Leo Zuckermann
En lugar de estar pensando en cómo seguir integrando sus economías y sociedades en un bloque regional, Estados Unidos y México quedarán divididos por un muro de 1,126 kilómetros en su frontera. Esto ya lo ratificó el Senado estadunidense de acuerdo con una iniciativa previamente aprobada por la Cámara de Representantes. Es, por supuesto, una medida triste y deplorable, pero también puede ser un acicate para que los mexicanos finalmente hagamos la tarea que nos corresponde de mejorar nuestra economía.
Así lo aseveró el gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, en una nota publicada por The Dallas Morning News. Sobre el controvertido muro fronterizo y las medidas para hacer más difícil el acceso de mexicanos ilegales a Estados Unidos, el banquero central dijo que "en el largo plazo seguramente serían buenas" ya que incentivarán "a México para crear los trabajos que son necesarios". No es una declaración políticamente correcta pero toca el fondo del tema.
Ortiz también dijo que nuestro país necesita una mayor flexibilidad y competitividad en los sectores energético y de telecomunicaciones para "facilitar el crecimiento y los negocios" de tal suerte que la economía pueda absorber el creciente número de trabajadores que dejan México en búsqueda de trabajo en Estados Unidos.
Es evidente que los políticos estadunidenses, por razones electorales, cada vez harán más difícil que los mexicanos crucen a su país a trabajar. De esta forma, el vecino del norte está cerrando la válvula de escape que ha permitido que no explote la olla de presión que es México. Muchos argumentan que en este país ya hubiera explotado una revolución si no existiera la posibilidad de que millones de desempleados emigraran a Estados Unidos. Sin embargo, otra posibilidad es que los políticos mexicanos ya se hubieran puesto de acuerdo para bajarle a la presión social haciendo una serie de reformas estructurales con el fin de elevar la competitividad de la economía nacional.
Hasta hoy, gracias a que Estados Unidos ha recibido a millones de nuestros compatriotas, nuestra clase política ha retrasado la posibilidad de mejorar la economía del país, limitando la competencia y protegiendo monopolios. Y ahora que los políticos estadunidenses comienzan a endurecer su política migratoria, pues no habrá muchos pretextos que digamos para seguir dilatando el desarrollo económico, a menos que se quiera tener una revolución de desempleados en México.
Creo que ha llegado el momento en que los mexicanos partamos de la premisa de que la válvula de escape estadunidense se irá cerrando paulatinamente y que, entonces, lo que tenemos que hacer es resolver nuestros problemas. Cada vez será más difícil exportar nuestra mano de obra excedente a Estados Unidos. Con todo y lo que me chocan los comentaristas de la ultraderecha de ese país, en un punto sí tienen razón: en que los estadunidenses no están para arreglarnos nuestros problemas. Que somos los mexicanos quienes tenemos la responsabilidad de generar los empleos en nuestro país. Ojalá que el execrable muro que nos van a poner enfrente sirva para ello. Que podamos demostrar que no necesitamos a los estadunidenses para resolver nuestros problemas. Esa sería la mejor prueba de que de verdad somos una nación soberana.
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