Timothy Lynch es director del Proyecto en Justicia Criminal del Cato Institute.
Juan Carlos Hidalgo es Coordinador de Proyectos para América Latina del Cato Institute.
La guerra internacional contra el mercado negro en el comercio de narcóticos parece encontrarse en un punto de inflexión, al tiempo que un nuevo enfoque está ganando adeptos a nivel mundial: la despenalización. Cada día más políticos y analistas están llegando a la conclusión de que está mal encarcelar como criminales a los consumidores de drogas.
En noviembre pasado los votantes de Massachussets votaron en un referéndum a favor de que se despenalice la marihuana. En diciembre de 2007, los votantes en Denver aprobaron una ley que hacía de la posesión de marihuana por parte de un adulto la “prioridad más baja para las fuerzas del orden” de la ciudad. En California, el gobernador Arnold Schwarzenegger anunció que es hora de estudiar detenidamente la despenalización de la marihuana, la cual ya es el cultivo comercial más importante del estado.
Los políticos estadounidenses parecen estar siguiendo, de manera precavida, el cambio en la opinión pública respecto a la política de narcóticos. Una encuesta reciente de Zogby mostró que el 52 por ciento de los encuestados consideran que la marihuana debe ser legal, gravada y regulada. El cambio es probablemente el resultado de la experiencia: muchos estadounidenses han usado drogas o tienen parientes o amigos que han probado la marihuana u otras drogas y no ven a sus seres queridos como criminales.
Más personas se están preguntando porqué algunos consumidores de drogas tienen que ser encarcelados mientras que otros (tales como el campeón olímpico Michael Phelps) mantienen carreras exitosas e incluso florecientes.
Las reformas en la política de narcóticos están aún más avanzadas en otros países. En 2001, Portugal despenalizó todas las drogas, incluyendo la cocaína y la heroína. No solamente nunca se materializaron el alza en el consumo de drogas y la crisis de salud pública que muchos esperaban, sino que la tasa de consumo de Portugal se compara de manera favorable con aquella de muchos otros países europeos que han mantenido una política estricta de “encarcélelos”.
En América Latina, políticos que han estudiado la experiencia de Portugal y de otros países con políticas similares han empezado a moverse en esa dirección. A principios de este año, una comisión liderada por tres ex-presidentes latinoamericanos—Fernando Henrique Cardoso de Brasil, César Gaviria de Colombia y Ernesto Zedillo de México—pidió a los gobiernos de la región romper el tabú de discutir políticas alternativas en materia de drogas, tales como la despenalización.
Hace poco, Argentina dio lugar a la primera Conferencia Latinoamericana sobre Políticas de Drogas, un evento de alto perfil auspiciado por, entre otros, las Naciones Unidas, la Organización Panamericana de la Salud y la Iniciativa Latinoamericana sobre Drogas y Democracia. Los participantes, incluyendo funcionarios de alto rango y expertos de la región, catalogaron como un fracaso la guerra contra las drogas y sugirieron una estrategia más pragmática para la política de narcóticos que se base en despenalizar la posesión para el consumo personal.
Durante el evento, Aníbal Fernández, jefe de gabinete de la presidenta argentina Cristina Fernández, anunció que su administración estará enviando una ley de despenalización al Congreso durante los próximos meses. Un funcionario ecuatoriano dijo que una legislación similar pronto será debatida en la Asamblea Nacional de ese país. Brasil está considerando cambios similares.
Hace poco México despenalizó la posesión de cualquier droga siempre y cuando las cantidades fuesen lo suficientemente pequeñas para indicar que se trata de consumo personal. De igual forma la Corte Suprema de Argentina dictaminó unos días después que es inconstitucional castigar a los consumidores de marihuana si ninguna otra persona es perjudicada por su uso.
No hay un denominador común ideológico entre aquellos que cuestionan la guerra contra las drogas. Tanto políticos de izquierda como de derecha están insatisfechos con la violencia de pandillas que prevalece en el mercado negro y con lo inútil que es intentar evitar que los adultos que desean consumir drogas lo hagan.
Parece que finalmente hemos llegado a un punto de inflexión en donde los costos de la guerra contra las drogas claramente exceden cualquier beneficio percibido. La adicción a las drogas es un problema. Pero así como la prohibición del alcohol fue una manera incorrecta de lidiar con el problema del alcoholismo, también la guerra contra las drogas es la solución equivocada para hacer frente a la adicción a los narcóticos.
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