Si uno lee las páginas culturales de los periódicos mexicanos en estos días, da la impresión de que el principal tema de discusión en círculos literarios de este país es sobre los hombres maduros que se acuestan con niñas menores de edad.
Además de los titulares sobre el reciente arresto del director cinematográfico Roman Polanski en Suiza por haber tenido relaciones sexuales con una niña de 13 años hace tres décadas, en México se está dando un encarnizado debate sobre si una planeada película basada en el último libro de Gabriel García Márquez, Memorias de mis putas tristes, glorificaría la explotación sexual infantil.
A principios de este mes, la Coalición Regional Contra el Tráfico de Mujeres y Niñas de Latinoamérica y el Caribe (CATWLAC), que dice representar a 300 organizaciones no gubernamentales, presentó una demanda en México para detener la producción del film.
La película estaba por empezar a rodarse el 26 de octubre en el estado de Puebla, con el patrocinio, entre otros, del gobierno estatal. El gobernador de Puebla, Mario Marín, quien fue el blanco de críticas periodísticas hace cuatro años por haber tratado de proteger a un convicto de explotación de niñas, retiró el apoyo de $1.6 millones de su estado a la película después de presentada la demanda. El comienzo del rodaje de la película,que tiene un presupuesto total de $8 millones, fue postergado temporalmente.
Memorias de mis putas tristes cuenta la historia de un hombre de 90 años que, como regalo de cumpleaños para sí mismo, decide acostarse con una virgen de 14 años. Le pide a la encargada de un burdel que le busque una niña de esa edad, quien es drogada para impedir que se resista.
Teresa Ulloa, directora de la coalición que entabló la demanda, ha señalado a la prensa que la película llegará a una audiencia mucho más grande que el libro, y que por lo tanto sería mucho más dañina. La coalición entabló la demanda basándose en las leyes que prohíben la apología del delito, y de la prostitución infantil.
Según los grupos de defensa de los derechos de los niños, más de 80,000 niñas menores de 15 años son actualmente explotadas como prostitutas en México, la mayoría en la Ciudad de México. Muchas de ellas --tal como en el libro de García Márquez-- son traídas de las zonas rurales por los burdeles, a pedido de sus clientes.
Pero a diferencia de lo que ocurre en otros debates culturales, en los que los intelectuales suelen oponerse masivamente a los grupos religiosos o cívicos que buscan censurar una obra, en este caso los intelectuales están divididos.
Lydia Cacho, una columnista premiada que ha sacado a la luz las redes mexicanas de tráfico de niñas, escribió la semana pasada una columna en el diario El Universal en la que criticaba la producción de la película.
``¿Por qué García Márquez aceptó llevar a la pantalla Memorias de mis putas tristes justo en un momento en que el mundo está luchando contra la creciente explotación sexual comercial de niñas y adolescentes?'', preguntó Cacho. ``No se trata de censura ni de moralina, sino de un debate real de fondo sobre el aval ideológico de la trata de niñas''.
En una entrevista telefónica, Cacho me dijo que aunque otros autores famosos como Vladimir Nabokov y Yasunari Kawabata han escrito novelas sobre la prostitución infantil, sus personajes ficticios siempre tenían crisis morales por sus perversiones sexuales, y terminaban mal. En la novela de García Márquez, a la que calificó de ``mediocre'', el viejo y la chica terminan enamorándose, explicó.
Cacho añadió que así como las organizaciones defensoras de la libertad de expresión condenan la glorificación intencional de la tortura o del odio racial en algunas circunstancias, debería plantearse un debate similar sobre la glorificación de la explotación de menores.
Otros escritores contraatacaron, replicando que prohibir la película sería ejercer la censura, y eso sentaría un mal precedente. El escritor Juan Villoro le dijo al diario Reforma que el libro de García Márquez no defiende la pedofilia, de la misma manera en que el Hamlet de William Shakespeare no promueve el asesinato de los padrastros. Las obras de arte no deben verse como si fueran ``manuales de conducta'', explicó.
Mi opinión: espero que los jueces no ordenen suspender el rodaje de la película, porque eso sentaría un precedente peligroso para la libertad de expresión. Pero también espero que los productores del film agreguen unas líneas en el guión para reflejar la otra cara de la historia.
Al final del día, todo este debate es muy positivo, porque está llamando la atención de la opinión pública mexicana sobre la explotación sexual de decenas de miles de niñas. En ese sentido, Cacho tiene razón, y todos ganan.
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