Aunque falta la discu-sión y votación de la Asamblea Nacional del PAN —el 26 de abril—, es probable que lo aprobado por el Consejo Nacional permanezca en sus términos como la nueva reforma estatutaria, la tercera desde que se asumió la Presidencia de la República. Siendo Acción Nacional el partido gobernante, no es menor la importancia de valorar lo acontecido, a reserva de esperar la decisión final.
De entrada es significativo que mientras en el PRI la mayor discusión es cómo sacarle más raja a la reforma energética en términos de sus intereses, y en el PRD sigue el recuento de la votación a una velocidad de 11 votos por minuto, en el PAN se intente avanzar hacia un mayor acercamiento con las bases del partido y los ciudadanos, a partir de abrir más los procesos de selección de sus candidatos.
No es fácil intentar una reforma del partido en un tránsito tan complejo como el paso de la prédica y de una cultura de la oposición a la práctica y el ejercicio del poder. Más bien, las reformas partidarias se plantean en momentos en que sucede lo contrario. El riesgo en el primer caso es supeditar el cambio de reglas a la lógica de todo partido en el poder, y subordinar la toma de decisiones a la relación con el gobierno. Este primer paso ha cuidado al PAN de ese riesgo, y la nueva adecuación de sus métodos y organización, de los procedimientos para seleccionar mejores candidatos, y reforzar los mecanismos para dirimir las controversias se ha logrado “sin perder identidad y unidad partidaria”, como fueron los propósitos de la propuesta, a cuya cabeza se colocó, con rigor y profundidad, Carlos Abascal.
El proceso lo inició el anterior comité nacional que presidió Manuel Espino, en el que se produjo toda la etapa de diálogo y consulta a los panistas, y algunas propuestas que buscaban abrir más la elección de candidatos a los ciudadanos, y se abrazó con toda decisión por el nuevo comité que encabeza Germán Martínez Cazares. No es toda la reforma que necesita el partido para hacer frente a los retos electorales y a su compromiso de reafirmación ética en la política, ni mucho menos al necesario “empoderamiento” que debe hacer de sus militantes para designar sus dirigentes y proteger sus derechos, o la transparencia y rendición de cuentas que en general le debe el sistema de partidos a la sociedad sobre los recursos que emplean, pero dentro de los objetivos propuestos —crear una autoridad electoral interna tipo IFE, facilitar la afiliación de adherentes y simpatizantes, regular las precampañas y orear la selección de candidatos—, hay avances y se atajan prácticas muy nocivas para la institución. Es una buena reforma.
Se acabaron las convenciones para elegir candidatos y ahora todo se va a procesos de selección en centros de votación en los que pueden participar, en la mayoría de éstos, tanto militantes como adherentes. Las convenciones que en su momento dieron ejemplo de democracia y se convirtieron en referente para el debate del pensamiento del partido se habían convertido en actos priístas a los que se fue trayendo toda la tecnología corporativa y clientelar de ese partido, desde el acarreo hasta la violencia para tronar el quórum legal y provocar anulaciones que daban pie a medidas autoritarias de designación de candidatos. Ahora incluso se podrá convocar a un proceso de selección de candidatos por el método de elección abierta, cuando se actualicen algunos supuestos.
Esto fue desde el principio, y a la luz de los resultados locales, una de las metas a resolver en la reforma: “Garantizar la postulación de candidatos competitivos vinculados con la ciudadanía, con capacidad de hacer buen gobierno”. En ese apartado, así como en el que regula y restringe el uso de los puestos partidistas para promocionar y preparar las candidaturas desde el mismo cargo de dirigentes, retoma una de las ideas de don Manuel Gómez Morín, de su mejor estilo aperturista: “No estamos aquí para defender y cercar nuestro huertito de intereses o vanidades personales, ni por la jactancia de creernos sólo nosotros los capaces; sino para invitar a todos los que quieran participar de decidir responsablemente lo que sea mejor para México”.
Que AN lo entienda y lo asuma también en su condición de partido en el gobierno es una esperanza.
Profesor de la FCPyS de la UNAM
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