Leo Zuckermann
“La diferencia política más importante entre los países no es su forma de gobierno, sino el grado de gobierno con que cuentan”. Con esta aguda frase comienza Samuel Huntington el que quizá sea su mejor libro El orden político en las sociedades en cambio. Para el politólogo estadunidense, la característica más importante que debe tener un Estado es el orden. Pero, ¿qué es lo que determina la existencia o no de este atributo en un país?
La tesis primordial de Huntington es que las sociedades que experimentan un rápido cambio social generan la movilización política de nuevos grupos que, a su vez, socavan los fundamentos de la autoridad y las instituciones políticas tradicionales. Si los “ritmos de movilización social y el auge de la participación política son elevados”, mientras que los ritmos de la “organización e institucionalización políticas son bajos”, entonces se produce la inestabilidad.
El desorden es producto del “lento desarrollo de las instituciones políticas” que respalden “los cambios económicos y sociales”.
Para Huntington, la diferencia de los sistemas políticos no está entre aquellos que son democráticos o autoritarios, sino entre los eficaces o débiles: “El problema principal no es la libertad, sino la creación de un orden público legítimo. Puede haber orden sin libertad, pero no libertad sin orden. La vigencia de la autoridad es previa a su limitación”.
Huntington publicó su libro en 1968 y, en ese entonces, consideraba que había un país que si bien contaba con un régimen autoritario, había podido instaurar el orden político. Se trataba de México, nación que había experimentado una revolución, la cual terminó por desarrollar un entramado institucional que pudo canalizar y resolver los conflictos sociales asociados al crecimiento económico.
El autor, de hecho, dedica toda una sección a analizar el caso mexicano, donde relata cómo la Revolución ocasionó un cambio en la cultura y en las instituciones políticas, lo cual, a su vez, produjo orden. “El sistema político que emergió después de la Revolución suministró a México una estabilidad política sin precedente en América Latina y la estructura política necesaria para un nuevo periodo de crecimiento económico rápido en los cuarenta y cincuenta”. El México posrevolucionario se convirtió en un caso de éxito de modernización política. Se crearon instituciones complejas, autónomas, coherentes y adaptables, que son los cuatro criterios que utiliza Huntington para evaluar el “grado” de gobierno.
Pues bien, en las últimas tres décadas, México dejó atrás su régimen autoritario con estabilidad política, para pasar a ser uno democrático donde no queda del todo claro cómo procurará el orden. Mientras que el sistema anterior tenía la capacidad de canalizar y resolver los conflictos sociales, el actual está entrampado. Ahí están los casos de Oaxaca o de los territorios gobernados por la violencia del narcotráfico, como ejemplos.
El nuevo gobierno debe entender que la endeble democracia peligra si comienzan a extenderse los bolsones de violencia e inestabilidad política que hoy existen en diversas regiones del país. Y, más allá del uso de la fuerza pública legítima, urge desarrollar nuevas instituciones sólidas, flexibles y coherentes que aseguren el orden político necesario.
1 comentario:
hola Leo, me preguntaba si esta teoría me sirve para explicar el proceso de reforma que se dio en China desde 1978 hasta nustros días
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