3 de abril de 2008

Colosio: 14 años sin consenso


Por Cuauhtémoc Sánchez Osio*

Uno de los saldos aún sin resolver tras su muerte es el freno al desarrollo económico.

¿Qué mexicano adulto no recuerda dónde estaba cuando recibió la noticia de que habían asesinado a Luis Donaldo Colosio? Fue impactante. El país se estremeció y México lloró. Pero hoy, 14 años después, a casi nadie importa ya, cosa propia de un pueblo con gusto por la nota roja y total amnesia histórica.

Desde el momento en que vi a Colosio en Lomas Taurinas, ensangrentado entre los brazos de sus escoltas, 10 segundos después del disparo, y hasta hoy, dos preguntas me han hecho con frecuencia. La primera es: ¿Quién lo mandó matar? No sé y hace tiempo me dejó de importar. La pantomima de investigación de los gobiernos de Salinas y Zedillo se encargó de que jamás lo lleguemos a saber.

La segunda pregunta, para mí hoy más importante, es: ¿Realmente México sería diferente si no lo hubieran matado? Y la única respuesta honesta que puedo dar es que ¡no me cabe la menor duda!

Colosio, en 1994, era el hombre idóneo para conducir a un país con evidentes riesgos de descomposición política (tantos que él mismo falleció en el proceso); y el momento histórico era crucial para dar el gran salto hacia la competitividad global. Su asesinato produjo al menos una década perdida de consensos nacionales para progresar, que pudieron evitar el estancamiento ideológico que hoy vivimos. Repasemos al hombre y su momento crucial.

El día que fue nominado candidato a la presidencia, en noviembre de 1993, Colosio hizo una síntesis de su propio ser: “Soy fruto de la cultura del esfuerzo y no del privilegio”. Para algunos, pudo parecer una frase más. Para los que trabajamos con él, no había exageración. Baste un ejemplo: Corría abril de 1988 y Carlos Salinas hacía campaña presidencial. ¿Qué función desempeñaba el joven Colosio a sus 36 años de edad? Era diputado y presidente de la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública de la Cámara de Diputados. Fungía también como delegado de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP) en Sinaloa. Fue designado Oficial Mayor del PRI. Era, nada menos, coordinador general de la campaña de Salinas de Gortari. Y él mismo era candidato a senador en campaña por su natal Sonora. ¡Todo al mismo tiempo!

Además de ser un trabajador notable, Colosio tenía un espíritu democrático poco común en las filas de su partido. Siendo presidente del PRI, resistió a las presiones internas para salir públicamente a reconocer, por primera vez en la historia, la derrota de su partido en una elección de gobernador (en Baja California).

El fin del tabú del ‘carro completo’ tuvo una enorme repercusión en el proceso de democratización de México. Seis años después, ya siendo él candidato, propuso, por iniciativa propia y antes que sus rivales, dos prácticas que ningún aspirante presidencial priista del pasado hubiera aceptado jamás: un debate entre candidatos y la presencia de observadores internacionales en la jornada electoral. O ganaba por la buena o prefería no ganar.

No era amigo de la mala fe. Todos sus colaboradores sabíamos que si alguien intentaba grillar con cualquier intriga, él cortaba en seco: “Vete de aquí. No me envenenes el alma”. En la recta final por la candidatura del PRI, le ganó a Camacho Solís precisamente por eso. Mientras el jefe del Distrito Federal se peleaba con el gabinete, Colosio se regía por la norma de que la política debería ser como el golf: “El que da menos golpes gana”.

A pesar de su don de gente y lealtad hacia Carlos Salinas, Colosio no se detuvo para criticar las insuficiencias en el trabajo de su jefe. Mientras el presidente vendía al mundo la imagen de un país moderno y casi desarrollado, Colosio señalaba en su discurso más memorable (del 6 de marzo), que veía “un México con hambre y sed de justicia… (gente) que no tiene las oportunidades que merece… y gobiernos que les cumplan”. El candidato Colosio, de manera valiente y quizá hasta temeraria, optó por distanciarse de la simulación oficial (decisión que, muchos estiman, le costó la vida).

