Es bueno que se extienda en el país la ola antimonopolios. Cada vez más personas hablan de ello; otrora voces silenciadas y autocensuradas se reencienden para señalar las graves consecuencias que para la economía, la política, la cultura, la educación y el mundo del trabajo tiene la falta de igualdad de oportunidades. Se ensancha el espíritu crítico.
Si se robustece la conciencia social sobre el desequilibrio del poder político y la concentración del poder económico, será más factible que el gobierno se decida a cumplir su papel y promover una regulación que empareje la cancha, no sólo para que haya más jugadores, sino para que la prestación de los servicios sea de mejor calidad y menor precio.
Acabo de conocer en la Universidad de Yale, con motivo de un seminario organizado por la asociación de estudiantes mexicanos allá, al profesor Eduardo Engel, quien ha escrito junto con Patricio Navía un interesante libro sobre el mérito y la competencia en el Chile de hoy. Que gane el más mejor sostiene que más y mejor competencia en todos los mercados es uno de los desafíos importantes para los años que vienen. "Con consumidores mejor informados y organizados, y una legislación antimonopolios a la altura de los tiempos". La vorágine parece continental, y no sólo reducida a México.
Cuando se habla de competencia necesariamente debemos enfrentar el reto de los monopolios. La tarea más importante de los gobiernos en América Latina, sin la cual las metas de seguridad pública, crecimiento del empleo y combate a la pobreza quedan truncos. Y me refiero a los monopolios públicos y privados, que en este caso cuentan en sus haberes distinciones que compiten a nivel internacional, que no sólo compiten sino tienen éxito; es el caso del cemento y el pan. Cada día incluyen un mercado nuevo y sus inversiones están en América y Europa. El caso de Cemex es el más significativo de una empresa mexicana que ha ganado espacio en distintos países.
Los monopolios frecuentemente se disparan en dos direcciones, ambas dañinas a la sociedad. Con frecuencia corrompen a los funcionarios públicos y tratan de limitar el poder estatal para no verse afectados por la acción gubernamental. Los monopolios se convierten en poder fáctico dentro de la arena política. Existe una dinámica de substitución de los poderes formales, y en el Congreso consiguen enormes canonjías. Los monopolios, además de afectar los precios de los productos o los servicios, producen otro daño que es la imposición de los criterios editoriales y periodísticos.
Los monopolios públicos han desarrollado un gran cáncer social, los sindicatos corporativos y corruptos que conspiran contra la eficiencia y la transparencia de instituciones como Pemex, CFE y sobre el que se han enderezado las más serias acusaciones es el sindicato magisterial que se ha vuelto el principal enemigo de la calidad educativa. No hay medida que trate de mejorar la calidad de la enseñanza que no pase por afectar al sindicato magisterial.
El país sufre por los monopolios, porque se han convertido en inhibidores del desarrollo, y en cuanto éstos disminuyan su poder el país empezará naturalmente a crecer y lo hará con menor concentración de la riqueza. Hoy vivimos lo que llama Robert Dahl una poliarquía similar a las sociedades medievales en que el rey, los señores feudales y la Iglesia compartían y se disputaban el poder; por ello este mismo autor, señala que "La democracia política debe llevar a la democracia económica y social". Ese es el reto que México tiene en lo inmediato, que la fuerza económica no avasalle a otros actores sociales, que esté acotada a su campo. Conseguirlo significará abonar en el camino de la institucionalidad porque pone a cada actor en su papel.
En este sentido, si el presidente Calderón asimila en su gobierno un tono y un estilo coincidente con las tesis que inspiraron y dieron origen al PAN -esa brega de eternidad de la que habló Gómez Morín-, es claro que tiene una estación próxima: arribar a la lucha contra los monopolios. Hoy hay elecciones competidas, división de poderes, libertad de expresión, un esfuerzo por conseguir un orden social, pero hay un desequilibrio institucional porque hay poderes fácticos fuera de la ley. Ese es la siguiente etapa en la vida de México y se debe empezar por el monopolio de la televisión.
¿Cuales son los medios para hacerlo? ¿Por qué propongo que el primer monopolio que se tiene que combatir es el de la televisión? Porque es cómplice del statu quo actual y luchará para no permitir que la agenda social llegue a la comunidad. El segundo medio es la transparencia en los sindicatos para que estos actores sociales rindan cuentas ante la sociedad y sus agremiados; el tercer medio es fortalecer la capacidad reguladora del Estado.
Profesor de la FCPyS de la UNAM
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