El suceso será recordado como un capítulo clave de definiciones profundas entre el vano intento por revivir un pasado repleto de corruptelas, prebendas, privilegios y un futuro en el cual son los intereses de los más los que deben privar. Definiciones ante la idea que tenemos del mundo, un mundo cerrado, inconsciente de la competencia obligada y en el cual se pueden seguir ocultando las degradaciones laborales y el despilfarro del dinero público o un mundo abierto regido por los estándares de la modernidad. El caso de Luz y Fuerza del Centro ha confrontado dos Méxicos que son incompatibles.
Las cortinas de humo son varias. Eran enemigos políticos de Calderón, por eso decidió terminar con la empresa. La tesis es insostenible. El SME fue, lo que queda de él, es y seguirá siendo enemigo de quien ose tocar sus intereses, así de sencillo. Dejarle los privilegios a los 63 mil involucrados no pinta en la arena política. ¿Qué necesidad política tenía Calderón de meterse justo en este momento a liquidar a la empresa? El factor fundamental fueron los 42 mil millones de pesos de los mexicanos que el Presidente ya no estuvo dispuesto a tirar. Son 42 mil millones que agravan el boquete fiscal de 2010 y no están allí. Lo grave del argumento es que muestra la brutal distancia entre la realidad de México y el autismo sindical. Definiciones: o se manejan los dineros públicos con sensatez o México no saldrá adelante.
Otra cortina de humo es lanzar a los “neoliberales” en contra de la empresa pública. Por lo visto no han leído el Artículo 27 constitucional, nadie está hablando (por desgracia) de abrir el sector. La administración recayó en CFE porque hay de empresas públicas a empresas públicas. Fueron ellos, los miembros del SME, en complicidad con autoridades medrosas, los que volvieron insolvente a la empresa que les daba trabajo. Patearon durante años el pesebre. En contraste CFE y su sindicato entendieron la necesidad de modernizarse, ese es el meollo, no lo público versus lo privado. En su momento el Sindicato de Telefonistas entendió que las reglas del juego estaban cambiando, cambiando en el mundo, en el País y en la empresa que les daba de comer. Se adaptaron y allí siguen con condiciones muy favorables, pero viables.
En casi todas las latitudes la empresa pública sigue teniendo un espacio, Petrobrás, Électricité de France, por poner dos ejemplos. Pero los defensores del SME no defienden a esa empresa pública sino a una que recibiría rechiflas internacionales de los propios sindicalistas modernos. Es momento de definiciones: o se defiende la eficiencia, la transparencia y modernidad laboral o se defiende a auténticos caciques que son impresentables. El observador es un ciudadano común que ya no entiende un País de privilegios oficializados, sean éstos de la alta burocracia, de las empresas que evaden o simplemente no pagan impuestos. Pero tampoco entiende privilegios para los trabajadores de una empresa estatal de los mexicanos. Ser aliado del SME es hoy algo muy delicado. No quiere decir estar en contra de la derecha o de Calderón, sino estar en contra del ciudadano común, del sentido común y a favor de la ineficiencia y los privilegios. Así lo leyeron ocho de cada diez mexicanos. Si la izquierda quiere resurgir más le vale no equivocarse, una vez más, en su lectura, de en dónde está el sentir popular. A definirse.
Quizá lo más dramático del caso sea la cultura laboral que se ha desnudado. La izquierda está aliada con la parte más retrógrada del sector laboral. Hay muchos sindicatos en el mundo y en México que han entendido que su rol central está en fomentar la creación de empleos, sólo así se fortalecen. Para ello se necesita que todos seamos productivos. Los sindicatos modernos hoy no luchan por mantener empleados innecesarios, pues saben los costos que ello tienen en los beneficios que la empresa puede generarles. (Ver The Future of Work de Chales Handy). Los sindicatos modernos hoy saben que la flexibilidad laboral es su mejor negocio. Si una planta ya no necesita tres fresadoras sino sólo dos, lo importante es que haya oferta de empleo en otras áreas para ese trabajador. En parte a eso se dedican las coaliciones, a garantizar empleos útiles. Luz y Fuerza del Centro inhibió la creación de empleos en el centro del País. Por defender a unos cuantos castigó a cientos de miles. Eso no es ser progresista.
Es momento de definiciones. El SME es hoy indefendible, simboliza lo contrario a la prosperidad y la justicia. Muchos sindicatos y organizaciones laborales lo saben, por eso guardan un prudente silencio. ¿Huelga general, con quién? Del otro lado hay quien ya exige proceder contra petroleros, maestros, universitarios, y otros, instalar una guillotina. No es tan sencillo. El reacomodo llevará tiempo. Pero el caso es emblemático y puede ayudar a una reforma laboral moderna y progresista que urge en el País. Definiciones: a favor del empleo, en contra de los privilegios.
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