Hay quienes pretenden disfrazar la ruptura entre Colosio y Salinas, y aseveran que Colosio discutió ese famoso discurso con el presidente en la víspera. Eso no es cierto. El día anterior al evento del 6 de marzo, Ernesto Zedillo, entonces coordinador de la campaña de Colosio, me llamó para manejar el teleprompter con el que el candidato practicaría el discurso. Colosio ensayó repetidamente su mensaje y ordenó a Zedillo modificarlo varias veces hasta la noche. Fue entonces cuando se envió una copia al presidente Salinas. Colosio prefirió asumir el riesgo y la responsabilidad de decir lo que pensaba, sin censura presidencial. El documento no se discutió previamente. Ésa es la realidad. (Lo asombroso es que hasta el propio jefe de ayudantes de Colosio, Germán González Castillo, encargado de hacer llegar al presidente el discurso la noche previa, publicó una plana entera en un periódico de circulación nacional para tratar de desvirtuar la verdad de los hechos. Sólo él sabe por qué).

Evidentemente, la capacidad de trabajo, la honestidad, el espíritu democrático, el don de gente y la valentía son cualidades que cualquier mexicano hubiera querido ver en su presidente. Sin embargo, existían otros factores que hacían de Colosio el candidato idóneo para los retos que se veían venir.

La medicina dura de los gobiernos de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas generaron descontento en amplios sectores de la población y en el propio partido en el poder. Se percibía la posibilidad de ruptura al interior de la clase política en México. Un candidato de corte tecnocrático difícilmente podría ser aceptado por los principales grupos de poder. A diferencia de buena parte del gabinete de Carlos Salinas, Colosio difícilmente se podría considerar tecnócrata. Si bien era economista, centró sus estudios de posgrado, en Pensilvania, en desarrollo regional y fue el encargado de crear la Secretaría de Desarrollo Social, para combatir la pobreza. Conocía bien a las fuerzas de su partido, tras haberlo dirigido años antes y era bien visto por las diversas facciones políticas del país.

Aunque era previsible una amplia mayoría priista en el Congreso, se necesitaba capacidad de generar amplios consensos, sin imposición, al interior de las fuerzas reales de poder, para avanzar en un proyecto de desarrollo que no tuviera que detenerse a discrepar en lo fundamental. Esos acuerdos, que, como nadie en su momento, Colosio estaba en condiciones de producir, no se dieron, ni con la tecnocracia de Zedillo ni con la ‘frivocracia’ de Fox. Esa falta de consensos fundamentales es la herencia maldita de los asesinos de Luis Donaldo Colosio. Sin ellos, no sólo se imposibilitó un avance económico más acelerado, que evitara caer en extremos inoperantes durante más de una década, sino que polarizó a la sociedad a tal grado que la colocó al borde del caos social durante el proceso electoral de 2006.

Luis Donaldo Colosio tenía un proyecto claro para amalgamar ese consenso nacional. Creía que había que mantener la estabilidad macroeconómica como plataforma para el despegue económico. Pero, a diferencia de Salinas, estaba convencido de que la mano invisible del mercado no lograría, por sí sola, convertir a los mexicanos en campeones de la globalización. Creía en la política industrial como instrumento para articular cadenas productivas exitosas. Sabía que no podíamos rehuir a la competencia, pero que se podrían generar acuerdos para lograr reformas que el antiguo sistema no tenía el valor de hacer y los neoliberales pretendían imponer sin consenso.

Con la muerte de Colosio se perdió al menos una década de desarrollo. El discurso actual puede parecerse al de 1994, pero hay dos diferencias fundamentales que nos colocan en una realidad más difícil: nuestros competidores han ganado terreno como nunca en los últimos 10 años, y la capacidad de generar consensos políticos con un liderazgo fuerte y legitimado está fracturada, quién sabe hasta cuándo. Ya veremos.

*El autor es MBA y MPA por la Universidad de Harvard, y fue asistente de Luis Donaldo Colosio en su campaña presidencial.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es un excelente articulo, habria que preguntar a nuestro presidente su opinion sobre esta verdad oculta

Anónimo dijo...

Por que no se menciona que este articulo es de expansion? Realmente ayuda a recordar lo que el circulo de la politica nos ha hecho olvidar.