Cuando se escriba la historia de los gobiernos panistas, uno de los capítulos importantes, quizás el principal, será su relación con el PRI. Uno de los dilemas que el PAN no ha acabado de resolver es hasta dónde enfrentarse a los priistas y hasta dónde cooperar con ellos.
Vicente Fox no esperaba ganar la elección presidencial de 2000. Todavía al salir de votar en aquellos comicios, declaró que se estaba fraguando un fraude electoral. Horas después sería declarado el ganador. Desde ese momento surgió la duda: ¿qué haría el nuevo gobierno panista con el PRI? Si bien el PAN había ganado la Presidencia, el tricolor seguía teniendo una gran fuerza en los gobiernos locales y en el Congreso.
Dentro del grupo foxista surgieron dos posiciones. Por un lado, estaba la que abanderó el canciller Jorge Castañeda. Para este grupo, el 2 de julio de 2000 había representado una ruptura con el pasado autoritario y, por tanto, Fox debía enterrar de una vez por todas las fuerzas del antiguo régimen. Por el otro, estaba el grupo liderado por el secretario de Gobernación, Santiago Creel. Para ellos, el electorado no había mandado una señal tan contundente de cambio lo cual se vio reflejado en la conformación de un gobierno dividido con una participación importante del PRI en el Legislativo. Fox debía negociar y acomodarse con las fuerzas del antiguo régimen. La primera postura llamaba al desafío directo al PRI; la segunda, al acuerdo con este partido. El Presidente se decidió claramente por la última alternativa. Castañeda salió del gabinete. Creel siguió de secretario y fue el favorito de Los Pinos para suceder a Fox.
En 2006, el PAN volvió a ganar la Presidencia. Pero, a diferencia de 2000, Felipe Calderón llegó muy debilitado. El PRI, aunque electoralmente disminuido, jugó bien sus cartas para asegurar la toma de posesión del Presidente panista. De esta forma, la negociación con el PRI se dio desde antes de que llegara Calderón a Los Pinos. No obstante, del PAN llegaron nuevas voces que invitaban al enfrentamiento con los priistas. Paradójicamente, venían de políticos como Manuel Espino, cercanos al ex presidente Fox.
Durante la primera parte de su sexenio, Calderón privilegió el acomodo con los priistas. La opción del enfrentamiento revivió durante las elecciones intermedias de 2009. El líder del partido, muy cercano al Presidente, entendió que la lucha electoral era con el PRI y procedió a enfrentarse a ellos. Desde el gobierno llegaron voces que alertaron de esta estrategia. Si a Germán Martínez se le pasaba la mano en contra del PRI, luego sería difícil negociar con ellos durante la segunda parte del sexenio. Otra vez se hizo evidente el dilema de los gobiernos panistas: hasta dónde enfrentarse y hasta dónde negociar con el PRI.
El último capítulo de esta historia ha sido el paquete fiscal de 2010. César Nava se enfrenta a los priistas mientras que Calderón los apapacha. El mismo dilema desde 2000. La misma postura dubitativa de qué hacer con el PRI. Pero, al final del día, me parece que los gobiernos panistas han privilegiado el acomodo con el tricolor. De esta manera, los cambios de fondo que prometió el PAN han quedado más en la retórica que en la realidad. La verdad es que los panistas no han tenido ni la fuerza ni la voluntad para desmantelar el poder de los priistas. Incluso me atrevería a decir que lo han aumentado.
Si a Germán Martínez se le pasaba la mano en contra del PRI, luego sería difícil negociar con ellos durante la segunda parte del sexenio.
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