9 de enero de 2007

PAN: la caída

Ricardo Alemán

El partido azul y blanco enfrenta una de sus más severas crisis de identidad y ejercicio del poder

Un partido político que ganó el poder presidencial por segunda ocasión consecutiva -como ocurrió con el PAN en julio de 2006- debiera ser una organización política fuerte, sólida, en donde a pesar de las diferencias naturales debía imperar la unidad. Por lo menos eso es lo que indicarían el sentido común y el realismo político.

Pero lo cierto es son muchos los indicios de que el PAN se aproxima a cumplir uno de los grandes temores de los fundadores de esa fuerza política: "el riesgo de ganar el poder es perder al partido". Y en efecto, cuando Acción Nacional derrotó al PRI en el año 2000, en realidad el "ganón" fue el grupo político creado por Vicente Fox, en tanto que el partido fue relegado casi en su totalidad.

En 2006, de nueva cuenta el PAN se alzó con el triunfo en la contienda presidencial, ahora con uno de los suyos como candidato presidencial, Felipe Calderón, lo que para muchos fue la señal de que por fin había llegado al poder el viejo partido de la derecha mexicana. Pero son muy pocos los que se atreven a reconocer que el PAN de 2007 nada o muy poco tiene que ver con la fuerza política que fundó Manuel Gómez Morín, en 1939. Más bien el partido azul y blanco enfrenta -cuando llegó al poder en julio de 2006- una de sus más severas crisis de identidad y ejercicio del poder.

Algunas de las perlas que muestran el extravío ideológico del partido en el poder, de la caída del otrora partido que hizo de la democracia un apostolado, aparecen por todos lados. El presidente del partido enfrentado al Presidente de los mexicanos; el ex presidente Fox que se empeña en no retirarse, en continuar con su parloteo de supuesto líder nacional y que ha convertido en negocio familiar la venta de regalos sexenales; las feroces luchas de poder en Yucatán, Aguascalientes, Jalisco y Guanajuato, entre otras entidades, en donde el dinero público se ha convertido en el cemento para lograr lealtades y para recurrir al fraude al más puro estilo del viejo PRI.

Los choques entre el presidente Calderón y Manuel Espino, el líder nacional del partido en el poder, no son nuevos. En realidad Espino fue llevado por la pareja presidencial para preparar la campaña del precandidato Santiago Creel y para combatir al adversario de éste, Felipe Calderón, quien en realidad también derrotó a Fox, a Espino, y a una burocracia que desde hace casi dos décadas asaltó al partido de Gómez Morín. Pero la victoria de Calderón en las internas de su partido y en la elección constitucional no fue una victoria del panismo tradicional, ya que una buena parte de los centros de poder real, como el Congreso y los gobiernos estatales, están en manos de lo más cuestionable de Acción Nacional.

Acaso por eso Vicente Fox olvidó muy pronto su papel de ex presidente y apenas el jueves 21 de diciembre pasado develó en la ciudad de León una escultura de El Quijote -pero con el rostro de Fox-, ridículo evento en el que el guanajuatense dijo que siempre no se retira, que su activismo político continuará, y que está "lleno de ideas y propuestas". Pero no es todo, en una suerte de "venta de garage", José Fox, el hermano del ex presidente, puso a la venta una decena de caballos finos, pura sangre, a precios de ganga. Cuando los compradores quisieron conocer los documentos de los animales, se les explicó que era imposible, porque "son los caballos que le regalaron al Presidente". El estilo panista.

En Aguascalientes el gobernador panista Luis Armando Reynoso es noticia desde que llegó al cargo. Se trata de un neopanista cuya ideología es la del verde de los dólares; en realidad un priísta pintado de azul y blanco, que ha endeudado al gobierno local hasta niveles de escándalo, que compra lealtades con dinero público, que hizo de su participación accionaria en el equipo de futbol Necaxa -filial de Televisa que promovió desde que era alcalde de la capital- su principal fuente de poder, y que organiza ruidosas francachelas con diputados federales y senadores invitados a la feria de San Marcos. El PAN local ya lo desconoció, porque no existe transparencia, porque contrató una deuda de 2 mil millones de pesos a pagar en 20 años, y porque resultó más pillo que sus antecesores del PRI.

Yucatán es otra perla. El gobernador Patricio Patrón Laviada, de gestión marcada por la ineficiencia y el amiguismo, preparó su salida con una grosera imposición de su sucesor, Xavier Abreu Sierra, a quien hizo ganar la interna con dinero público, al grado de que la precandidata derrotada, Ana Rosa Payán Cervera, acusó de "elección de Estado" la contienda. La crisis del PAN yucateco amenaza con favorecer el regreso del PRI en esa entidad. Y no se queda atrás Jalisco, en donde existe una feroz guerra entre el gobierno saliente y el entrante, disputa eterna, ya que el candidato ganador, Emilio González Márquez, tomará posesión hasta el 1 de marzo, ocho meses después de las elecciones, tiempo para una verdadera guerra civil panista.

El DF no es la excepción. El panismo de la capital del país se ha dado a la tarea de destruir la otrora poderosa estructura estatal, que terminó chapaleando en una maloliente corrupción. El poder pudrió al PAN. Ganaron el poder, pero perdieron el partido. Y con eso gobernará Calderón.

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