, Priego es hombre abierto al tiempo y al cambio; con genuina convicción ha abrazado la causa de la defensa de los derechos de los periodistas y la investigación sobre los atentados y crímenes contra éstos. Pero no es claro si su candidatura es impulso propio o se constituye ya en la opción del grupo al que ha estado cerca. Por lo pronto la reunión del Consejo Nacional a celebrarse este 6 y 7 de octubre, donde varios de los temas que señalo han sido enlistados para ser discutidos con miras a una reforma estatutaria en febrero de 2008, será importante para precisar términos y contendientes reales de este proceso decisivo para la vida del PAN.
Profesor de la FCPyS de la UNAM
No hay comentarios.:
Publicar un comentario